Capítulo 10.

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*Narrado por Bryan (segunda y última parte <3)*

Tanta sangre.

Tanta oscuridad.

Tanta confusión.

No podía ver nada. Mis ojos estaban perfectamente bien y no me faltaba la vista, sin embargo, ya no podía ver nada. ¿De que modo? Las pequeñas cosas que se me hacían tan fácil ver antes..., la belleza del aletear de una mariposa, la melodía del celeste cielo que se componía entre las nubes, incluso la calidez de una madre al abrazar a su hijo; habían desaparecido. No, no habían desaparecido, no quería creer eso, sólo... ya no podía verlas. ¿Qué estaba pasando? No podía saberlo, también empecé a olvidar las cosas, había veces en donde despertaba y ni siquiera sabía que ocurría, ¿Dónde estaba? ¿Qué hacía? ¿Quién era? Sólo estaba mi difuso ser y la sensación de vacío. «Haz olvidado lo que son las sonrisas y las lágrimas.» Susurraba la silenciosa melodía.

Me costaba respirar.

Después de aquel día, terminé en el bosque, él no decía nada, ni hacía nada, sólo se limitaba a mirarme con un aíre de ansiedad y de un segundo a otro, en el momento en que parpadeaba, desaparecía, y no lo veía en días. Aprendí a guiarme con el instinto, porque era lo único que me quedaba. Todo lo demás estaba desapareciendo. Incluso yo mismo.

Cuando él aparecía, en mi mente empezaba a entonarse una melodía, una oscura melodía que me obligaba a ir a ciertos lugares a hacer ciertas cosas, cosas que no quería hacer, pero solo bastaba que él acercara sus tentáculos a mí, y esa sensación se diluía rápidamente. Hacía mis cosas rápida y silenciosamente, y muchas veces, me di cuenta de que no era el único con aquella melodía en la cabeza, no era el único que había vendido su alma, no, no lo era. Pero no me importaba, no era asunto mío. Yo sólo me concentraba en no olvidar como respirar y pasar lo más desapercibido posible.

Me pregunto sí aún me quedaba algo de cordura.

El tiempo pasó y mis manos se macharon a tal punto que no importaba cuantas veces las lavara en el río, el color carmesí seguía ahí, como si estuviera tatuado en mis manos... O mis ojos. La sensación de vacío creció a tal grado que era más grande que mis ganas de sobrevivir, y muchas veces apunte el cuchillo a mi pecho, pero no podía morir, él no lo permitía. Ahogándome en un profundo mar color carmesí oscuro, más oscuro que carmesí, llegue a olvidar mi propio nombre, y no había más espacio más que para vacío. Hasta que apareciste tú.

Esa vez sólo bastó ver desde aquél árbol, cómo la brisa acariciaba tu suave cabello para que mi corazón se acelerara, así haciendo, que todos mis sentidos se despertaran. Un par de lágrimas oscuras, escaparon de mis ojos sorprendiéndome, y desde ese momento, mi vacío se lleno de ti.

De ti, de tus recuerdos, de tus sonrisas. Pude recordarlo todo, y sólo tú, pudiste minimizar la parte oscura de mi historia, dándole una brillante y cálida luz, que me ayudó a seguir adelante. A partir de ese momento, todo cambio de nuevo.

Podía recordar tú sonrisa, y la calidez que me hacía sentir. Tus pequeñas manos y tus frágiles piernas. Nosotros jugábamos juntos en ese parque, ese parque el cual no podía recordar. Ya que tu ser lo abarcaba todo, abarcaba toda mi mente. Estoy seguro de que éstos sentimientos siempre han estados en mi, creciendo desde lo más profundo de mí, de tal manera que él no los pudo borrar, y ahora que han sido remarcados, son tan grandes que no caben en mí. A pesar de todo ésto, de la intensidad de mis sentimientos. ¿Por qué dejamos de ser amigos? No lo sé, no lo recuerdo, tampoco me interesaba recordarlo.

Lo único que importaba eras tú y mis egoístas sentimientos. ¿Por qué egoístas? Porque a pesar de saber todo lo que podía pasar, las graves consecuencias que te podía traer a ti más que a mí el hecho de amarte, aún así, tenía la osadía de sonreír al pensarte, y era grave, porque te pensaba todo el tiempo, a modo que, todo el tiempo estaba con una sonrisa en la cara, y él sabía que eso no era normal.

Aunque suene algo tenebroso, lo único que me gustaba hacer, mientras él no me observaba, era observarte. Noté que no te estaba yendo muy bien. Tenía muchas preguntas en mi cabeza. «Jennifer, ¿Por qué lloras?» «¿Donde están tus padres Jen?» «¿Ahora que ya no está tu abuela que harás? ¿Vas a estar sola?» Todas esas preguntas se respondieron con una sola oración que me llego al cabo de un tiempo. «Es mi culpa.» Al darme cuenta de eso, una gran culpa se desato dentro de mí y no podía dormir de lo culpable que me sentía. «Por mi culpa, los padres de Jen la dejaron sola. Ellos tenían miedo, tenían miedo de ser la siguiente victima y por eso se fueron. Todo es mi culpa.» Lo único que me consolaba, era la idea de que seguías ahí. Se me hacía imposible acercarme a ti, por tu bien y el mío, el tuyo en especial, me las arreglé para cuidarte de lejos. Tomé un teléfono de una victima y cada vez que había algo que pudiera hacerte daño, me encargaba de que te dieras cuenta. Normalmente te dabas cuenta, pero nunca descubriste quién estaba del otro lado de la línea, lo cual estaba bien ¿no? De todas maneras, tú no te debías acordar de mí ¿verdad? Porque sí sabías quién era yo, ¿entonces sabías también que yo era la razón de todo tu sufrimiento? Era mejor dejarlo todo así. Después de todo, yo no era más que un cobarde.

Yo no era más que un cobarde, de eso no hay duda, por ser lo que era, terminé parado donde estaba, y eso no se podía cambiar, pero, tu me ayudaste a comprender, que la historia tenía que continuar, porque a pesar de todo tu sufrimiento, de todas las lagrimas que brotaron de tus ojos, tu seguiste sonriendo. Seguiste brillando, iluminaste mi oscuridad, e inconscientemente, no dejaste que la luz de mi lastimada vela se extinguiera.

Tú hiciste todo eso, sí, lo hiciste. Muchas gracias, y perdóname. Perdóname, porque a pesar de todo lo que haz hecho por mi, no puedo dejar de lastimarte. Ya él lo sabe todo, y quiere apagar tu luz. Cuanto lo siento... Eso pensé, eso sintió mi ausente corazón. Pero al final no pude contenerme, gracias a Dios no pude contenerme, y es lo único de lo que no me arrepiento en toda mi vida, porque si ese día no te hubiera salvado de aquel autobús dirigido por los tentáculos de él, ya no estarías aquí, y eso es lo único que no podría perdonarme sobre todas las cosas imperdonables que he hecho.

Y ahora, por lo egoísta que he sido, estás ahora en peligro, de muchas maneras, pero te prometo... No, te juro, que ésta vez, seré yo quien te salve.

Lluvia De Oscuridad~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora