La tregua

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Ambas llegamos al orgasmo, pero por alguna razón, no pudimos parar. Cosas así sucedieron más de cinco veces. Mi vagina se rozó con la suya, mi pecho con su pecho, y hasta apareció algún que otro juguete sexual que para nada pensé que tendría.

Quedamos totalmente exhaustas, y nos dormimos.
Despertamos en la madrugada, hambrientas por no haber cenado. Ella parecía la de siempre, alegre y agradable, pero yo estaba llena de inseguridades. ¿Estaba bien todo lo que acababa de pasar? ¿No querría hablar de ello?

Se comportaba como si nada hubiese ocurrido. Ni si quiera se molestó en vestirse. Sólo se puso una bata por encima. Incluso me dio otra a mí. Fuimos de esa forma a la cocina, y nos decantamos por algo tan simple como cereales con leche. Incluso puso uno de esos canales infantiles 24h que solía ver. Era como si no hubiese ocurrido. No pude más, y tuve que cuestionar.

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