Capítulo 3

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La mansión, era una construcción del siglo XVII que pertenecía a la familia de Dimitri desde hacía un par de siglos, con el tiempo se había ido actualizando, aunque seguía conservando la esencia de un lugar cuyo sustento es la muerte.

En la planta más baja, estaban los comedores, junto con la enfermería y los salones de entrenamiento, la parte trasera servía como campo de entrenamiento, al menos para los más jóvenes. En el siguiente nivel, estaba la sala de tiro, donde entrenaban aquellos que estaban en servicio o que estaba futuros a hacerlo. Más arriba, se encontraban los dormitorios, divididos en chicos y chicas, algunos de los mayores dormían en el siguiente piso, donde también estaban resguardadas las armas.

Por último, en lo que podría considerarse el ático se encontraba la oficina de Dimitri, era un lugar bastante silencioso, a los menores se les tenía prohibido subir ahí, solamente los que estaban en servicio eran llamados por él. 

La oscuridad era profunda, de no ser por que habían estado años entrenando como caminar con los ojos cerrados, a cualquiera de ellos les habría sido difícil encontrar la entrada; ésta era una puerta de cedro, tallada con el árbol de la vida (irónico) al centro. La chica tocó.

  — Adelante— escuchó a Dimitri. En el momento que abrió, Sandra salía, la pequeña le sonrió. Ella era apenas una niña, con 15 años escapó de casa también, pero ella se negó a portar un arma, en cambio se convirtió en la asistente de Dimitri, y algunos sospechaban que en algo más.

— ¿Querías verme?— Vanessa cerró después de entrar. 

—Sí— El hombre, alto, delgado, con los dedos largos, de movimientos ágiles y elegantes, se levantó de su escritorio y lo rodeó.—Bien hecho, mi pequeño tulipán – Dimitri acarició el rostro de Vanessa.– No sé que haría sin ti.

—Quedarte con deudores— respondió la mujer alejándose un poco.— ¿Y ahora?
—Una vez terminado el negocio con el pobre señor Madrigal debemos de seguir con su amado amigo, Castañeda.
—¿Castañeda? ¿El dueño de la inmobiliaria?
—Ese mismo– Dimitri avanzó hasta detrás del escritorio y sacó un folder negro, lo abrió y lo dejó en el escritorio. Había fotos y varios documentos. — Al parecer nuestro buen amigo está haciendo movidas que nos favorecen a todos, pero no pienso dejar que nos perjudiquen, pastelito.
— Como siempre, velando por nuestros intereses, jefe— respondió la chica con frialdad. —Instrucciones— demando la pelirroja.
—La ubicación —le tendió una tarjeta— en esta ocasión no hay llaves, pero si un guardia que te puede abrir. Irás como la nueva secretaria del hombre, te ganarás su confianza y terminarás con él en cuanto puedas. Con este no hay prisa.— le tendió una foto del hombre. Vagos recuerdos asaltaron su mente, cuando joven, este hombre era amigo de su padre, ambos se distanciaron al saber que la madre de Vanessa había muerto, le entregó la foto a Dimitri.
—  ¿Por que tanto interés en este hombre?
— ¡Oh!— Dimitri sonrió complacido— No puedo dejarte con informacióna medias ¿cierto?— tomó asiento, cruzó las piernas y apoyó los codos sobre éstas, llevándose un dedo a los labios. — ¿Sabes que el negro es tu color?
— Al grano, Messina.
— Bien— se sentó recto— nuestro querido amigo Abraham, tiene compañías no muy buenas— le acercó una foto; en ésta se apreciaba a dos hombres, el señor Castañeda y otro de cabello gris.
— Ese es Ricardo Valle, el narcotraficante.
— Muy lista.
— ¿Se supone que sólo por eso debo matarlo? por que si es así, déjame decirte que él sólo está firmando su sentencia.
—  ¡Claro! Pero tú apresurarás ese proceso.
—  Comos siempre— suspiró— ¿Es todo?
— Me parece que sí, no tendrán más complicaciones... ¡Oh, espera! — revisó una nota en la parte delantera del folder— tiene un par de hijos y una esposa. Uno es un completo idiota, el otro nunca está. La mujer es tu verdadero reto, es de esas celopatas...
–Tranquilo jefe, puedo con esto.
–Y por eso confió en ti.

La chica tomo el folder y salió de la habitación.
Aquí había un nuevo trabajo para el tulipán blanco.

Ruleta rusa.Where stories live. Discover now