7. Ella

25.8K 1.7K 88
                                    

En la mañana, me despierto y muevo mis piernas debajo de las sabanas. Adrien no está a mi lado, pero cuando me volteo, lo veo de pie delante del viejo armario con un elegante traje gris. Sonrío ampliamente y hago un sonidito con la garganta para que note que ya desperté. Se voltea y al verme sonríe como si mi presencia cambiara su humor inmediatamente.

—Buenos días, mi cielo —dice, inclinándose sobre el colchón para besarme.

—Buenos días —respondo algo dormida.

—En una hora debo de estar en la oficina, puedes quedarte aquí si quieres.

—De acuerdo —digo, besándolo de nuevo.

Él se va y en la parte de abajo oigo como él y Agatha hablan sin parar. Me pongo de pie y luego busco algo que ponerme, supongo que no será nada extravagante. Sé que estaré aquí durante todo el día, no me apetece ir a la oficina de mi esposo el día de hoy. Miro por la ventana y contemplo el sol radiante. Busco un vestido color salmón, suelto, no muy apegado a mí estilo, que lo compré solo porque Adrien dijo que me veía bien. Me lo pongo y luego peino mi cabello sin demasiado entusiasmo. Estoy tan dormida, que ni siquiera puedo ver bien qué hora es.

Bajo las escaleras y ellos me reciben con una amplia sonrisa en el rostro. Me siento en la mesa circular, al lado de mi esposo, y observo el desayuno. No tengo idea de que es, pero se ve apetecible. Mi apetito ha cambiado en las últimas semanas y eso me asusta. No quiero ni pensar en la báscula cuando lleguemos a Londres...

—Me encanta como luces ese vestido, cariño —murmura Adrien colocando su mano encima de la mía.

—Gracias —susurro sonriente.

Me inclino y alcanzo sus labios rápidamente. Agatha sonríe y mira hacia otro lado. Poso mi mirada en el desayuno una vez más y tomo un poco de jugo de fresas.

Más tarde ayudo a Agatha a juntar todo de encima de la mesa. El teléfono de Adrien suena cuando él está recogiendo su laptop en un rincón y apresuradamente veo en la pantalla en nombre Keira, siento como los celos me invaden, y no puedo evitarlo. Adrien corre a responder su llamada e intenta fingir que nada sucede. Lo miro de reojo y oigo su conversación repleta de respuestas en monosílabos.

—No es lo que crees, cielo —dice rápidamente.

—Seguro —respondo con un tono de voz cortante—. Le hablabas y le sonríes la primera vez y ahora te abrumas por su llamada. No tiene sentido.

Él suelta un suspiro y toma mi brazo cuando me dirijo a la cocina.

—Cariño, por favor —Implora, buscando mi mirada.

—Olvídalo, Adrien.

Me voy a la cocina y ayudo a Agatha a secar las tazas y vasos con un repasador color anaranjado. Ella parece incomoda, pero no dice nada ni despega sus ojos de lo que está haciendo.

Adrien se coloca detrás de mí y me abraza por la cintura en un vago intento por resolver la estúpida situación.

—Déjame tranquila —Le digo con sequedad.

—¿Nana, puedes darnos un momento? —cuestiona con dulzura.

Ella le sonríe y sin más se marcha hacia el primer piso, dejándonos completamente solos. Me zafo del agarre de mi esposo y finjo que su presencia no me afecta. Él besa mi cuello levemente y acaricia mis caderas con las yemas de sus dedos.

—¿Estás molesta?

—No.

—Claro que estás molesta —asegura.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora