Capítulo 2: Acompañar Es La Clave

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Por la ventana se ve que está lloviendo a cántaros y no me he traído paragüas. ¿Por qué pienso esto? Porque pensaba que hoy me iría andando a casa por lo que acaba de pasar. No me importa lo que tarde, solo quiero estar lejos de ese sujeto.

Suena el timbre del final de instituto de hoy y me espero a que todo el mundo salga. Los pasillos siempre están tan llenos que nunca puedo pasar por ellos, así que esperaré a que el pasillo esté un poco más vacío para por lo menos no toparme con nadie. En tan solo un par de minutos ya está un poco vacío, así que salgo ya para que el profesor pueda cerrar la puerta y yo ande por el pasillo como si fuera un alma en pena.

Bajo las escaleras y salgo por la puerta que da a la calle. Salgo por la verja y noto las gotas de lluvia caer sobre mí. ¡Maldita sea! Bueno, mojarse no está mal, así que camino debajo de los pequeños huecos de paragüas que me dejan y también por los edificios, ya que hay partes donde no cae la lluvia. Entonces alguien toca el claxon de un coche y no puedo evitar saltar del susto, ya que no me lo esperaba. Me giro sobre mí mismo y me entero de que ha sido Ricky. Hace una señal para que entre, miro a todos lados y veo que no hay nadie más a los alrededores. Me señalo a mí mismo y asiente con la cabeza. Entonces me acerco y entro en su coche plateado. No he mirado la marca que es, pero no me importa, ya que no me interesan mucho los coches. Me siento en el asiento del copiloto y cierro la puerta para que se ponga a conducir hasta casa. Dejo la mochila un poco mojada encima de mí y pienso que le estoy mojando un poco el asiento.

-Eh, gracias, pero no es necesario que me lleves -le digo yo para que lo sepa.

-No iba a dejarte que te resfriaras por la lluvia -dice simplemente-. Y no te preocupes por el agua que dejas en el asiento, toda agua se seca, ¿no?

Le doy la razón y miro por la ventanilla, ya que no tengo ganas de hablar en ningún momento. Me siento totalmente atontado. El silencio se rompe en un minuto, ya que Ricky quiere hablar. Parece que le pone incómodo el silencio.

-¿Cómo te llamas? -me pregunta-. Somos vecinos y ni siquiera sé tu nombre.

-Me llamo Marth.

-Seguro que ya sabes mi nombre, ¿verdad?

-Sí, eres Ricky. El chico número 1 en la escala de popularidad y belleza.

-¿Te sabes todos los que hay en esa maldita escala? -pregunta con una risa que me ha molestado un poquito.

-Eh, sí. ¿Quién no lo sabe?

-Todo el mundo lo sabe, pero esa escala es una maldita tontería. La verdad es que yo no me siento el número 1. Yo no creo que sea guapo en toda regla, aunque todo el mundo me lo diga.

-¿Cómo que no? ¡Si tú eres muy guapo! -exclamo y sin pensarlo se me han escapado esas palabras.

Me mira extrañado de que diga eso y me sonrojo como esta mañana. No intento esconderlo, ya que de seguro sabe lo que pasa por mi mente. Pero al verme sonrojado, no dice nada. Solo sonríe. Entonces siento un ardor en mis mejillas bastante intenso.

Llegamos a nuestras casas y yo intento salir del coche, pero Ricky ha puesto el seguro. Ya no estoy sonrojado, sino un poco desconcertado por el seguro. Lo miro y parece ser que me está mirando fijamente. ¿Por qué lo hace? Me siento un poco raro. Que no tenga que hacer algo de lo que luego me arrepiente.

-¿Me das tu número? -por suerte no hace algo de lo que tenga que arrepentirme.

Intercambiamos números y al final quita el seguro. Salgo del coche, con la mochila en la mano, y corro hasta mi casa. Llego a la puerta y la abro con mis llaves. Al entrar no veo indicios de que haya alguien en casa. Todo está apagado y en silencio. Al fin, paz y tranquilidad. Aunque tengo que preguntarle a mamá para ver si pueden quedarse mañana a dormir Dana y Jorge. Cuando vuelva se lo pregunto.

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