Voz

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Nami no durmió en toda la noche, vió salir el sol con esos ojos que habían cambiado luego de aquel sueño. Ese sueño que la acogió después de llorar en los brazos de su unica compañera mujer en aquel barco. La taza de té habia estado vacia desde hacía ya horas, pero la seguía sujetando de forma firme y fuerte. La manta se le habia caido, pero no sentía la fresca brisa. Esa noche habia tomado la decisión, o al menos eso pensaba, de que no gastaria su tiempo en un chico que solo le hacia gastar lagrimas.

No se movió de su lugar hasta que un delicioso aroma a tostadas y huevo revuelto le llegó, sus ojos se alegraron al pensar que sus nakamas ya estaban por empezar a despertar y que pronto irian a esta nueva isla. Dobló la manta y la dejó ahi, pues era la manta que utilizaban los encargados de la vigilancia, luego, aún con la taza en una de sus delicadas manos, bajó rumbo a la cubierta, para luego ir a tomar algo de desayuno.

Cuando vió a Zoro durmiendo placidamente, no pudo evitar detenerse, lo observó con cuidado, su respiración lenta y su sueño tranquilo sin la más minima culpa. Nami sintió rabia, una rabia increíble que la llenó, apretó los dientes y sus puños con fuerza, tanta fuerza que la taza que tenia en su mano se rompió, provocando un fuerte ruido y que muchos de los pedazos de loza se incrustaran en su mano derecha, la cual no tardó en empezar a sangrar.

-¿pero qué?...- el ruido de la taza romperse alertó a la persona que estaba mas cerca, el espadachin, este miró a Nami con simpleza, nada fuera de lo normal. Se volvió a fijar en sus ojos, unos ojos marrones y sin vida, los cuales lo miraban con ¿algo de rabia? Luego observó la mano de la navegante, la cual goteaba sangre-¡Nami! ¿¡qué te pasó!?

Zoro se pusó de pie e intentó tomar la mano de Nami para mirarla con más cuidado, pero esta no se dejó. Ella no sentía nada ahi, solo un liquido tibio correr por su palma. Zoro no tardó en llamar al pequeño reno. En cuanto Nami miró al doctor sus ojos recobraron ese brillo de siempre, y de inmediato un fuerte dolor se instaló en su mano derecha, provacandole morder su labio para no soltar unos fuertes gritos.

-¿cómo te has hecho eso?- el reno la tomó con cuidado y la miró.

-la taza se rompió... -murmuró con una mueca de dolor mientras Chopper movía con cuidado su mano. Zoro no pasó por alto ese extraño cambio, de la nada sus ojos habian vuelto a ver el mundo de la misma forma, o al menos eso penso él, y también comenzó a sentir el dolor de aquella herida.

Chopper no tardó en ir por su botiquín y volver a la cubierta, donde limpió y curó la mano de Nami con el cuidado de no hacerle doler más de lo que ya le dolía. Luego la vendó y le prohibió hacer algún esfuerzo con esa mano, pues habia tenido que poner algunos puntos y estos se podian abrir. La chica asintió y caminó tras de Chopper hacia la cocina, donde todos empezaron a preguntar a Nami porque tenia esas vendas.

-aún no lo logro comprender- después de una pequeña explicacion, en la que Nami habia dicho que la taza se habia roto mientras caminaba hacia la cocina, Sanji revisaba la loza- son bastante gruesas, si la quisiera romper con la mano deberia usar mucha fuerza, y ninguna estaba trisada como para romperse sola.

-ya da igual Sanji, la mano de Nami esta bien y nosotros tenemos hambre- la voz del capitan se hizo presente al mismo tiempo que golpeaba la mesa con sus servicios- ¡desayuno! ¡carne!

Nami jugaba distraidamente con su tenedor mientras Sanji reprendia a Luffy diciendo que la carne no era un desayuno nutritivo. La mirada del espadachin se encontraba en ella, bueno, en la mano derecha de la navegante. Él sabia que a ella le gustaba hacerse la fuerte al estar herida, pero esa mirada fria, y esa actitud implacable cuando los trozos de la loza se habian incrustado en su mano... esa no era Nami, al menos no la que él conocía.

Cuando alguien le hablaba a Nami ella respondía de forma normal, con aquel brillo en los ojos que Zoro siempre habia notado, pero cuando lo miraba a él, ese brillo se perdia, y Nami solo sentia un odio que le recorria cada rincon de su cuerpo. A Zoro esa mirada le helaba hasta el alma, y le traia breves recuerdos de el sueño que habia tenido. Chasqueando la lengua el espadachin salió de la cocina dejando su desayuno intacto, el cual no tardó en ser robado por su capitan y devorado en segundos.

-navegante-san- la chica de cabello negro sentada a su lado la sacó de sus pensamientos, dejó el tenedor con el que jugaba y la miró- capitan-san quiere saber a que hora bajaremos a la nueva isla- Nami iba a responder que en dos horas, pero un susurro casi inaudible le dijo otra cosa.

-quizás después de almuerzo- sintió que esa orden no habia salido de ella, que alguien más habia dicho eso, pero todos le sonrieron y siguieron tomando el desayuno- ire a hacer unos mapas, permiso- la chica se levantó y salió de la cocina, al cerrar la puerta tras ella se apoyó con la mano izquierda en su cabeza ¿qué había sido eso? Por un momento sintió que alguien estaba en sus pensamientos.

Escuchó el tipico ruido de las pesas, pero esta vez, el sonido le molestó inmensamente. Dio unos pasos hasta apoyar ambas manos en la baranda, y vio al espadachin entrenando en la cubierta con sus enormes pesas, las cuales ella no podria ni soñar en levantar hasta por lo menos miles de años. Apretó los dientes y agarró duramente la baranda con las manos.

-oye- la voz de Nami sonó seca y dura, algo muy desconocido para el peliverde, por lo que se detuvo y miró hacia la chica, como para asegurarse que de verdad era ella quien le estaba hablando- ¿te importa? Hay más gente en este barco y ese ruido molesta- la mirada de superioridad de Nami le provocó un escalofrio a Zoro, pero de alguna forma lo disimuló muy bien.

-nunca te había molestado mi "ruido" ¿por qué el reclamo ahora?- Zoro dejó la gran pesa en el suelo y la miró.

-que nunca te lo haya dicho fue por educación- Nami se soltó de la baranda sin dejar de verlo, las vendas de su mano se tiñeron ligeramente de rojo- pero me he cansado de ser amable con alguien que no lo merece- pareció que había escupido cada palabra, y por alguna razón, cada una dio en el espadachin, dejándolo sin palabras, y con una cara de sorpresa que no pudo ocultar.

Nami desapareció tras la puerta del camarote de las chicas, en cuanto cerró la puerta un fresco aroma a mandarinas, dinero y flores la invadió. Una mezcla perfecta del peculiar aroma de ambas jovenes. Nami se sujetó con fuerza la mano ¿en qué momento habia empezado a sangrar de nuevo? Soltó el aire que habia contenido para no gritar y se movió hacia su pequeño escritorio.

Miro el lápiz y luego su mano con vendas sangrantes, si empezaba a dibujar, no solo se haría mas daño, si no que tambien mancharia el mapa. Suspiró y simplemente apoyó su cabeza en la mano izquierda y miró la pared, pensando.

Ese idiota no te merece.

Una suave voz le habló, Nami no se inmutó en mirar la habitación, pues, por alguna razón, sabia que venia desde su propia mente.

Te lastimó ¿no?

La navegante por alguna razón sentia esa voz muy propia de ella, no la sentia agena ni desconocida, era como si siempre la hubiera tenido...

¿no te quieres vengar? ¿hacerle sentir lo que tú sentiste?

Poco a poco los ojos de la navegante se iban cerrando por una sueño que la empezó a invadir.

En la cima de la montaña... solo tú y él... una venganza de amor...

Con esas últimas palabras resonando en su mente la chica se durmió en el escritorio.

Aroma A AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora