Capítulo Dieciocho

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«Por fin llegó el momento», Sheila estaba demasiado emocionada para pensar en otra cosa. Se sentó en la silla con el pelo mojado, le pusieron un plástico para que los cabellos que cortaran no se le engancharan en la ropa. Seguidamente le cortaron un poco las puntas, porque su pelo había crecido muchísimo. Su cabello, más castaño que rubio, ahora sería diferente. Le pusieron el decolorante y después de tres cuatros de hora le quitaron el secador de encima, le lavaron el pelo de nuevo y allí mismo le pusieron el tinte del color que ella había elegido. Era un color que a ella le encantaba. También estuvo tres cuartos de hora.

Salió de la peluquería y volvió a casa, cuando Alec la vio se quedó con la boca abierta. Su pelo había pasado de rubio oscuro a azul brillante, como el de Sonia, solo que más claro.

Al día siguiente se vistió con lo primero que vio: Unos jeans cortos, una camiseta rosa chicle con un panda dibujado, se lavó la cara y se puso liner azul, máscara de pestañas azul de nuevo, y un pintalabios, azul. Sí, ahora vivía en color azul, porqué era su color favorito y también el de su ídola. Se puso unas Nike blancas y azules.

Salió corriendo por la puerta, emocionada no estaba, sino, más. Se subió a su moto nueva, la había comprado hacía poco y aún no la había estrenado. Durante el verano se sacó el carné. Lo pagó trabajando en un bar al terminar el curso. Solo con el primer sueldo pudo pagar la mitad, ya que lo demás lo guardó para ahorrar. Seguidamente se puso el casco y encendió el motor.

Cogió rumbo al nuevo instituto, era un nuevo curso y estrenaba pelo, moto, mochila y chaqueta una negra de cuero. También se había puesto lentillas, por lo tanto estaba mucho más guapa que antes. Esta vez, la gente que ya estaba por los pasillos, se giraba para mirarla y susurraban cosas, pero no porque fuera la más rarita, sino porque llamaba la atención con su pelo azul brillante, que resaltaba sus ojos verde miel.

No temía a ser criticada, al contrario, tenía la sensación que sus notas serían de lo más natural, y no tendría que estudiar tanto. Nunca le había revelado a nadie lo que quería estudiar, ni siquiera a su madre. Miró las listas de las clases de Bachillerato, y entró en la que ponía su nombre. Ya había una profesora dentro. Se sentó delante y espero a que sus compañeros fueran llegando. La primera chica se sentó a su lado, llevaba unas gafas rojas, y sus ojos castaños brillaban. Se presentaron, se llamaba Miranda. Había vivido en México, pero hacía años que vivía en Barcelona.

Cuando llegaron los demás, los que serían sus compañeros, se presentaron todos a la clase y luego les dieron el horario. Les dieron la típica charla de principio de curso. Después de eso, pudieron irse hacia casa. Sheila se dirigió a su moto y cogió el casco. Se giró y vio a un montón de gente junta en la entrada del instituto, entre todos ellos pudo distinguir a Miranda hablar con una chica. La otra llevaba unas gafas de pasta negras y una gorra al revés. Se dieron un beso. «Que monas se ven juntas», pensó con una sonrisa triste. «Ojalá pudiera estar algún día así con Sonia». Volvió la mirada adelante, sonrió y se subió a la moto. Se puso el casco y simplemente volvió a casa por la ruta más segura.

Cerró la puerta y saludó a Marceline. Siguió pasillo adelante dejando las llaves en un bol que tenían en un mueble, situado delante de la puerta del baño. Saludó a su Madre, pero ella estaba seria. Le pidió que se sentara en la silla delante. Sheila se asustó e hizo lo que su madre le dijo. Su madre sonrió un poco, pero aún así seguía tensa. Le daba miedo decirle que la iba a dejar sola durante dios sabe cuanto tiempo, pero su trabajo lo exigía. Se lo contó lentamente, para que lo pudiera asumir, pero Sheila no sabía si aguantaría sola mucho tiempo.

Cuándo Estás Junto A Mí [Sonia Gómez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora