Aires de libertad

1.4K 47 1
                                    

Ser libre, ver el sol y respirar el aire fuera de ese agujero del demonio como le llamaba Zico, era una de las mejores sensaciones que él había sentido. Diez años fue condenado a prisión por una trampa que se le fue tendida, pero a los cuatro años, alguien anónimo pagó su millonaria fianza para sacarlo de ese lugar.

Con un bolso, con las pocas pertenencias que poseía, se fue caminando al que una vez fue su hogar después de huir de casa cuando abandonó los estudios. Era un edificio viejo y deteriorado en un barrio muy peligroso de la ciudad dónde se encontraba la gente más perdida, era el propio infierno pero era el infierno que lo acogió. Entró al desaliñado edificio, subió las rechinantes escaleras cuyo sonido ya extrañaba, éstas cubiertas por una horrible alfombra tan sucia que ya no se podía ver el diseño de las misma, incluso ahí seguía la mancha de sangre que Zico dejó después de llegar mal herido tras una pelea. Subió los 5 pisos hasta llegar al apartamento 502, en donde después de llamar al timbre, un hombre canoso, de aspecto demacrado abrió la puerta.

-Buenas tardes ¿se encuentran Kyung y Taeil?– preguntó al viejo.

-Esos nombres no me suenan, aquí no vive nadie llamado así - cerró la puerta en su cara y Zico se llenó de dudas ¿dónde podrían estar? ¿Será que se mudaron o también los apresaron... o les pasó algo peor? Esperaba que no fuera ninguna de las dos últimas.

No sabía a dónde ir, se le pasó por la mente ir a casa de su familia, pero seguro estarían muy decepcionados de él y no querrían verlo, aunque eso fuese así, decidió ir tan solo para verlos de lejos... la familia que dejó hace 5 años y que se arrepentía de haberlo hecho. Su madre se encontraba en el jardín el cual siempre cuidaba con esmero y amor, quería acercarse, abrazarla y pedirle perdón por todo lo que hizo pero sus pies no se movían. Tocó la parte izquierda de su pecho en donde siempre llevaba a su madre tatuada sobre el corazón y un nudo en su garganta se formó. "¿Por qué lo hice?" se preguntaba, era una pregunta que se hizo desde el día que lo encerraron. Su madre volteó hacia donde él se encontraba observándola pero él se giró y caminó en sentido contrario alejándose de la casa.

-Ji-Ho...no Ji Hyeon, eso es imposible, perdiste a tu hijo para siempre.

Zico caminó y caminó hasta que se hizo de noche, no tenía nada de dinero como para alquilar un cuarto o comprar algo de comer. Su estómago rugía y escarbó en la basura de una plaza pero no había nada que pudiese comer. Se sentía patético y miserable, pero sabía que esto era lo que merecía.

-Psst – escuchó a sus espaldas que alguien lo llamaba – chico, por aquí – vio a un muchacho alto que lo llamaba con la mano para que se acercara y éste hizo caso.

-¿Qué quieres? – preguntó Zico.

-Veo que buscas algo de comer, yo puedo ayudarte con eso. Ve conmigo – Zico dudó, no sabía cuáles podrían ser las verdaderas intenciones de este chico ¿en quién podría confiar estos días? – no voy a hacerte nada, solo quiero ayudarte, es en serio – aunque seguía dudoso, el tronar de sus tripas eran muy molestos y de verdad deseaba comer algo así que accedió. Éste lo siguió por varias cuadras hasta llegar a un barrio alejado donde había pocas casas, muchas de ellas estaban deterioradas, hasta parecían abandonadas. Bajaron unas escaleras hasta un callejón y por fin llegaron al lugar – aquí es, bienvenido a mi casa – Zico entró, era una casa pequeña, muy humilde, contaba con una cocinita, una puerta en donde supuso que quedaba el baño, una mesa de madera en el centro de la sala con un bol de frutas decorándola y enfrente de esta, un televisor, también había una cómoda con varias cosas encima. El chico sacó un ramen instantáneo del gabinete de la cocina y puso a hacerlo.

- ¿Y vives aquí tu solo? – preguntó al ver un brasier saliendo de una de las gavetas de la cómoda de lo cual el chico se percató.

- ¡Ah! Lo siento, es de mi hermana, es una desordenada. Por cierto mi nombre es Pyo Ji Hoon, pero puedes llamarme simplemente Pyo, ¿cuál es el tuyo?

Negocios SuciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora