"Amor de amores. - Parte II."

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Kise Ryouta tenía un problema, y era que no obtenía la atención de quienes quería.

Todavía se sorprendía de que su amado senpai fuera su pareja, ya que prácticamente tuvo que hacer circo, maroma y teatro para que este le creyera que el amor que le profesaba, era de forma sincera.

Más tarde Kasamatsu, sin contarle siquiera, había decidido adoptar un minino. Este era según sus palabras, la mascota perfecta para un universitario.

El rubio modelo con todo y su encanto, todavía no se ganaba al gato. Hay veces en que sí llegaba alegre al departamento, este lo recibía con arañazos aunque nunca en la cara, menos mal o tendría problemas toda la semana. Había otros días que conseguía hacer que juegue un rato, pero casi de inmediato el Neko-senpai se marchaba como apenado, donde su amo.

-Cosa de gatos tsunderes. - Takao, su amigo, le había dicho un día para luego contarle que él por su parte, tenía su mini-mi naranja que contrarrestaba la mala actitud de su Shin-chan y su gato esmeralda.

Como si de una cura se tratara, Kise Ryota se fue adoptar un can tan llamativo como él en los días soleados. No cabe decir que ni Kasamatsu o su gato sonrieron cuando los rubios llegaron un día a voltear su lindo hogar patas arriba.

Al final, el perrito dorado ni caso le hacía a su amo, ya que estaba más empeñado en agradarle al joven pelinegro y obvio, al gato.

Lo peor del asunto, es que parecía que el perrito tenía más suerte que el modelo, pues consiguió que Yukio jugara con él por mero gusto, y también una foto bella con el Neko-senpai, dormido a su lado.

Sin duda, Kise Ryouta tenía un problema y él no hacía más que ganarse más reprimendas. Claro ejemplo es esta aventura, en la que quiso participar sin duda.

-¡Kurokocchi! - lloriqueo de nuevo mientras seguía corriendo con su amigo a un lado, al menos eso creía el ingenuo. -Yukiocchi, me matara por perder a nuestros hijos.

Los ladridos del can amarillo seguían escuchandose cercano, Kise todavía los tenía a la vista y se apuraba por que los perdía.

Nigou iba con su nuevo amigo pero sólo para vigilar que este no fuera muy afectivo con el gatito blanco y negro, o con los felinos callejeros. El siberiano suspiraba cansino, tenía que reconocer que su amo de verdad quería ayudar al Nekomine y al Nekogami, pero inmiscuir a otras mascotas en el rescate sólo podía terminar así, con tres gatos huyendo de dos perros, perseguidos por un rubio despampanante.

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Por otras calles de la ciudad...

Nekorima un tanto frustrado, seguía buscando el rastro de su amado anaranjado, algo en su cabeza le repetía una y otra vez la misma cancioncilla. -No eres perro, no contradigas los designios y maulla, eres minino.

Fastidiado, trato de ubicarse, el había sido una vez un gato sin dueño, conseguía su comida solo y aún así, cuando lo habían llevado por su muchacho seguía saliendo y por su cuenta llevo a Nekotakao para volverlo hogareño.

Tan pensativo estaba el gato que por poco Kazunari, quien iba veloz como un halcón, lo arrollaba al no verlo. El felino esmeralda, decidió guiarse entonces del rastro de su dueño, y así emprendió su odisea de nuevo.

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En la persecución se había dado un giro inesperado, ahora el rubio no estaba solo ya que el fantasma había regresado, aunque de eso el primero ni cuenta se había dado.

En un momento, todo paso a cámara lenta. Los gatitos rojo y azul pasaron la calle veloces, se frenaron esperando al gato bajito que los alcanzara pero este por sus patas cortas no pasó la calle tan rápido, por ello un autobús siguió su camino amenazante sobre la vida del minino.

Nekomine abrazo al Nekogami, Kise e incluso Kuroko, gritaron horrorizados, el único que no se frenó fue el labrador dorado. De una zancada llegó donde su gato, lo tomó del cuello y lo sacó de forma heroica, del camino de ese monstruo metálico.

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Sólo unos segundos pasaron cuando del otro lado de la intersección, les anunciaron...

-¡Están bien, respiren! - la voz cantarina del Kazunari, les devolvió el alma a sus cuerpos, sobre todo la del rubio que ya llegaba donde San Pedro.

Takao llegó justo a tiempo para presenciar lo ocurrido y sostener de paso, a las mascotas antes de que emprendieran la corretiza de nuevo, aunque al ser sólo él no pudo detener a los gatos fugitivos, quienes al ver que el minino enano tenía familia se fueron sin pensarlo.

-Kise-kun. - hablo con un escueta sonrisa en los labios el peliceleste, mientras observaba como el modelo abrazaba a su perro y gato, efusivamente. -Agradezco tu ayuda pero será mejor que ellos regresen a casa. - señalo a las mascotas.

-Lo sé Kurokocchi. - suspiro. Pero, yo seguiré ayudando para atrapar a los otros gatitos. - le sonrío alegre, como si nada hubiera pasado, tenía que practicar ya que si Yukio se enteraba, claro que iba a pasar algo.

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Nekomine y Nekogami, descansaban en un árbol, esa pesquisa entre calles los había dejado agotados.

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De la nada es que había aparecido el Neko-senpai, enano y malhumorado pero era un buen gato, poco les duro el trato, ya que fueron interrumpido por los ladridos de un perro. El felino rubí con pánico, se llevó a su amado y al recién llegado, después de un rato el perro ya no estaba detrás de ellos.

¡Habían dos! Un labrador y un husky siberiano, tanto como Nekomine y el Neko-senpai que los conocían, querían detenerse pero el primero por su rojo no lo hizo ya que este podía perderse; el segundo, que sólo con verse aplastado por el rubio, decidió imitarlos.

Y así con la historia que ya les había relatado...

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Nekogami suspiro triste. -Sería bueno tener una familia. - pensaba al recordar una y otra vez, al rubio con sus mascotas o al chico fantasma con su par perruno.

Nekomine decidió que era hora de visitar a una antigua amiga, y llevar consigo al gatito de su vida.

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¿Y entonces que les pareció?

¿Que tal el KiKasa? ame escribir de ellos...

Un poquito de emoción no hace mal, ¿verdad? x'D

Entonces se escucharon lo que claramente eran rechinidos de dientes. -¡Kasamatsu-san, no me patee!

Nos estamos leyendo. ❤

"Cuentos de Nekos."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora