Luego de dormir toda la mañana y despertarnos a la hora del almuerzo, para hacerle compañía a Barent y no parecer unos maleducados, abandonamos su casa —Con maletas y todo— y nos dirigimos a conocer lo que resta de Múnich. Jamás había estado aquí, pero es una ciudad realmente hermosa, edificios, tiendas, esas cosas que me gustan. Decidí por primera vez no comprar nada. Mi impulso consumista disminuye a medida que paso tiempo con Adrien. Caminamos por varias calles y hablamos de cosas del pasado, anécdotas y todo ese tipo de agradables recuerdos.
—He estado pensando bastante y creo que tienes que saberlo —me dice mientras que cruzamos una de las calles adoquinadas hasta llegar al lugar en donde el coche está estacionado.
—¿Qué sucede? —pregunto algo alarmada.
Suspira, pero luego veo una sonrisa de felicidad en su rostro.
—No sabía qué hacer, pero como quiero que lo sepas, te lo diré —me dice de manera misteriosa. Hace una pausa para aclarar sus pensamientos y luego prosigue—. Hay alguien muy especial aquí en Múnich que suelo visitar cada vez que vengo y quiero que la conozcas.
¿Qué? ¿Es una mujer? ¿De qué mierda está hablando? Necesito respirar para calmar los celos erráticos que me invaden sin que yo pueda controlarlo. No puede hablar de una mujer y sonreír de esa manera, ¿Es Keira? ¿Quién es esa? ¿Por qué me siento tan desesperada?
—No comprendo —digo, cambiando mi tono de voz a uno frío y disgustado.
Adrien observa mi expresión. Abre la puerta del coche para que me introduzca en él y sin decir más se sienta a mi lado y acelera. No sé qué sucede, pero no quiero saberlo tampoco, ¿Por qué una mujer? ¿Quién es?
—¿A dónde vamos, ahora? —cuestiono de mal humor.
Me cruzo de brazos y suelto un suspiro de fastidio. Esto no me gusta nada. A la Gea malvada se le salen los ojos de la rabia y no deja de ponerme mala cara. Estoy perdiendo el control de la situación y eso no está bien.
Nos detenemos en uno de los semáforos y un niño viene hacia nosotros y nos ofrece flores. Adrien toma su billetera y compra un lindo, pero simple, ramo de flores campestres. Sonrío y lo tomo en brazos dispuesta a agradecerle el sencillo y barato detalle.
—No son para ti, cielo —me dice con el ceño fruncido. Mi sonrisa se borra por completo y lanzo el ramo hacia el asiento trasero.
—Ah —respondo.
No puedo creer que acaba de suceder. ¿Qué le pasa? ¿Por qué tanto misterio?
—Créeme, cariño. No es nada de lo que te imaginas —Me informa.
Enciende la radio y con una sonrisa sigue conduciendo, dejándome con miles de dudas que no estoy dispuesta a aclarar. Nunca le demostraré que estoy celosa. Debo evaluar la situación antes de armar alboroto.
Adrien conduce durante varios minutos mientras que observo el paisaje que me rodea. Todo es tan hermoso y diferente que logra atrapar mi atención por completo. De fondo una hermosa canción de Leona Lewis suena y me cuenta una hermosa historia de amor. Volteo mi mirada hacia mi esposo y no puedo evitar sonreír al verlo. Es hermoso, es mi perfecto hombre, mi perfecto todo. Su perfil, sus labios, todo en él es especial y puedo contemplar desde mi sito su mirada cargada de concentración al conducir.
—¿Por qué me miras así?
—Observo lo perfecto que eres —murmuro, estirando mi brazo para acariciar su cabello suavemente. Se acerca velozmente y me roba un beso que dura dos o tres segundos.
—Aunque me alagues no te diré a donde vamos, cariño.
Llegamos a la región de Ismaning, en Múnich. Ya no hay edificios altos y antiguos, tampoco carteles luminosos que promocionan todo tipo de productos, más bien, es una región en donde predominan las casas antiguas de familias y las tiendas y almacenes de barrio. Todo es sumamente verde y limpio.
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PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah Hirt
RomanceSinopsis: Lo inevitable sucedió. Ambos nos enamoramos perdidamente. Con él no necesito fingir ser alguien que no soy, pero el pasado resurgirá en cualquier momento y tendré que decirle la verdad, antes que decida dar el gran paso que puede cambiar...