"Cuentos de Nekos."

"Todo sea por tu minino."

Había un par de nekos bien mensos que se la pasaban jugando baloncesto.

Un día entre juegos y encestadas, el Nekogami dio un brinco mandando al balón a perderse en el río. Los dos se entristecieron por lo acontecido, pero más el minino pelirrojo quien fue el del mal tiro.

No comía, por mucho que el Nekomine le insistía, este harto de la depresión de su amado salió en busca de un trabajo.

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Sabía que él mejor para ayudarlo era el gato de ojos rasgados, este le dio el puesto de repartidor y así emprendió su misión el pequeño azul.

Llevo cartitas y sobresotes, incluso conoció a una cabra que se comería gustosa la correspondencia que a ningún lugar perteneciera.

Hizo malabares con veinte paquetes y el día del pago llego de repente. Le dieron lo suficiente, así que se fue enseguida a comprar lo que tenía en mente.

Llegó veloz con el amable gato que atiende, este era amigo del Nekogami y por eso apenas lo vio llegar le entrego lo que le había apartado. Después de saldar su adeudo marchó donde su pelirrojo amado.

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Mientras tanto en casa del Nekogami, este estaba preocupado, ya que apenas y había visto los días pasados a su azulado gato.

Entonces, como si de magia se tratara el Nekomine apareció con un regalo entre sus patas.

Cual gatito infante, Nekogami arañó el papel que envolvía el presente, y cuando vio el nuevo balón sobre Nekomine se lanzó en un instante.

Entre ronroneos y besos felinos, Nekogami escuchó la travesía de su azul minino, ya luego lo compensaría con hamburguesas, un partido y una derrota contra él como muestra de cariño.