Después de su primer encuentro con Dakota, Jamie supo sin lugar a dudas que, si valoraba en algo su independencia, debía salir corriendo cuanto antes. Pero no lo hizo. Pasaron aquel segundo día juntos en la playa. Comieron conch para cenar y pasearon por la orilla del mar a la luz de la luna, con las manos entrelazadas.
—¿Cuándo vuelves a casa? le preguntó ella.
Jamie no se atrevió a decirle que sólo le quedaban tres días más en Tobago. De todas formas, no tenía que empezar en su nuevo trabajo hasta una semana más tarde. Había pensado ir unos días antes para instalarse en su nuevo estudio.
—¿Cuánto tiempo vas a quedarte tú? —preguntó a su vez.
La joven se echó a reír.
—Seis días más.
Jamie sonrió.
—Yo también dijo.
Deseó fervientemente poder ampliar su estancia en el hotel. Pero estaba dispuesto a quedarse aunque tuviera que plantar una tienda en la playa.
Dakota le estrechó la mano con más fuerza. Dejaron de andar. Lo miró a los ojos y se echaron a reír juntos.
Su proximidad y el modo en que lo miraba le dio a Jamie la sensación de estar en el paraíso. La joven llevaba los labios pintados de color fresa y él sintió de repente la necesidad de besarlos.
Era una locura, pero tenía miedo de besarla. No es que fuera un mal besador. En sus tiempos había tenido unas cuantas relaciones íntimas y nunca se había quejado nadie. Pero aquella mujer era diferente. Estaba locamente enamorado de ella y no sabía cómo actuar. No quería demostrar demasiada prisa y arriesgarse a que ella lo rechazara. Tenía miedo de espantarla. Tenía miedo de perderla...
Pero aquellos ojos azules lo miraban como si él fuera de verdad un espécimen nunca antes visto...él también se perdió en sus ojos... azul y gris, sin dejar de pestañear, si sus miradas fueran fuego, el océano ya no estaría y en su remplazo solo arena quedaría.
—Quiero besarte —dijo, incapaz de contener su deseo.
—Y yo quiero que lo hagas —repuso ella, con voz todavía más anhelante que de ordinario.
Cuando sus labios rozaron los de ella, sintió una oleada de excitación. Oyó campanas. Tenía los ojos cerrados y estaba viendo estrellas.
Sus labios eran suaves y cálidos y sabían a fresa. El aroma tropical de su perfume lo envolvió como un afrodisíaco. Ya no tenía miedo. Su beso se hizo más apasionado y Jamie le pasó las manos en torno a los hombros y luego le acarició la espalda.
—No puedo dejar de tocarte —le murmuró al oído.
—Me alegro —repuso ella, ofreciéndole los labios.
La besó profundamente, repasando con la lengua los contornos de su boca a su paso. Era más dulce y atrayente que todas las fresas del universo.
Al volver al hotel, las piernas de Daki le temblaban tanto que tropezó varias veces. Al llegar a la amplia terraza que bordeaba el hotel, Jamie la cogió en sus brazos. La llevó así, a través del vestíbulo y del ascensor, hasta su habitación, situada en el séptimo piso. La gente los miraba, pero ellos sólo tenían ojos para el otro. Podría haber explotado un volcán y no se habrían enterado. Ambos estaban totalmente idos y sumergidos en paraiso que ambos construyeron en solo un instante.
Cuando llegaron a la habitación de Jamie, el hombre no se molestó en encender la luz. Ninguno de los dos pronunció una palabra. Se abrazaron en la oscuridad, besándose apasionadamente.
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LOCAMENTE CASADOS (En edición)
Fanfiction¿Te casarías a primera vista?...¿Cruzarías un balcón a media noche por una locura de amor?... ¿Qué harías , si tu amiga se enamora de tu esposo y todavía viven en el mismo departamento? Ser esposos, hermanos falsos y compañeros de trabajo no es una...