Capítulo 16: Scout Compton.

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Mis entumidos músculos tardaron varios minutos en suavizarse de nuevo. Sentí un intenso dolor en el cuello, que se esparcía por mis hombros y mi espalda, penetrando mis músculos con menos intensidad según se alejaba del punto más dañado. Estiré los brazos con fuerza hacia atrás, haciendo que los huesos de estos, mis muñecas y todos los huesos de mi espalda crujir sonoramente. Miré hacia abajo, para encontrar el dormido cuerpo de Andrew acurrucado en el sofá. Uno de sus azules ojos se entreabrió y sus pupilas me miraron con cansancio.
–Buenos días–su voz era ronca, más grave de lo habitual. Sonreí, acurrucándome de nuevo en su pecho, pero volví a incorporarme cuando un gemido se escapó de sus labios.
–¿Estás bien?–murmuré, acariciando su cara con las yemas de mis dedos.
–Sí, es que... el sofá no es muy cómodo–su rostro reflejaba una mueca de dolor. Le dediqué una pequeña sonrisa y salté del sofá donde habíamos dormido.
–¿Un café?–le dije, estirándome de nuevo.
–Sin cafeína, por favor–pidió Andrew, saltando del sofá y envolviendo mi cintura con sus brazos.
Noté sus labios quemar en mi cuello repentinamente y esbocé una sonrisa mientras preparaba mi té de la mañana y un café para Andrew. De repente, los pequeños besos cruzaron su límite, dejando marcas sobre mi pálida piel.
–¡Andrew!–le reñí, apartándole con suavidad.–Eres insaciable.
–No es que sea insaciable...–sus pupilas se expandieron al mirarme y pude ver la debilidad en su rostro.
Le tendí la taza de café. Andrew recargó su espalda en la encimera de la cocina, acercándose el recipiente a sus perfilados labios y tomando un trago de la amarga sustancia.
–Ya, ya lo sé. te debo algo–suspiré, acabando de preparar mi té verde matutino. Andrew me sonrió con ternura, sacudiendo la cabeza de lado a lado.
–No me debes nada–murmuró, sus dedos peinando su oscuro flequillo. Tomé un trago de té antes de dejar la taza sobre la encimera y enredé mis brazos en la cintura de Andrew. sentí como su abdomen se tensaba, indicando una ligera sorpresa. Inhalé profundamente su suave olor, cerrando los ojos y hundí la mejilla en la tela de su camisa.
–Andrew–miré hacia arriba, hacia esos azules ojos, tan azules y hermosos, que me miraban con puro anhelo y cariño. Sus negras pestañas se agitaban, abriendo y cerrando aquellas puertas al cielo.–Te adoro–Su espalda se curvó para depositar un beso sobre mi frente.
–Yo también–dio un sorbo a su café y colocó la taza sobre la encimera, dejando libres sus manos para poder rodearme con los brazos. Apoyé mi cabeza en su hombro, abrazándole con una ligera fuerza y, depositando un beso sobre su mejilla, me despegué de él.
–Hoy no tengo nada que hacer–sonreí, notando como se oscurecían sus pupilas al mirarme.
–Me alegro, porque yo tampoco–los dos bebimos sin romper el contacto visual.
–¿Qué insinuas, Biersack?–canturré su apellido, divertida.
–Pues que podemos...–su frase fue interrumpida por el sonido de su móvil.
–¿Ashley?–exclamó, sin ni siquiera pensarlo.–¿Qué? ah, sí. pensaba pasar el día con ella–le lancé una mirada que le hizo suspirar, mientras se incorporaba y comenzaba a dar vueltas por la cocina.–Sí, sí, Ash. pero yo...está bien.–Andrew se giró hacia mí y me tendió su móvil. Fruncí el ceño y lo cogí, llevando mi mao hacia mi oreja.
–¿Ashley?–pregunté, algo frustrada al ver la expresión en el rostro de Andrew.
–Sí, sí, Ash. siento arruinar planes pero, ¿queréis venir hoy al mecánico con los chicos? Se lo he dicho también a Amanda y...
–Espera, espera–le interrumpí, riendo sin humor.–¿A qué viene todo esto?–hubo un gran silencio al otro lado de la línea.–¿Ashley?
–Es por Andy.–suspiró con algo parecido a la tristeza.–Le noto muy inseguro, está muy raro y nos tiene a todos preocupados...
–Ashley–murmuré con sequedad.–Creo que sé lo que está pasando–Andrew me miró con preocupación, sus manos temblaban con nerviosismo. –Aunque está bien, iremos. solo déjame solucionarlo...–suspiré. Mis palabras era tan gélidas como las frías noches de invierno.
–¡Gracias! hasta luego y suerte–exclamó Ashley con felicidad. En cuanto colgué, le tendí el teléfono a Andrew. inmediatamente comencé a sentir punzadas de dolor en el pecho al mirar cuánta tristeza rebosaba de sus ojos.
–¿Andrew?–Traté de apartar mi mirada de aquellos ojos azules, pero fue inútil.
–¿Q-qué?–pude notar el miedo en su voz y la inocencia en su mirada. El suave azul de sus ojos pronto calmó mis sentidos y me acerqué a él, quien retrocedió.
–Tranquilo...–sonreí, estirando una mano para acariciar su pelo.
–¿No estás enfadada?–dijo sorprendido, su voz aun temblaba por el miedo.
–No, no...–solo entonces se acercó a mí, apoyando su frente sobre mi hombro y enredando su brazos en mi cintura.–¿Estás bien, Andrew?
–No lo sé–su voz se apagó al final de la frase y rompió a llorar en mi hombro.
–Eh, eh tranquilo–susurré, acariciando su espalda. Él solo lloraba, lloraba como si no hubiese un mañana.–Andy, cielo... ¿qué pasa?
–Es que...yo...–las lágrimas ni siquiera le dejaban hablar. Era horrible verle así, sentir sus lágrimas mojar la tela de mi camisa y un inmenso dolor en mi pecho.  en el momento que levantó la cabeza y vi toda esa tristeza, miedo, inseguridad, en el momento que le vi tan frágil como los cristales de sus ojos se me partió el corazón.
–Andrew–musité, viendo como los tsunamis inundaban sus ojos y se desbordaban, arrasándolo todo a su paso.–Te quiero.–En su dolido rostro se dibujó una expresión confusa. ¿acaso dudaba de mi amor hacia él? ¿acaso no sabía que le amaba?–Te quiero. Te quiero más de lo que jamás pueda gritar. Te quiero más de lo que nunca pueda llorar, más de lo que han sangrado mis heridas. heridas que tú has cerrado y cosido, Andrew. Te amo, siempre.–finalmente conseguí que sus labios se curvaran ligeramente en una sonrisa. Limpié sus lágrimas con suaves caricias.–Y no te atrevas a dudar de ello.
–Está bien, está bien–murmuró, revolviéndose el pelo.–Me cuesta confiar en las personas, Ash. cuando me enamoro, me enamoro mucho. Y la última vez que pasó las cosas no acabaron bien...–dijo con tristeza.
–Eh tranquilo, ¿vale?–acaricié su mejilla con ternura.–Yo te adoro, Andrew.
–Lo sé, solo tengo miedo de que en algún momento ese amor se apague–sus azules iris dejaban ver lo mucho que había sufrido en el pasado.
–Eso no pasará–una de las comisuras de mis labios se estiró hacia un lado involuntariamente.–Sea quién sea quien te hizo daño...–limpié sus empapadas mejillas con delicadeza.
–No, Ash, no–exclamó, preocupado.
–Eh, Ands, cielo, son mis asuntos, mi trabajo. ¿De acuerdo?–traté de hablar con suavidad. Él solo asintió con la cabeza.–No quiero verte llorar más por esto.
–Está bien–sonreí, peinando su oscuro flequillo. Algunos pelos rubios resaltaban entre el negro tinte que disfrazaba el color dorado de su pelo.
–Quiero saber quién fue, Andrew–dije con firmeza.
–Ash, no–se apresuró a decir.
–Sólo necesito un nombre–suspiré.–No te va a pasar nada, ¿vale? es asunto mío.
–Scout Compton–exclamó en un suspiro.
–Bien–la malicia se curvo en una sonrisa sobre mi rostro. Sentí el negro de mis pupilas crecer, cubriedo gran parte de mis verdes iris.
–Pero, Ash...–murmuró Andrew, con el ceño fruncido y mirada preocupada. Sus azules ojos aún hinchados y ligeramente rojos a causa de sus recientes lágrimas. Agitó sus negras pestañas, agrandando sus pupilas y mirándome con inocencia.
–Tranquilo–susurré, colocando un beso sobre su pálida mejilla.–Te quiero.
–Yo también te quiero–afirmó con voz temblorosa.
Me perdí en el hermoso azul de sus ojos por unos instantes, para luego bajar mi mirada a sus labios, perfectamente formados. Di el último trago a mi taza de té antes de atrapar aquellos carnosos labios en un beso. En cuando estos hicieron su primer movimiento, intensificando el ósculo, sentí como me derretía en su boca. Noté como su lengua vacilaba entre mis labios para, finalmente, introducirla en mí. Poco a poco el beso fue ganando más pasión y perdiendo aquella chispa de inseguridad que brotaba en Andrew. Sentí mis pulmones gritar, pidiendo oxígeno, pero la lujuria no quiso despegarnos hasta que no estuviese al borde de ahogarme. Finalmente, me separé de Andrew, tomando profundas caladas de aire, hasta llenar mis pulmones de este. Andrew sonrió en mi boca, reclamando oxígeno. Le devolví el gesto, posando mis labios sobre su dañada mejilla, en la que ahora había un gran moratón. Enredé mis dedos en su pelo color azabache, enroscando gruesos mechones de estos en mis manos, acariciándo su cabello con ternura.
–Te juro que nadie, ni yo misma, volverá a hacerte daño.

Placer Rojo. (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora