Cap 8

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Asi es el Jamie (que me imagino) del trabajo , ordenado , peinado, impecable... imagen en multimedia.

♥♥♥

La sede de la Fundación August estaba instalada en el exclusivo centro de Seattle. Como correspondía al prestigio de la institución, se habían tomado muchas molestias para crear una atmósfera que denotara buen gusto, pero también austeridad. La zona de recepción estaba revestida de paneles de madera nudosa. Una enorme alfombra oriental cubría el parquet de roble del suelo. Aquí y allá había unos sillones de cuero marrón y unas mesitas de caoba. Unos óleos de escenas de caza inglesas decoraban las paredes. Los despachos también emanaban la misma sencillez de color y diseño.

Dakota cruzó la recepción y se detuvo en la puerta del despacho de August. Se abotono el saco que traía y acomodo su cabello , asegurándose de que ningún pelo se hubiera escapado de la cola de caballo que se había echo antes de presentarse ante su jefe. Llevaba un traje de franela gris, una camisa blanca abierta en V  y adornada con un sencillo collar de perlas y zapatos negros de piel. Suspiró y abrió la puerta.

Rachel Adams, la atractiva secretaria, la saludó con una leve inclinación de cabeza. Era nueva en la fundación. La anterior secretaria de August, una mujer de pelo gris, se había jubilado el mes anterior. Todo el mundo se había sorprendido de que el presidente hubiera elegido a aquella joven belleza sureña para sustituirla, aunque, en honor a la verdad, había que admitir que, a pesar de todo su atractivo, Rachel era reservada, eficiente y entregada a su trabajo. La perfecta secretaria de la Fundación August.

—¿Has tenido buenas vacaciones, Dakota? —le preguntó.

—Sí, muy buenas, gracias.

—El señor August ha dejado estas notas para ti. Quiere que las examines y te llamará dentro de unos minutos —dijo la otra, tendiéndole unos papeles.

Dakota miró un momento las notas.

—¿Ha llegado ya el nuevo empleado?

—Sí. El señor August está hablando con él ahora.

Rachel volvió a concentrarse en su ordenador.

Unos momentos después, August llamó a Dakota.

Al entrar en el santuario de su jefe, la joven percibió el aroma familiar de cuero viejo, mezclado con el perfume de menta. Normalmente era un aroma confortable, pero aquel día la puso nerviosa.

—Ah, ya está aquí —murmuró Roberth August—. El orgullo de la Fundación. Mi excepcional directora de inversiones.

Era un hombre pequeño, de unos sesenta años, de pelo gris y expresión inteligente. Hablaba con un ligero acento inglés a pesar de haber nacido en Seattle.

Mientras su jefe los presentaba, Dakota no prestó demasiada atención al científico. Era un hombre de tez blanca, con el pelo cobrizo peinado, para nada desordenado. Llevaba un traje gris y zapatos de piel. Sin duda era brillante y excesivamente atractivo.

Jamie se puso en pie al estrecharle la mano y con aire ausente sin molestarse en mirarla demasiado. Sin duda sería una mujer muy eficiente, pero no exactamente de una belleza exótica , mas bien una belleza limpia y tranquila

—Es un placer conocerla —dijo.

Dakota respondió con otra frase amable, pero, al estrechar la mano del científico, sintió una sensación extraña en el pecho.

Lo miró y se puso pálida, con la incredulidad reflejada en el rostro. No, aquello no era posible. No era posible que aquel científico de aspecto tan correcto fuera el conquistador de cabello desarreglado de sus sueños.

Sorprendido por el apretón de la mujer, Jamie la miró con curiosidad. Luego se inclinó hacia ella con expresión atónita.

Se produjo un tenso silencio mientras los dos se miraban aturdidos, sin decidirse a soltarse las manos.

—¿Jamie...? —murmuró ella.

—¿Daki...? —los papeles que tenía en su mano libre se cayeron al suelo.

—Sí, sí. Es mejor que os tuteéis. Pero llámala Dakota, Jamie. No le gustan los diminutivos —sonrió August—. No querrás empezar con mal pie tu relación con nuestra directora de inversiones, Dornan. Dakota es la espina dorsal de nuestra fundación.

El joven no oyó nada de lo que le decía su nuevo jefe. Estaba en estado de shock. Aquello tenía que ser una pesadilla. El despertador sonaría en cualquier momento y se encontraría en la cama, al lado de su exótica princesa de las islas.

Pero el despertador no sonó. Lo único que ocurrió fue que Roberth August carraspeó, observando con detenimiento aquel extraño encuentro entre sus dos empleados.

—Quizá quieras recoger esos papeles, Jamie —dijo con forzada jovialidad.

—¿Papeles? —repitió el otro, con aire ausente.

Dakota miró al suelo.

—Los papeles que se te han caído —murmuró con voz ronca.

Jamie tuvo que hacer un gran esfuerzo para apartar los ojos de ella y entender lo que estaba diciendo. Al fin, miró al suelo.

—Ah, sí, los papeles.

Se agachó para recogerlos, pero se olvidó de que todavía le estaba estrechando la mano y estuvo a punto de tirar a Dakota al suelo.

—Permíteme que...te ayude —musitó ella.

—Puedo arreglármelas —repuso él, con voz casi inaudible.

La joven lo observó en silencio mientras recogía los papeles. No se hubiera quedado más sorprendida si se hubiera encontrado a su aventurero conquistador vestido de mujer.

Mientras su jefe pronunciaba un discurso de bienvenida, la sorpresa de Dakota dio paso a la ira. ¿Cómo podía haberla engañado él de aquel modo fingiendo ser un hombre de mundo y un aventurero?

Durante la media hora que August dedicó a exponer los objetivos, expectativas y sus planes de expansión para la fundación, Jamie permaneció en silencio, mirando a Dakota con incredulidad. ¿Cómo podía haberlo engañado de aquel modo?

—¿Cómo has podido?

—¿Qué quieres decir? ¿Cómo has podido tú?

—¿Quieres bajar la voz, Jamie? No podemos hablar aquí —dijo ella, mirando nerviosa a su alrededor—. A August no le gusta que los empleados discutan.

—¿Y qué pasa si los que discuten son marido y...?

La joven le tapó la boca con las manos antes de que pudiera terminar la frase.

—Jamie, ¿no has leído las normas de conducta de la Fundación August? Los empleados no pueden casarse entre ellos.

—Es evidente que, cuando nos casamos, no sabíamos que trabajábamos juntos —contrarrestó él.

—Shhh. Por favor, Jamie. No menciones esa palabra. Esto es horrible.

Se dejó caer en la silla de su escritorio y lo miró a los ojos.

Con unos cuantos pelos sueltos de la coleta y con las mejillas rojas por la emoción, Dakota se parecía ya más a la exótica princesa de sus sueños. Jamie se arrodilló a su lado.


LOCAMENTE CASADOS (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora