Capítulo Uno

453 37 3
                                    

Caminaba tranquilamente por los pasillos, siendo empujada por todos. Sheila era una chica a la cuál todos consideraban una friki, una empollona, y una anti-social. Salió por la puerta y vio a su madre agitar la mano. Corrió hacia ella y le dio un beso en la mejilla. Subió al todoterreno. La mudanza la animaba bastante, porqué se iban a la gran ciudad el mismo día que ella cumplía los dieciséis. Para ella significaba un cambio, podía hacer amigos nuevos, conocer a la persona ideal.

Cuando llegó a casa soltó la mochila en el recibidor y salió al patio trasero. Buscó a aquello que era preciado para ella, pero aún no había llegado. Se giró y oyó un ronroneo, Marceline había llegado a casa. Aquella gata siempre salía temprano, pero siempre regresaba a su hogar a la hora que su dueña volvía. Sheila la había cuidado desde bebé, le había dado el biberón y la había cuidado cuando estaba mala o tenía que dar a luz. Pero su madre no dejaba llevársela al piso, sería demasiado poco espacio para aquella gata tan libre.

Habiéndose despedido de la gata, subió a su habitación y bajó con una maleta pequeña. Su ropero no era demasiado extenso, ocho camisetas, tres jeans largos, y dos cortos, tres sudaderas y dos vestidos que no usaba por nada del universo. Y su calzado se basaba en tres pares, sus zapatillas rosas con un gato dibujado, unas botas altas sin apenas tacón, y sus deportivas favoritas.

Después de comer subieron las maletas al coche, nadie la había felicitado, tan solo su madre y su hermana la había llamado, la cuál estaba en la universidad. La mudanza fue producida por la simple cuestión de trabajo. Pero a Sheila esa idea le encantaba. Ella se durmió a mitad de trayecto, y cuando llegaron oyó a su madre llamándola.

Caminaron un buen tramo hasta llegar al edificio donde a partir de ahora vivirían. Sheila le pidió las llaves a su madre y abrió la puerta principal del edificio. Corrió escaleras arriba hasta el segundo piso. Allí esperó a su madre, que subía con el ascensor.

Muy emocionada, abrió la puerta. Se encontró con un pasillo y tres puertas, la primera era una habitación cuadrada, lo suficientemente grande para una cama y un armario; la segunda, era el baño, bastante espacioso, pero la ducha era enana; y la tercera, era la cocina, poco espaciosa, pero Sheila nunca entraba allí, así que no le preocupaba. Llegó al salón y habían dos puertas más y el balcón. Eran dos habitaciones, una tenía una ventana que daba a la cocina, y la otra, era más grande que las demás, esa sería la de su madre. Salió al balcón, no era demasiado grande, allí podían tender la ropa.

Eligió la primera habitación. La encontraba acogedora, tal vez la tenía que decorar a su manera, pero quedaría fantástica. El camión de la mudanza llegó más tarde, subieron los muebles. La cama de Sheila era la misma que tenía en su antigua casa, pero el armario era algo más pequeño, era una cómoda más bien.

Abrió la maleta de par en par, buscó una caja, escondida en la maleta. Cogió BlueTack y un póster. Lo colgó y miró aquella peliazul, y pasó las yemas de sus dedos por encima de ella. Pasó un buen rato decorando las paredes de aquella nueva habitación. Luego colocó la ropa en los cajones y se tumbó en la cama mirando sus paredes, llena de aquellas tres ídolas. Solo una persona a parte de ella, conocía su secreto, y ahora esa persona se encontraba bastante lejos, él era Alec, su mejor amigo.

Cuándo Estás Junto A Mí [Sonia Gómez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora