A veces me gusta pensar que todos vamos a vivir felices. Que los dioses cumplirán sus promesas. Que los monstruos no nos seguirán atacando. Que creceremos y viviremos vidas normales como los habitantes de Nueva Roma pero...somos semidioses griegos la cruda realidad es que ya seas griego, romano, egipcio o que tengas alguna relación con lo que el resto de esa gente- afortunada- no puede ver estas en peligro de muerte las 24 horas del día. Aunque intentes dormir repitiéndote que estas a salvo, despiertas rodeado de llamas y muerte y te repites que fuiste un completo idiota al bajar la guardia. No siempre las llamas y la destrucción son reales, otras veces solo están dentro de tu cabeza y cuando las lenguas de fuego comienzan a lamerte la piel dejando feas ampollas, entonces...colapsas.
Eso fue justamente lo que creí que nunca me pasaría. Cada persona colapsa de una forma diferente pero al despertar en un cuarto blanco con Driadas a mi alrededor no supe que pensar.
Lo último de lo que tenía memoria era de irme a dormir. Me desperté desorientada. ¿Percy estaría aquí?
-¡Oh! Veo que ya despertaste-dijo una dulce voz detrás de mi.
Era una ninfa con túnica blanca.
-Eh...disculpa, ¿dónde estoy? y...¿por qué tengo el abdomen vendado?- le pregunté. Sentía una punzada en el abdomen y lo tenía adolorido. Sin embargo no sabía cual era la fuente del dolor.
La ninfa dudó un momento antes de contestarme.
-Estás en la sala médica del Olimpo. Será mejor que informe a Lady Atenea de tu recuperación- dijo antes de marcharse a paso rápido.
¿Recuperación? Esa ninfa había evadido mi segunda pregunta adrede. Algo no estaba bien. Luego se me pasó por la mente que si yo estaba aquí de seguro y Percy igual lo estaría y lo busqué con la mirada en las camas de al lado. Al no encontrarlo imaginé que estaría con su padre.
-Annabeth- escuché mi nombre ser pronunciado a mis espaldas. Me volteé par encarar a mi interlocutor y vi a mi madre ahí parada.
-Madre-susurré un tanto sorprendida por el que mi madre hubiera venido personalmente.
-Annabeth, ¿cómo te encuentras?- preguntó consternada.
-Pues...supongo que bien aunque no recuerdo como llegué aquí. Mis últimos recuerdos son de irme a dormir en el Campus y...nada más- le expliqué- ¿qué me sucedió?, ¿cómo está el resto y Percy?
Atenea pareció un poco nerviosa hasta que Dionisio, sorprendentemente sobrio, irrumpió en la sala.
-Tienes amnesia disociativa. -intervino el dios del vino- En otras palabras, el olvido de sucesos traumáticos.
-P...pero, ¿por qué?- pregunté anonadada. Muy pocas cosas lograrían traumarme tomando en cuenta lo que ya había vivido.
-Creo que será mejor si te lo enseño- dijo Dionisio acercándose unos pasos hacia mí.
Involuntariamente retrocedí hasta estar pegada a la cabecera de la cama.
-Dionisio, creo que será una mejor idea dejarla que se recupere...-comenzó mi madre antes de que el Señor D la interrumpiera. Nadie interrumpía a Atenea.
-No Atenea, debe de recordar. No podemos darnos el lujo de gastar más tiempo.- dijo mientras posaba sus manos regordetas sobre mi cabeza. Mis ojos se encontraron con los de él y asintió con su cabeza indicándome que todo iba a estar bien. Cerré mis ojos y lo recordé.
Recordé nuestro ultimo beso. Sus dulces palabras. La puerta cerrándose y...la daga.
Me sentí avergonzada de mi misma. Nunca creí que sería suicida. Creí que si algo así sucedía haría lo posible por detenerlo. No que atentaría contra mi propia vida.
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El Plan de Gea (Percabeth)
Fanfic[Descontinuada y, si alguien lo desease, en adopción] La niebla ya no está. Quirón ya no está. Gea quiere que Percy pelee a su lado contra el Olimpo y ella tiene sus métodos para lograrlo. Los semidioses tienen que mantener la cabeza baja aunque eso...