Capítulo 19

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La mansión era como recordaba en sus pesadillas, dos años después, nada había cambiado, sólo las personas que veía entrar y salir.

Con paso decidido atravesó esa puerta, llegó a la escalera, ignorando la puerta que llevaba al jardín trasero, su estómago se contrajo, sabía lo que encontraría ahí afuera.
Subió con calma, uno a uno los escalones, hasta que un niño de unos diez años se acercó a él.
—  No puedes seguir subiendo— dijo tomándolo por la gabardina.

—  ¿Por qué no?

—  Sólo los grandes pueden hacerlo.

—  ¿Y yo no soy grande?— el pequeño lo vio con curiosidad.

—  Nunca te he visto aquí. 

—  Tranquilo, pequeño— acarició la cabeza del niño— sólo estoy de visita.— dicho esto siguió su camino.
Una puerta apareció frente a él, sin más entro.

—Muchacho  ¿Que te trae por acá?— Dimitri sonreía, a pesar de ello, era evidente que su sorpresa era nula. El hombre estaba sentado detrás de un escritorio, a su lado una joven de aspecto medio enfermo lo observaba, este le devolvió la mirada y la chica salió.  — Creí que no querías saber nada de mi, pero por favor toma asiento.— señalo la silla frente a él.
—  Gracias— el muchacho tomó su lugar.
—  Entonces ¿Has pensado mi oferta? ¿O has venido a reclamarme de nuevo?
— Así era— Ángel se removía en su asiento —pero al parecer, ahora necesitó de ti.
—Creí que este día jamás llegaría.— el hombre se levantó y se posó detrás del muchacho, lo tomó por los hombros y viendo al horizonte comenzó a hablar— ¿Te lo imaginas? Eres la pieza que le falta a este gran reloj. Primero tendrás que decirle a tu pequeño hermano que debes irte del país, será duro al principio pero creó que después de los meses que has pasado en el vertedero, no sentirá el cambio, aun así es una pena. Pero tranquilo, si tú quieres más tarde puedes traerlo contigo.

Ángel escuchaba atentamente, debía ser paciente, aunque al parecer Messina había perdido la cordura por completo.
—Bien, una vez alejado de él podrás concentrarte en tu entrenamiento, te dejaré con mi mejor elemento, para que sea más rápida tu evolución, y más tarde serás tan perfecto como él.
—Supongo que te refieres al tulipán blanco.
—A éstas alturas del partido ya es imposible ocultarte nada— el hombre se apartó y se fue a sentar de nuevo en su silla detrás del escritorio.— En efecto, el tulipán será tu entrenador personal.  

— Suena muy tentador, pero en realidad, estoy aquí por algo diferente.
—¿Diferente?- Dimitri se sentó recto y sus sonrisa se volvió una dura línea. — Dime, entonces ¿que quieres?
— Al tulipán.
— No entiendo, muchacho.
— Entregamelo.
—Me pides algo casi imposible, es mi mejor elemento, no puedo simplemente dartelo para que hagas quién sabe que.
—creo que es obvio lo que quiero hacer— Ángel se puso de pie.— Sé que es el mejor... Por eso quiero que tenga lo mejor.
El muchacho sacó un sobre manila, muy grueso, de su gabardina, lo dejó sobre el escritorio.
—   Ya sabes, por los inconvenientes.
Curioso, Dimitri lo abrió. Varios cheques al portador, cada uno por varios miles.
— ¿Sabes que lo que estás pidiendo es demasiado? El tulipán no ira simplemente a morir.
— Espero que puedas solucionarlo.— El chico se dio la vuelta y salió.

—Todo está saliendo según lo planeado— Dimitri sostenía el teléfono, era inusual que él hiciera personalmente las llamadas, pero este caso era extremadamente especial.
—Me alegra tanto escucharlo— la mujer del otro lado, a pesar de hablar el español fluidamente tenía ya un ligero acento afrancesado.— Después de tantos años ese niño dejara de ser un estorbo.
—Ya no es un niño Nicole.
—Lo sé, pero siempre lo ha sido para mi. Tan ingenuo e inmaduro. Sabía que su regreso traería problemas nada más. No entiendo como es que no te lo entregue desde el principio.
—  A pesar de que hubiera sido un elemento indispensable, es todo un reto, ahora convertido en un hombre es mucho más obstinado, yo no puedo andar corriendo detrás de todos para mantener el orden.
—  Pero puedes matarlos y tirarlos al río.
—  No soy un hombre paciente, lo sabes.
—  Como sea, espero que pague por lo que me ha hecho.
—Por ejemplo, impedir que te deshicieras de su padre con toda comodidad.
—El muy avaro me dejó sólo el 20% de la fortuna.
—La cual has invertido muy bien.
—Espero que sí, Messina.
—Te tendré resultados pronto.


Al parecer Dimitri estaba tramando algo grande, Bruno se encontraba nervioso cuando entro a su oficina.

— ¿Me habló señor?
—Bruno, toma asiento.
Dimitri estaba como siempre detrás de su escritorio, recordaba su rostro cuando apenas llegó a aquel lugar, era amable y atento, pero con el paso de los años se había ido endureciendo, la única que aún lo veía sonreír era su amado tulipán; hasta cierto punto sentía envidia, dado que era la única que no era tratada como basura. Pensando en eso, se percató que, esta vez tenía en su escritorio había tres sobres, uno rojo, uno blanco y uno manila.
— ¿Que es eso?
—Justo por eso te llame, todos estos años has sido un empleado tan leal, en esta ocasión quiero que decidas.
—¿Que hay que decidir?
—En uno de esos sobres hay un boleto de avión, en otro un pago en efectivo y por último en uno hay una víctima más.
—¿Debo elegir uno?
—En realidad dos, hay tres posibilidades— el hombre levanto un dedo. — La primera, es que saques el boleto y el pago, eso sería tu liquidación, es decir, que te quiero fuera de aquí antes de que amanezca. — Bruno estaba por interrumpir, cuando Dimitri alzó el segundo dedo.— La segunda, es que saques el boleto y el nombre, en ese caso tendrías que cumplir tú ultima misión e irte.— levantó un tercer dedo.— La última de tus posibilidades es sacar el nombre y el pago, después de eso puedes considerarte libre, pero debo advertirte que si decides irte, debes jurar que no hablarás.
—¿Por que?
—Yo sé mis razones, así que tú eliges.
El muchacho tomó los sobres rojo y blanco; miró a los ojos al hombre y suspiro:

— ¿Que pasará con mi hermana?
— Ella estará a salvo, no te preocupes por eso.
El chico procedió a abrir los sobres: encontró el boleto y el nombre.

—¡No!— lanzó el sobre rojo.— Te ayude con la primera parte, pero te dije específicamente que me dejarás fuera del resto del caso.
—Por si lo olvidas, yo soy quien pone las condiciones... Y otra cosa: cumple órdenes, guarda silencio.—Dimitri sacó del primer cajón del lado derecho del escritorio un arma y la dejo sobre la mesa.
—Esta arma tiene una bala, tú decides si termina en tu cabeza o...— señalo el sobre con la cabeza.

Ruleta rusa.Where stories live. Discover now