Capítulo 8

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-Condesa, unas flores para usted -dijo torpemente Boniface entregándole el ramo a la mujer, quien parecía muy contenta.

-No entendí todo, pero sí la intención -dijo ella, divertida-. Gracias, pequeño.

-Selora Condesa -comenzó Rachin mientras ella le entregaba el ramo a una amiga y se dirigió al director-, permítame presentarle al señor Mathieu, nuestro vigilante, que está a cargo del coro.

-Encantada -dijo ella después de que Mathieu le besase la mano en modo de bienvenida-. El estilo humanitario de enseñanza del Sr. Rachin nos interesa y le agradecemos su apoyo. Por cierto, ¿quién tuvo la idea del coro?

Mathieu iba a responder cuando Rachin se adelantó.

-Fui yo, señora condesa.

Todos se sentaron y ella preguntó-: ¿Qué van a cantar?

-El himno a la noche de Rameau, condesa.

-Será magnífico -dijo ella sonriente y se sentó-. ¿Disculpa? -preguntó antes de que ellos empezaran-. ¿Quién es esa niña? ¿Está castigada?

Preguntó al ver a una seria Alice. Ella no estaba ni en el coro, ni en el público. Ella estaba apoyada en una columna, mirando ajena a todo lo que ocurría a su alrededor.

-Ella es un caso especial.

Mathieu preparó la partitura y comenzaron a cantar. Oh nuit... Morhange miró a Alice, quien lo miraba fulminante. Ella odiaba estar así con él, pero aún seguía atónita a que él le hubiese clavado aquel puñal en la espalda. Él estaba nervioso a la reacción que tendría Alice ante su sorpresa. Pero estaba seguro que de le gustaría. Otra cosa era si le perdonaba o no. Aquella chica era difícil.

Los niños terminaron una parte y Mathieu al igual que los demás miraron a Alice. Ella, que antes estaba recargada en la columna, se puso recta y los miró confundida. Mathieu hizo un ademán para que siguiese y Alice obedeció, contenta.

-Oh nuit, oh laisses encore à la terre. Le calme enchantement de ton mystère. L'ombre qui l'escorte est si douce, est-il une beauté aussi belle que le rêve. Est-il de vérité plus douce que l'espérance -cantó ella-. Ohh... -cantaron los demás junto a ella a coro de nuevo.

Los ojos de Lumiére siguieron el compás de Mathieu, y, en ellos, leyó muchas cosas; orgullo y la alegría de ser perdonada. Pero tmabién algo totalmente nuevo para ella: un sentimiento de gratitud.

Todos entraron en el internado después de un festín con la duquesa y sus amigas. Mientras subían las escaleras, en medio del pasillo, los chicos pararon a Alice y ella los miró confundida.

-¿No te preguntas por qué Mathieu te ha dejado hacer el solo? -preguntó un divertido Le Querrec.

-Es verdad, ¿te crees que te ha perdonado así por que sí? -preguntó ahora Leclerc.

-¿Qué queréis decir?

-Que alguien le ha dado un empujón para que lo haga atolondrada -respondió en tono obvio Le Querrec.

-¿Morhange? -preguntó ella con los ojos muy abiertos y todos los chicos rieron y siguieron subiendo las escaleras. Ella se quedó pensativa mirando las escaleras.

Cuando vio un rubio subir hablando con Boniface y Alice se puso recta y suspiró antes de ir junto a él.

-Boniface, ¿nos dejas a solas un momento, por favor?

-Vaya, Alice hablando educadamente -dijo Boniface riendo acomodando sus gafas y subió sin ellos. Morhange se giró para mirarla a los ojos.

-Morhange... yo... ¿has sido tú quien convenció a Mathieu de que yo cantase?

Morhange sonrió y ella lo miró con el ceño fruncido.

-Claro, quería que me perdonases, ¿ha funcionado?

Ella intentó reprimir una sonrisa al ver que por fin podrían recuperar su relación anterior.

-Puede, pero... -alzó su dedo índice en tono de adevertencia- ¡no me vuelvas a besar sin mi consentimiento!

Él asintió.

-Pero... ¿y con tu permiso?

Alice negó riendo y le dio un leve golpe en el hombro. Subió las escaleras y miró atrás.

-Bueno, quizás...

Y siguió subiendo para dejar un atontado Pierre mirando a las escaleras.

Primer día de verano. El coro tiene un miembro nuevo, el señor Langlois.

-Perdón -dijo él después de que debieran parar por tocar mal el piano-, olvidé la repetición. Es culpa mía, continuad.

En clase, Mathieu observaba a los alumnos. Miró a Morhange, Leclerc y Lumiére. Los tres miraban anonados la ventana.

En los ojos de ellos podía ver el deseo de huir y construir una cabaña en el cielo. El buen tiempo los ponía tristes.

Alguien llamó a la puerta, Maxence, y Mathieu salió de la clase.

-Tienes que ver esto, es importante -le dijo Maxence nada más Mathieu salió de la clase-. Mientras limpiaba el graffiti de las paredes del baño levanté una piedra y encontré esto.

-Es la armónica de Corbin.

-Y esto -le dio un gran fajo de billetes-. Son 200 mil o más.

Mathieu hizo que Corbin saliese de la clase y Leclerc, Pierre, Alice y Pépinot se miraron.

-¿Vamos? -preguntó Pépinot.

-¿Cómo que vamos? -preguntó Lecler riendo mientras los tres mayores se levantaban y todos los demás hablaban sin enterarse de lo que ocurría-. Pépinot, nos vamos nosotros, tú eres pequeño.

-Quédate aquí -le dijo Morhange y Pépinot hizo un puchero-, no y no. Te pueden regañar. A nosotros no nos pillaran, somos más ágiles.

-Lo hacemos por tu bien -dijo Alice mientras llegaban a la puerta.

-Por fa, por fa -suplicó dando saltitos y los tres bufaron.

-De acuerdo -aceptó Morhange y Pépinot sonrió-. Pero ten cuidado, ¿no querrás que nos pillen? -Pépinot negó efusivamente con la cabeza.

Leclerc abrió la puerta y los cuatro anduvieron sigilosamente por los pasillos. Entraron por una puerta del comedor y se escondieron debajo de una mesa cuando Mathieu entraba junto con Corbin en el comedor.

Los de se sentaron enfrente de cada uno. Mathieu sacó los billetes y la armónica y los dejó en la mesa.

-Nadie sabía de tu escondite -dijo él, parecía decepcionado y Corbin estaba callado-. Así que no me digas que estaba ahí por casualidad. ¿Sabes que acusaron y expulsaron a Mondain por el robo?

-No lo sabía.

-Es verdad, no lo sabías. Pero ahora lo sabes.

Los niños se miraron sorprendidos debajo de la mesa con los ojos abiertos como platos.

-¿Corbin lo robó? -susurró Leclerc.

Los Chicos Del Coro (Morhange Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora