XX

34 6 0
                                    


A pesar de que esta es mi parada, no puedo despegar los ojos de Adrián que está unos metros a mi izquierda mirándome a mí también. La gente empieza a salir del vagón y entonces despierto del trance, cosa que Adrián también hace.

Recojo mis cosas lo más rápido que puedo y salgo del tren unos segundos antes de que las puertas se cierren.

Busco a Adrián con la mirada entre la gente que hay en el andén caminando en dirección contraria a mí.

En seguida le veo unos metros más delante. Me gustaría salir corriendo y darle un beso o un abrazo, me da igual. Sólo quiero estar cerca de él.

Pero como siempre pasa, aguanto mis ganas y espero a que sea él quien se acerque.

Me quedo plantada en el sitio y espero a que Adrián me encuentre.

Cuando su mirada coincide con la mía, mira al suelo y sonríe.

En este momento mi estómago parece un nido de mariposas desesperadas por querer salir.

Adrián se va acercando y yo también agacho la cabeza.

-Hola...- dice mientras se aparta el palo con la mano. Suelto una risilla.

-Te perdono- le contesto. Él suspira como si le aliviase oir eso y entonces sonríe más tranquilo.

-De verdad que yo- intenta decir Adrián pero le corto.

-Shh, no digas nada; lo vas a acabar estropeando. Y te había quedado muy bien- le sonrío.

Él también sonríe de oreja a oreja. Dios, me gustaría recorrerme cada milímetro de esa sonrisa.

-Esta situación parece sacada de una película, ¿eres consciente no?- me dice.

Me río porque yo había pensado más o menos lo mismo. -Sí.

Él parece más nervioso que yo y me siento más tranquila por ello, por una vez es al revés.

-¿Es esta tu parada?- me pregunta extrañado. Echamos a andar y le contesto que sí.

-Pero, ¿tú no vives aquí verdad?- me pregunta de nuevo.

-No, yo vengo de Alcobendas. ¿Tu si?- le contesto.

Él asiente. Andamos despacio uno al lado del otro. Es como si todos los gritos, las malas caras o las discusiones que hemos tenido a lo largo de la tarde desapareciesen. Hace menos de una hora le odiaba por haberme tratado de esa forma tan cruel y ahora eso ya me da igual. Yo también le he tratado mal, para ser sincera.

Es irónico como ha terminado la tarde para mí.

Estoy feliz porque sé que Adrián siente algo por mí. Lo que acaba de hacer en ese tren ha sido un locura, pero nunca nadie había hecho una cosa así por mí. Ha sido muy gracioso, pero también muy bonito. Seguro que lo recordaremos dentro de un tiempo y él mismo se reirá de ello.

Bueno, sólo si esta aventura que parece que estamos a punto de empezar dura más que unos simples recuerdos.

Como extraños en un trenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora