14. Se acabó

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Necesito aire, necesito calmarme. No me importa si todos deben de estar preguntándose por mi paradero. Quiero un momento a solas. No puedo permitir que suceda lo que está sucediendo. Me siento completamente sola, triste y decepcionada. El Adrien de minutos atrás no era el de siempre, no era mi Adrien, era una persona completamente diferente y distante. ¿Quién demonios era esa mujer?

—Estaremos bien sin él, pequeño ángel. —Le digo a mi vientre mientras que lo acaricio levemente. —Al menos por una noche. —Agrego en un leve murmuro que solo yo puedo oír. Intento reprimir los deseos que tengo de llorar, pero no lo logro. Estoy demasiado sentimental, mis hormonas son incontrolables y tengo la sensación de que estoy completamente sola en esto. ¿Por qué todo tiene que suceder cuando estamos en nuestro mejor momento? ¿Por qué el destino quiere jugar con mis planes perfectos? ¿Por qué tiene que arruinarlo? No tiene sentido.

—Princesa... —Murmura mi padre a mis espaldas. Limpio mis lágrimas disimuladamente y formo una sonrisa en mi rostro. Me volteo en su dirección e intento parecer segura de mi misma. Acomodo la falda del vestido y sonrío.

—Papá. —Digo con la voz entrecortada. Él me mira de pies a cabeza y luego se acerca con los brazos abiertos. Sabe que algo sucede, su discreción evitará que haga preguntas, pero siempre sabe que algo sucede y este es uno de esos momentos en los que algo sucede.

—Mi pequeña... —Dice abrazándome fuertemente. No logro contener mis emociones. Las barreras que forme en menos de tres segundos, se desmoronan por completo. — ¿Qué sucedió, ahora?

La Gea que habita mi interior deja su máscara sobre el escenario, sale corriendo y se siente sobre un oscuro rincón para llorar tranquila. Así me siento en este maldito momento. —Tranquila, pequeña. —Me dice con voz glacial, mientras que acaricia mi cabello.

—Adrien... —Digo en un murmuro y me detengo antes de terminar la frase. Ni siquiera sé por qué lloro exactamente. Estoy dolida, enojada, confusa y sobe todo sentimental. Me siento patética. No debería estar llorando por sus idioteces, debería de haber arrastrado a esa mujer por el suelo hasta dejarla sin extensiones, pero simplemente fui débil. Siempre he sido débil... —Quiero ir a casa. —Le digo con un hilo de voz. Papá acaricia mi espalda y luego mis brazos cuando mi piel se eriza debido a la brisa de la noche de Londres.

—Iremos a buscar tu abrigo y tu bolso y luego te llevaré a casa. Te hará bien estar lejos de él al menos por unas horas, eso te ayudará a pensar con claridad. —Me asegura acomodando algunos mechones de mi pelo.

—Ni siquiera sabes lo que sucedió. —Espeto perdiendo mi mirada en el suelo del balcón.

—No es necesario saberlo. —Me dice con una media sonrisa. —Pude notarlo cuando Adrien ingresó al comedor, tú no has regresado y no fue muy difícil sacar mis propias conclusiones, pequeña.

Abrazo a mi padre de nuevo y suelto algún que otro sollozo. Soy completamente patética y Adrien es el culpable de todo esto.

—Ven, vámonos a casa. —Me dice abrigándome con sus brazos mientras que salimos del balcón.

Mi padre regresa con mi bolso y mi abrigo mientras que yo lo espero frente a su coche. Quiero largarme de aquí, quiero desaparecer. Ya no tengo deseos de hablar, de ver o de siquiera escuchar a alguien Eggers. No toleraré a nadie. Mi mal humor sobrepasa lo habitual y papá es el único que puede calmarme en momentos así.

— ¿Estás lista? —Pregunta abriéndome la puerta de su coche.

—Estoy lista, papá. —Respondo en un leve murmuro sin apartar mi mirada de la imponente mansión. A los escasos segundos Adrien abre la puerta de entrada, baja las escaleras de mármol y se dirige en mi dirección.

PERFECTA 2. Dime que me amas © Deborah HirtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora