Lunes por la mañana. Estoy frente al espejo viéndome una y otra vez. Solo tengo una hora para sentirme lista. Es mi primera cita oficial con el médico y estaré completamente sola. Me siento patética. Adrien no ha dado señales de vida desde aquella noche, James no ha llamado y no estoy segura si eso es bueno o malo. Le dije que necesitaba estar sola y creo que se tomó mis palabras muy en serio.
Coloco ambas manos en mi vientre y acaricio a pequeño ángel una y otra vez. Luego tomo los pantalones de jean, la blusa de algodón y me coloco una chaqueta encima. Simple y sencillo, creo que es una de las veces en las que he demorado solo un par de minutos en vestirme. Peino mi cabello y lo dejo así, como el cepillo lo deja, sin preocuparme por cómo me veo realmente. Tomo mis pertenencias y bajo las escaleras para encontrarme con mis padres.
—Princesa. —Dice papá al verme entrar al comedor. Él y mi madre ya están listos para desayunar. Me acerco a ellos, mi padre me da un beso en la frente y mi madre besa mi pelo. Me siento a su lado y observo mi plato. No tengo deseos de comer esto, pero debo de hacerlo, todas las miradas están puestas en mí, la presión en palpable en el ambiente.
En mi plato veo un tazón con yogurt, cereales, galletas de avena y frutas. Todo se ve sumamente dulce y no pienso comer lo que hay delante de mí.
Tomo la cuchara y pruebo un bocado de yogurt. Es extremadamente empalagoso y frunzo el ceño al sentir su sabor. No se me antoja el sabor a fresas a esta hora de la mañana.
—Tienes que comer, Gea. —Me dice mi madre.
—Tengo nauseas. —Confieso intentando apartar esas sensaciones de mi cuerpo. — ¿No hay nada salado que pueda comer? —Pregunto mirando hacia todas las direcciones buscando a Flora. Sé que ella solucionará esto.
Mi madre pone los ojos en blanco, mi padre ríe y luego señala la puerta de la cocina. Sabe lo que necesito. Me pongo de pie y corro en dirección al refrigerador. Hay de todo, pero lo que realmente se me antoja es una ensalada. Este debe de ser uno de mis primeros antojos... Tomates, necesito tomates...
—Niña Gea. —Me dice Flora el verme con la cabeza metida dentro del refrigerador.
—Quiero comer un tomate. —Le digo rápidamente. Necesito quitar esa sensación de mi boca. —Tengo nauseas, necesito un tomate.
Ella ríe sonoramente, luego me aparta del refrigerador y toma dos tomates entre sus manos.
—Ve a la mesa. —Ordena con algo de autoridad, pero lo entiendo, es su cocina, su espacio, estoy aquí entrometiéndome en sus cosas y, sobre todo, tocando sus vegetales. —Prepararé algo para ti en unos minutos. —Me dice con una sonrisa.
Termino de comer la deliciosa ensalada que Flora preparó para mí y comienzo a sonreír. Es mi primer antojo. Nadie comprende lo que sucede, pero me río sola y no tengo deseos de explicar que sucede. Es algo entre pequeño ángel y yo. ¿Esos son antojos? ¿Esa ansiedad incontrolable por comer algo? Se sintió increíblemente desesperante y delicioso cuando conseguí lo que quería.
—Niña Gea. —Murmura Flora entrando a la habitación con el teléfono de línea entre sus manos. —Tienes una llamada. —Me dice entregándome el aparato. Lo tomo y luego me pongo de pie para dirigirme al pasillo.
—Hola.
—Hola. —Me dice la voz de Adrien al otro lado con un ligero tono de alivio. Siento como mis piernas flaquean, no me esperaba esto, me sorprende por completo. —Por favor, no cuelgues. —Me pide en un susurro.
— ¿Qué quieres? —Cuestiono secamente. — ¿No podrías haberme llamado al móvil?
—Sabes perfectamente que no contestas mis llamadas a tu móvil, Gea. —Dice con voz glacial. Intento controlarme. No sé para qué llama, pero espero que esta conversación acabe rápido. —Hoy es tu cita con el médico. —Me dice con una sonrisa. —No lo he olvidado.
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PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah Hirt
RomanceSinopsis: Lo inevitable sucedió. Ambos nos enamoramos perdidamente. Con él no necesito fingir ser alguien que no soy, pero el pasado resurgirá en cualquier momento y tendré que decirle la verdad, antes que decida dar el gran paso que puede cambiar...