Los días pasaron hasta convertirse en semanas. Matt, Zack, y también Baicon habían perdonado lo que llamaban "una traicción" , aunque de vez en cuando le seguían mandando pullitas.
En < El Oceanus > todo estaba tranquilo, limitándose a simples controles diarios, en los que ella tenía que comunicarle a Tex que según el sonar las aguas estaban tranquilas y despejadas de flotas enemigas.
Sin embargo Ryan tenía que prestar atención constantemente a lo que decía. Sus amigos estaban atentos a cada palabra, incluso alguna vez la habían acompañado a la sala de comunicaciones con la esperanza de averigüar algo sobre el hombre misterioso.
Más de una vez estuvo a punto de llamarlo por su nombre, tomarle la mano en los pasillos o quedarse mirándole. Era algo... instintivo.
Gracias a dios, nadie parecía notar nada raro. Hasta aquel día.
Acabado el turno de vigilancia de noche, Ryan volvió al interior del barco. Menos mal, porque se estaba muriendo de frío.
Un brazo tiró de ella hasta una habitación e interrumpió su camino hacia su camarote.
- Estas tan sexy con el uniforme - le susurró en el oído con la voz ronca y pegó un suave mordisquito al lóbulo de su oreja.
Ella se apoyó contra la pared, y mordiéndose el labio intentó contener los gemidos que los labios de Tex le arrancaban mientras se deslizaba por todo su cuello.
- Es tan difícil verte siempre y no poder acercarme - suspiró ella acariciando su pelo.
- Pues ahora te dejo que me hagas todo lo que quieras - sonrió pícaramente besando sus labios.
Pronto, los dos se encontraban luchando por quitar la ropa del otro.
Ryan se estremeció al sentir sus manos dentro de su camiseta.
- Capitán, el segundo me ha pedido que le informe que ..
Los dos se separaron bruscamente, aunque no había nada que pudieran hacer para ocultarlo.
Él con la camiseta quitada encima de ella en la misma habitación.
