Cap 17

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Jamie se colocó de pie en la cornisa, apoyado contra la pared del edificio, a cinco pisos de altura del suelo. Había calculado mal la anchura de la cornisa y sus pies apenas cabían en ella. No había montaña lo bastante alta ni río lo bastante ancho como para impedirle recuperar a su chica.

Pero aquello no era una montaña ni un río y la altitud de los cinco pisos lo dejó sin aliento. Temblando violentamente a causa del frío, esperó a recuperar sus reflejos y poder mover los pies.

Pensó en volver a entrar en el cuarto, meterse en la cama y aceptar su destino, pero sintió que había veces en las que un hombre tenía que tomar el destino en sus manos.

Se apoyó con fuerza sobre la pared y empezó a avanzar en dirección a su amor.

Al llegar a la terraza, vio que las cortinas de la habitación de Dakie estaban corridas. Llamó suavemente en las puertas de cristales y acercó los labios a la fina ranura que las separaba.

—Dakie, Dakie...soy yo, Jamie. En la terraza.

La joven se incorporó en la cama. ¿Estaría soñando? Le había parecido que Jamie acababa de llamarla.

Saltó de la cama y se acercó a la puerta de su cuarto. Lo único que oyó fue el ruido de la tele.

Suspiró. Por un momento creyó que tal vez Bella se había quedado dormida con la tele prendida y Jamie había decidido arriesgarse a intentar volver a su habitación. La embargó una profunda decepción.

Y entonces volvió a oír la voz de su esposo. Pero no llegaba desde fuera de su puerta. Llegaba desde...

Miró la puerta de la terraza. No. No era posible. ¿Estaría alucinando? ¿Acaso imaginaba que a su esposo le habían salido alas y había volado a través del espacio para llegar a su terraza? ¿O sería un superhéroe después de todo?

—Dakie, por favor. Abre la puerta. Me estoy congelando. Y no pienso moverme de aquí hasta que me dejes entrar.

La joven avanzó con cautela en dirección a las puertas de cristal. Separó la cortina y miró a Jamie a través del cristal.

—¿Estás loco? —murmuró—. ¿Cómo has llegado ahí?

—No te oigo.

—¿Qué has dicho? —preguntó ella, levantando la voz.

Jamie tocó la puerta de la terraza. Tiritaba de frío.

—Déjame entrar.

Hizo lo que le decía y el joven entró en el cuarto.

—¿Cómo has llegado hasta ahí? —preguntó ella, atónita.

—Andando.

—¿En el espacio?

—Por la cornisa.

—¡Oh, Jamie! Estás loco.

—Tienes razón. Caliéntame, querida —murmuró él, sin dejar de temblar.

El camisón de Dakie yacía en el suelo. La joven estaba en la cama en brazos de su esposo.

Jamie seguía tiritando de frío y ella intentaba hacerlo entrar en calor.

—Es un placer estar aquí —dijo él.

—Lo mismo digo. Pero estás loco. Lo que has hecho es muy peligroso.

—Haría cualquier cosa por ti, Dakie.

Le metió los dedos helados entre los muslos y la joven dio un respingo.

—¿Demasiado fríos?

—No, están bien —sonrió ella.

—Te he echado mucho de menos —murmuró él.

LOCAMENTE CASADOS (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora