10. Felicidades

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Daphne y yo regresamos a la sala de espera. Acabamos de salir del consultorio y ninguna de nosotras puede dejar de sonreír. Si estoy embarazada, Adrien y yo tendremos un hijo, será padre como lo ha anhelado desde no sé cuánto tiempo. Voy a cumplir su sueño y no puedo sentirme más feliz.

No me atreví a realizarme una ecografía, a pesar de la insistencia de mi suegra, no quería hacer algo así sin que Adrien estuviese a mi lado. Solo dejé que me realizaran las pruebas básicas y el resultado fue el mismo de la prueba de embarazo. Ya no necesito nada más. Está confirmado y ya no me preocupo. Ahora solo debo de encontrar la manera más original e inesperada para decirle que él y yo tendremos un bebé.

—Al fin regresaron. — Espeta Adrien apareciendo delante de nosotras. Sonrío y me pongo de pie al igual que Daphne. — ¿Dónde estaban? Las he buscado por mucho tiempo, te llamé al celular y no contestaste, cariño. —Murmura mirándome de reojo, como si intentara regañarme en silencio.

Puedo ver la preocupación en su tono de voz, solo necesito calmarlo.

—No tienes de que preocuparte. —Le digo acariciando su barba. —Todo está bien, solo andábamos por ahí. —Susurro besando sus labios castamente. Él rodea mi cintura con sus brazos y sonríe dulcemente. Me pierdo en el momento, lo amo, lo amo demasiado, muero por decirle lo que sucede, muero por gritarle a todos que soy feliz, que soy más feliz que nunca, me desespero por pensar en todo lo que sucedió antes y, también enloquezco, imaginándome una y otra vez su reacción al decirle que tendremos un bebé.

— ¿Cómo no voy a preocuparme, si ustedes no se llevan del todo bien y nunca me las imaginé juntas? ¡Estaba preocupado!

Daphne se ríe, luego se acerca y besa a mi esposo en la mejilla. Sé lo que ella está pensando y solo espero que no me delate, no quiero que nada se le escape. Quiero decírselo yo.

—No te preocupes, cielo. Gea y yo estábamos buscando la forma de entendernos mejor y creo que lo logramos. ¿Verdad, querida?

—Claro que sí. —Le respondo lanzándole una mirada de complicidad.

Adrien frunce el ceño, pero no hace más preguntas. Me abraza con cariño, mientras que la mirada de su madre nos baña de ternura. Es extraño que ella me mire de esa manera, pero me gusta saber que ahora también le agrado a ella. Era la única que me faltaba, sin mencionar a mi madre, claro.

—Cariño, despidámonos de todos y vayamos a casa a descansar. —Sugiere con el tono de voz un poco bajo. Sé que está cansado, yo también lo estoy, y regresar a casa es lo primero que quiero hacer. Ya no me importa la luna de miel, los lugares que no visité y demás. Solo quiero estar en casa, en brazos de Adrien, quiero sentirlo a mi lado a cada segundo, solo lo necesito a él...

—Sí, debes descansar tú también, Gea. Necesitas estar tranquila, ya sabes. —Espeta mi suegra rápidamente provocando que Adrien frunza el ceño. No quiero que sospeche, necesito irme lo más rápido que sea posible o a esa vieja emocionada se le escapará la noticia de mi embarazo y lo arruinará todo.

—Vámonos a casa entonces, Adrien.

Adrien se baja del taxi y me ayuda a descender del vehículo con sumo cuidado. La lluvia se hace mucho más fuerte y ambos sabemos que vamos a mojarnos durante ese corto trayecto desde la entrada hasta la puerta principal de la mansión. Debido a que es temprano, ninguna de las empleadas hará acto de presencia con un estúpido paraguas y yo arruinaré mi cabello y mi ropa.

—Vamos, cariño, corre. —Grita avanzando hacia toda velocidad. Intento seguirlo, pero no lo hago exitosamente, me doy por vencida y camino debajo de la lluvia entre risas al verlo corretear desesperado por no mojarse.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora