"Cuentos de Nekos."

"Comer, maullar y amar."

Nekomine era un comilón. No uno experto como su pelirrojo, ya que este cocinaba y degustaba por motón, él sólo era un aficionado. Uno que comía si se le apetecía algo.

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Conseguía comida de todos lados, menos de la minina rosa que vivía a lado ya que cuando esta preparaba algo seguro terminaba intoxicado.

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Entre sus mejores opciones estaba un joven de mirada celeste, a veces no lo veía llegar y se daba un susto de muerte cuando este le saludaba de repente, pero se le pasaba enseguida cuando veía la hamburguesa que este siempre le traía.

Al principio no la comía toda pero ahora había con quien compartirla.

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Casi siempre se reunía con otros conocidos, entre ellos dos gatos, uno de ojos rendijas y el otro, un rubio malhumorado. También los acompañaba un cachorro castaño y disculpón.

Este último tenía buena sazón, siempre llevaba consigo comida. -La dicha de tener una familia. - Nekomine se decía.

A todos les repartía lo mismo hasta que un día al gatito azul le llevó la ración más grande que había podido, los demás mininos sabían lo que al cachorro le ocurría, también el Nekomine aunque este bien lo fingía.

La situación se dio varias veces, hasta que en una ocasión cuando ya el Nekogami vivía en el corazón del peliazul, este hablo con el cachorro para declinar la invitación a ser parte de su hogar y compartir a los humanos que a él lo habían acogido.

Aunque al principio fue triste, tanto gato como can seguían siendo amigos.

Ese día en especial, llegó a la casa de su amado. Le dio la bienvenida el olor del omelet que este venía preparando, Nekogami extendió su sonrisa de gato, amaba que el peliazul se pusiera un tanto desesperado por probar lo que en ese momento iba creando.

Cuando le sirvió la comida, Nekomine iba a sugerir que le dibujara un corazón encima, era algo cursi pero así se sentía cuando su rojo le consentía. Ni siquiera había maullado su idea y el Nekogami ya había tomado la botella de catsup, él si que leía la mente de su gato amado.