XVIII

42 8 0
                                    

Hay unas pocas personas en el tren, todas ellas mirando su móvil. Resisto la tentación de mirar a Adrián. No lo he hecho desde nuestra ultima conversación, es más, me he sentado a propósito girada hacia el lado opuesto en el que él estaba sentado.

A lo mejor hasta se ha bajado del tren y ni siquiera me he enterado.

Mi móvil me aburre y como encima no hay cobertura no puedo hacer mucho con él así que dejo la música puesta y saco mi cuaderno.

La primera cosa que me viene a la cabeza nada más abrirlo es si Adrián hizo lo mismo.

En seguida mis mejillas se calientan al pensar que eso ha podido pasar. La vergüenza que siento ahora es real, no me gustaría que él hubiese leído ni un párrafo de lo que tengo escrito en este cuaderno.

Literalmente tengo todos mis pensamientos plasmados en estas palabras y es algo que nadie nunca ha leído ni quiero que lea nunca.

Si Adrián lo ha leído, seguramente haya pensado que soy una patética. Bueno, si eso no lo había pensado ya.

Dios, no paro de pensar en lo mismo una y otra vez. Adrián, Adrián y después otra vez Adrián. Me gustaría parar de pensar en él, pero no puedo.

En ese momento alguien lejos a mi izquierda se levanta de su asiento y llama mi atención y la de todos los de alrededor porque dice muy alto -LO SIENTO ELENA-.

Como extraños en un trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora