Capítulo 1.

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El frío viento azotaba la ciudad; a pesar de llevar el cabello bien recogido algunos mechones rebeldes volaban de un lado a otro.
Estaba comenzando a amanecer, el rocío humedecía sus botas a medida que avanzaba hasta la entrada del edificio 8-B; como le habían indicado la llave estaba detrás de la segunda maceta vacía, con extremo cuidado la tomó y la introdujo en la cerradura, con un suave "clic" está se abrió.
Metió la llave en uno de los bolsillos de su abrigo.
El edificio no tenía elevador, así que con calma tomó las escaleras; subió hasta el tercer piso, desierto, al parecer no había gran cantidad de inquilinos en ese lugar, aún así, procedió con todo el silencio que pudo, al llegar al número 18 tocó suavemente.
— ¿Quien?—una voz seca desde el otro lado.
—Buenos días, señor Madrigal, es la enfermera que solicitó.
La puerta se entre abrió.
—¡No!— pánico en la mirada del hombre — ¡yo no he hecho nada!
—Hay deudas sin pagar— la chica empujó la puerta con una pierna.
—No sé de que hablas.
—Sabes quien soy, es obvio que sabes a que vengo.— el hombre se puso detrás de un sillón.
— Dimitri prometió darme su perdón.
—Al parecer cambió de opinión.— la chica sacó un arma y apuntó al corazón.
Una, dos, tres disparos. Silencio absoluto. La chica sacó de su abrigo un tulipán blanco y lo dejó sobre el cuerpo.
Cerró la puerta, limpió la sangre que manaba del hombre, tomó los cartuchos que que habían quedado en el suelo; una vez limpio todo, salió sin hacer ruido.
Devolvió la llave, se quitó los guantes y subió al auto. Marcó en el celular el número que ya conocía.
— Messina —atendió el teléfono una mujer de forma monótona.
—Sandra, quiero hablar con él.
—Dame un minuto — se escucho un ligero suspiro
–Diga– respondió la familiar voz de Dimitri.
—Está hecho. Esperó instrucciones.
—Regresa a casa, aquí hablaremos.

Terminó la llamada y encendió el auto, llevaba la radio apagada, cuando trabajaba hacía todo de manera silenciosa, pero mentalmente estaba planeando el resto del día: ir al gimnasio, después al centro, regresar a la mansión y pasar el resto de la noche preparándose para el siguiente día.
Llegó a un semáforo en rojo, bajo la ventanilla, se soltó el cabello y encendió la radio, sonaba "Hello", inmediatamente pensó en su padre, alejó esa idea y cambió de estación.

La vida había sido bella hasta que su madre murió, después de eso había sido vacía, tenía todo lo que cualquier adolescente deseaba: dinero, casa sola, un padre distante; pero esa vida al cabo de unos meses dejó de gustarle.

Llegó a la mansión, una casa de estilo victoriano, el nombre completo de la mansión era " Mors domum", un nombre apropiado para una casa llena de mercenarios.
Al bajar del auto recordó la primera vez que estuvo ahí: empapada, sin nada más que lo poco que llevaba puesto y una cadena al cuello.

Al principio creyó que había llegado a una especie de internado, chicas y chicos de no más de 25 años deambulando de arriba a abajo, pero una tarde llegaría Dimitri, este le ofrecería lo que ella deseaba: una nueva vida y una familia.

Todos ahí estaban huyendo de algo, unos iban, otros se iban en cuanto sabían de que trataba el asunto, naturalmente Dimitri debía encargarse de que no hablaran y fue bastante claro con los mensajes, puesto que llevaba más de dos décadas funcionando el lugar.

Justo en la entrada estaban Bruno y Mónica, eran hermanos, al parecer el padre era un drogadicto violento, como muchos, ellos decidieron escapar junto con su hermano menor, al estar en el orfanato, su hermano menor había sido separado de ellos; para cuando Bruno tuvo 18, decidió ir en busca de Joel, pero el chico había crecido ya con esa familia y dijo que no podía abandonarlos. Más tarde Bruno llegaría a a la mansión, posteriormente traería a Mónica con él; ninguno era muy sociable, así que cuando Vanessa llegó no era de su total agrado, para ellos era una niña rica en busca de una buena aventura que contar en sus reuniones de los viernes, pasados unos meses, la emoción por la niña nueva había desaparecido, Vanessa se quedó sola, entrenaba más tiempo que los demás, se aislaba a la hora de la comida y se iba a dormir en cuanto apagaban las luces. Una tarde mientras entrenaba un cuchillo salió desviado, este casi alcanza la pierna de Bruno, lo cual ocasionó una pelea entre Mónica y Vanessa; Bruno actúo como mediador; siguió pasando el tiempo, hasta que se dieron cuenta que no eran tan diferentes y así fue que nació la amistad entre ellos.

—  Buenos días, tulipán blanco.— Saludó Mónica acariciando su pierna.
— Saliste temprano, creí que irías a correr con nosotros— Bruno se secaba el sudor de la frente.

Al verlos así, era inevitable compararlos, Bruno tenía los ojos cafés, los de Mónica eran más oscuros, ambos eran de cabello moreno, pero él tenía el cabello quebrado y el de ella era muy largo y lacio. 
— Trabajo de emergencia.— contestó Vanessa quitándose el abrigo.
— Ya veo— Bruno tomó su abrigo— vamos dentro, mientras desayunamos nos cuentas.
— Perfecto.

Los tres chicos entraron.

Ruleta rusa.Where stories live. Discover now