Que fluya

28 1 0
                                    

Después de eso, me invitó a bañarme con ella. Oh, ese aroma. Su champú, el gel, la crema hidratante. Todo eso era su aroma. Un aroma que empezaba a impregnarse en mí.

El baño nocturno se convirtió en una guerra de agua y espuma, al más puro estilo infantil y totalmente alejado de todo el sexo ocurrido anteriormente. Tampoco es que hubiésemos podido más.

Después de aquello y con algún que otro golpe de los vecinos por las risas y ruidos a deshora, organizamos de mala forma la montaña de ropa, cambiamos las sábanas y volvimos a meternos en la cama. Dormimos acurrucadas la una con la otra, y podría concluir que fue el día más feliz de mi vida.

EllasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora