Capítulo 9

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—  Entonces— la chica estaba sentada en el escritorio frente a él, usando un diminuto vestido de licra; las piernas ligeramente más arriba de lo esperado.— ¿Iremos a algún lugar esta noche?
— No, Sandra y por favor no insistas— comenzaba a cansarse de los juegos de esa niña.
—  Ya nunca hacemos nada divertido— bajo del escritorio y se colocó detrás de la silla de él.— No todo es trabajo, bebé.— ella susurraba en la oreja de Dimitri de modo seductor.

En ese momento se abrió la puerta, Bruno con la frente llena de sudor, entraba.
— Lamento interrumpir— estaba dando un paso atrás.
— No importa, Sandra ya se iba— fulminó a la chica, esta en respuesta tomó un folder de la mesa y salió, no sin antes murmurar algo como "grandisimo idiota"— ¿Que sucede, muchacho? Vienes todo agitado.
—  Alguien ha estado hablando...
— ¿Que quieres decir con eso?— los ojos del hombre detrás del escritorio eran como dos obsidianas, se podía ver el odio en ellos.
—  Uno de los chicos de Denisse.
—  El mercado negro— suspiró— era de esperarse, pero dime ¿como lo sabes?
—  Hace unas noches uno de los hijos de Castañeda estaba por allá, al parecer ha estado haciendo preguntas.

 — ¿Sobre quien?
 — Mariana...

"Así que insiste con eso" Dimitri dijo para sus adentros, debía admitir que el chico tenía determinación; por un momento lo admiró y hasta sintió un poco de tristeza al saber que nunca aceptaría ser parte de la organización. Pero, después de tanto tiempo se había vuelto un dolor de cabeza.

—  Es una pena que el tulipán esté trabajando, tendrás que encargarte tu mismo de esas dos ratas.
—  Como lo ordene.

—  Bruno— Domitri reaccionó en segundos.

—  Señor— el chico se dio la vuelta.

—  No firmarás, deja que parezca un accidente.

— Claro.— cerró la puerta dejando al hombre solo.

Un segundo después estaba al teléfono.

— ¿Diga?

—  Denisse.
— ¿Quién es?
—  Deberías saberlo.

—  Si es una broma de mal gusto esuchame bien maldito, tengo amigos influyentes.

— El único amigo influyente que tienes soy yo— Dimitri sonrió para sus adentros.
— ¡Vaya, vaya! Que milagro escucharte ¿Necesitas carne fresca? ¿Armas? ¿Autos? Sabes que siempre es un placer negociar contigo.
 —  No, esta noche necesito verte.

 — ¿Por que tanta prisa?
 —  Negocios— tomo aire— y tal vez algo más.

 —  En media hora, La luna llena.
 —  No tardes.— ambos extremos se quedaron en silencio.


Era tarde, incluso para él, debía volver a casa, había rastreado a su padre por media ciudad sin resultado alguno. Estaba cansado.
Al llegar a la puerta de la casa, alguien salía: Vanessa.

—  Buenas noches— dijo con un hilo de voz.
— ¿Mi padre está en casa?— respondió el chico de manera tajante.
— Llegó hace un par de horas...— la chica se veía distraída. Observándola de nuevo, se veía más delgada, cansada y medio pálida. Recordó la primera vez que la había visto, el rojo intenso de su cabello y el claro verde de sus ojos se estaban apagando.

—  ¿Está todo bien?— Ángel no pudo evitar preguntar.
—  ¿Por que lo pregunta señor Castañeda?
— ¿Cuando fue la última vez que comiste?— la chica no respondió— Vanessa— el muchacho se acercó, pero inmediatamente pudo sentir a la pelirroja tensarse; cuando levantó los ojos estaban más abiertos y alerta que nunca, como un depredador listo para atacar.

—  No vuelvas a acercarte.
—  ¿Hay algo malo en ello?— Ángel dio un paso al frente.
—  No es apropiado invadir el espacio personal de un extraño.
— ¿Soy un extraño?
—  Desde hace unas horas me ha tratado como tal.

El chico comenzó a bajar la vista, acto seguido se dio la vuelta y comenzó a bajar los escalones, los ojos de Vanessa le seguían; llegó al final de la escalera y se sentó enterrando el rostro en las manos.

—  Ángel— la chica se acercó a él con paso lento.

— Ha sido un día difícil— suspiró— por no decir una vida.
— Créelo o no, pero te entiendo. — ella se sentó a su lado— Pero eso no te da derecho a tratarme mal.
— Lo siento.
— Está bien, pero dime ¿Que problemas puede tener alguien como tú? ¿Una niña que parece tenerlo todo?
— ¿En que momento te dí esa impresión?— ella sonrió.
— No pareces del tipo de persona que tiene problemas fuera de lo común.

— Pues te equivocas.
— ¿Por que?
— Es una noche muy bonita como para hablar de lo miserables que son nuestras vidas ¿no crees?

— Ahora que lo pienso— dijo él, poniéndose de pie— no sé absolutamente nada de ti.

—  ¿Crees que haga falta?
—  Sí, si quiero invitarte a salir.

—  ¿Como por que harías eso?— ella lo miraba curiosa.

—  Por que puede que piense que eres muy guapa— dijo sonriendo.
— ¿Es correcto que salgas con la secretaria de tu padre?— Vanessa se puso de pie.

—  Hay que averiguarlo— él tomó su mano.


El lugar estaba vacío, excepto por la mesa del fondo. Una escultural rubia sentada observando una copa de vino, con aire prepotente.
— Denisse.
—  Dimitri— la rubia alzó la mirada, no podía evitar sonreír al verle; habían pasado tanto tiempo juntos; hubo tanta pasión y tantos negocios entre ellos. Era casi imposible creer que él la mirara como una cucaracha.
— ¿Aún sientes afición por este lugar?
— ¿Que te digo?— dio un pequeño sorbo— es como mi hogar.
—  Querida socia— Dimitri hablaba calmado— tengo entendido que había un acuerdo entre nosotros.
—  ¿Cual de todos?— la mujer comenzó a estirar el brazo para alcanzar su mano.
—  Confidencialidad— en un brusco movimiento la tomó por la muñeca— una de tus ratas ha estado diciendo más de lo que debe.
— Debes estar equivocado— ella intentaba zafarse.

— Mis informantes no mienten.
— ¿Estás seguro?— la mujer sonreía burlona.

— Escúchame bien —con la otra mano sostuvo el cuello de la rubia—me asegurare de que esto no se repita y tú también.— Ella asintió, fue liberada por el hombre, este se retiro dejando un billete sobre la mesa.

Ruleta rusa.Where stories live. Discover now