- Buenos días.
- Mmhh, sí. Buenos días. - Dije sin despertarme.
- Jean, Jean, despierta.
- ¿Ya ha sonado la campana? - Pregunté abriendo los ojos lentamente para luego volverlos a cerrar mientras me acomodaba mejor en la cama: no tenía intención de levantarme, estaba demasiado cómodo.
- No, aún no ha sonado.
- Entonces déjame dor... - No terminé la frase. Recordé algo, algo demasiado primordial: estaba durmiendo con Marco, era mi primera noche con él y lo más importante, hace un par de horas le había declarado mi amor y fui correspondido.
Abrí los ojos y ví la dulce cara de Marco adornada con su sonrisa habitual encima de mí. Me estaba observando desde hace rato.
- ¿Qué, qué pasa?
- Nada. Sólo que eres adorable. - Me sonrojé.
- Déjame dormir.
- Pense en que podríamos salir a dar una vuelta.
- ¿A estas horas? ¡Esta prohibido salir!
- ¿Entonces que sugieres que hagamos? - Dijo tumbándose de nuevo a mi lado, demasiado cerca de mí.
- No, no se me ocurre nada a parte de dormir. - Notaba como sus ojos seguían observándome.
- Bueno, a mi se me ocurre algo. verás llevo toda la noche con ganas de hacerte una cosa.
- Te quiero pero aún es temprano, ni siquiera llevamos un día juntos. - Dije avergonzado, no todos los uno puede rechazar algo así.
- No me refiero a eso. - Me abrazó, ¡Por fin! Al instante me aferre a él. Me pregunto quién de los dos lo deseaba más.
- Pervertido - Me susurró unos segundos después.
- No, no soy,... Es normal que pensara eso después de tus palabras. La culpa es tuya.
- Pervertido, no me eches la culpa. - Dicho esto me dió un beso en la mejilla.
Estuvimos una media hora o más abrazados hasta que sonó la campana. Creo que fue más de media hora o incluso más de una hora porque cuando te lo pasas bien el tiempo pasa volando.
Al despertarnos nos vestimos para ir a desayunar pero esta vez fue diferente.
- No te gires. - Le pedí.
- Tu tampoco. - Me respondió. Ya nos habíamos visto medio desnudos antes pero esta vez era distinta. Los dos nos queríamos y nos deseábamos y ambos lo sabíamos.