Capítulo 7: El odio es amor.

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»No sé si le quiero o le odio, si quiero escuchar sus susurros cada noche o los gemidos que dan la bienvenida a una muerte interna que tanto ansio y que realmente sé que impediría. Ashley, entiéndeme, no tengo ni idea de lo que quiero o no quiero tener con él.
-Pues deberías aclararte aunque sea un poco antes de volver a hablarle.-declaró, Ashley, con voz calmada.
-¡Si es que me persigue! Las flores, las cartas... ¿No puedes mantenerle ocupado en otra cosa que no sea yo?
-No, Ash, yo no puedo ayudarle; nunca aprendería a hacer las cosas por sí mismo. Y mientras más daño le hagas, más se va a obsesionar.
-Pero yo no quiero hacerle daño, Ashley.-sentí un nudo en la garganta mientras me dejaba caer en una silla.
-Eh, tranquila-el hombre acarició mi hombro en un acto reconfortante antes de alejarse.
Por suerte, no había nadie más en el bar, pero las seis personas que discutían a mis espaldas causaban un ruido considerable. Mientras tanto, la parte de atrás de mis ojos comenzaba a pinchar dolorosamente, como si me clavasen agujas en la córnea, llamando a las lágrimas que, tarde o temprano, se desbordarían de las orillas de mis ojos. De pronto, escuché una voz ronca y grave, áspera, pero sus palabras eran suaves y tranquilizantes.
-Ash... ¿va todo bien?-me giré, aun con la cabeza entre las manos; oscuros cabellos cubriendo parte de mi rostro y dificultándome la visión. Ante mí encontré los azules iris de Andrew, cristalizados y rojos por haber llorado, pero dulces como la miel y tristes como la noche. Abrí la boca para hablar, pero una voz a mis espaldas me lo impidió.
-¡Eh, tú, panoli! ¡Déjala en paz!-Gritó Ronnie, sus pasos resonando en el suelo de madera según se acercaba.
-No me digas lo que tengo que hacer-bufó Andrew.
-¿Quieres que te deje las dos mejillas igual?-amenazó mi jefe, peinando el ondulado mechón de pelo, que siempre caía por su frente, hacia uno de los lados de su cabeza, que, a diferencia del otro, tenía una capa de pelo muy fina y corta.
-Andrew, haz lo que te dice de una vez, por favor-uno de los amigos de Andrew, cuya voz no reconocí, habló.
-Sólo quiero saber si ella está bien.-replicó.
-Lo estará cuando te vayas.
-Ronnie, déjale.-ordené, incorporándome y dedicándole una sonrisa a mi jefe.
-No, no le voy a dejar hasta que se vaya. Los demás me dan igual, pero este tipo ya te ha causado demasiada inestabilidad y es lo que menos necesitas ahora.-resopló.-Así que o se va él, o le echo de aquí yo mismo.
-Está bien, perdón, perdón, Ash... de verdad. ¿Chicos?
-Vaya comienzo de día más movido...-suspiró uno de los amigos de Andrew, también desconocido.
-Andrew, ¡espera!-grite, saliendo del bar detrás de los cinco hombres.
Posé mi mano sobre su hombro, haciendo su cuerpo girar con algo de brusquedad. Clavé mis pupilas sobre las suyas, penetrando en sus iris y encontrando océanos de dolor y decepción. Las venas de su esclerótica se presentaban como sangrientas grietas en la blanca porcelana. Una alargada marca rojiza, casi púrpura, en su mejilla cual galaxia en un cielo que, en vez de negro, era tan blanco como aquella porcelana de la que estaban hechos sus ojos y todo su frágil ser. Las estrellas de aquel cielo eran pequeños puntos de sangre que pronto cicatrizarían y se volverían más oscuros. Y por último estaban sus labios...tan rojos como la hermosa sangre que cautivaba mis sentidos poderosamente cada vez que brotaba de una herida. Y, al igual que esta, sus labios pedían agritos ser saboreados y besados por mi venenosa boca. En una décima de segundo, había pegado mis labios contra los suyos, contra aquellas dos gotas de sangre, succionándolas y mezclándolas con mi saliva. Mis pulmones ya luchaban por oxígeno cuando los dos nos separamos y sus ojos se abrieron como enormes platos mientras atrapaba sus rojos labios entre mis blancos dientes.
Me di la vuelta y entré al bar de nuevo, seguida de atónitas miradas por parte del grupo de hombres, observada por el cielo y el océano. Inmediatamente, Ronnie levantó la cabeza de la pantalla de su móvil y me miró arqueando una ceja, claramente asombrado por mis aires altivos y creciente orgullo hacia mí misma.
-¿Has hablado con las chicas?-Ronnie sonrió divertido, captando a la perfección la audacia de mi mirada.
-Algo me dice que pronto habrá sangre de por medio, Ash.
-Ya ha habido sangre. Pronto vendrán las cenizas.

Placer Rojo. (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora