Timidez

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Ella vino directa a mis labios y me besó apasionadamente. Yo tardé en cerrarlos, por el impacto. Pero pronto me dejé llevar por toda esa fogosidad desconocida. Mientras me besaba, seguía jugando con mi pecho con las manos y yo, tímidamente, trataba de tocar su pecho también.

De golpe se separó de mí y sonrió. Estábamos ya en el suelo, semi tumbadas contra la puerta, y ella tiró de mis braguitas para sacármelas. Sentía vergüenza de lo húmeda que estaba. Sentía vergüenza de lo roja que estaba. Sentía vergüenza de lo fuerte que me latía el pecho.

Pero ella no parecía tener vergüenza a nada. Totalmente distinta a lo que parecía el primer día, pero de alguna forma, era la misma. Tiró de mis piernas hasta dejarme tumbada boca arriba y me levantó por la cadera, poniéndome bajo sus piernas.

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