capitulo diecinueve

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  Ella se levantó y abrió la puerta de su casa se dirigió al sofá y soltó todas las cosas, de nuevo fue a salir para recoger su bolso, pero se encontró a peter en la puerta con su bolso colgado de un dedo.
-Gracias –dijo ella arrebatándoselo.
Volcó todo el contenido del bolso sobre la mesita y comenzó a comprobar si estaba todo.
-No te he quitado nada –dijo peter en un tono burlón.
-Ja, ja, ja –contestó ella- muy gracioso, compruebo que todo esté bien, y no se haya perdido o partido nada. Por cierto ¿Qué haces aquí?
-Que amable por tu parte.
-No pretendía ser amable.
-Si, me he dado cuenta –contestó haciendo una mueca.
-Bueno –lali se sentó en el sofá y se quitó los zapatos de tacón colocándolos a un lado- ¿en que puedo ayudarte?
peter sonrió con picardía ¡oh, dios, si dijera todo en lo que la requería...! Cerró la boca conteniendo la sonrisa. Se fijó como lali comenzó a moverse por el salón sacando cosas de la cantidad de bolsas que tenía.
La vio sacar libros y colocarlos en un montón sobre la mesa.
-Bueno yo... -lali se movió por el salón, colocó los libros en una estantería donde había más libros del mismo estilo, ella dejó uno sobre la mesa y él se fijó en la portada que era muy erótica y se perdió en sus pensamientos ¿Qué estaba diciendo?
-peter –lo urgió ella, mientras volvía delante del sofá y sacaba ropa de una bolsa, la extendió sobre el sofá, dios lo iba a volver loco como no parara quieta.
¿Dónde estaba? Ah si...
-Bueno, he pensando... -lali desapareció por el pasillo y entró en una habitación- ¿puedes estarte quieta un momento? Intento invitarte a cenar.
Ella paró en seco.
-Yo... -dijo en un susurro, sosteniendo unas cuantas prendas de encaje. La boca de peter se hizo agua, Dios ¿por qué le había tenido que detener cuando tenía esas cosas en la mano? Se las imaginaba sobre ella... él se encargaría de quitárselas.
-Esperaré que termines de guardar... eso.
lali miró sus manos y se sonrojó.
-Ahora vuelvo.
peter se sentó en el sofá y fijó de nuevo la vista en aquella portada, no le hacía nada bien mirar aquello, le gustaría que fueran él y lali...
Miró hacía su lado y se fijó en las bolsas que aún quedaban.
¿Pero que compraba esa mujer?
-Habrás dejado a la tienda sin nada –le dijo cuando la oyó entrar de nuevo en el salón.
-Ja, ja, muy gracioso. Bueno ¿Qué decías?
-Termina de guardar, si quieres.
-Quedan zapatos, pueden esperar.
Ella quitó las bolsas del sofá y las colocó a un lado. Sin poderlo evitar buscó la caja de las sandalias negras y la sacó. Quería verlas de nuevo. Le encantaban.
Colocó la caja sobre la mesita y la abrió, sacó una de las sandalias y comenzó a observarlas.
La boca de peter se secó al imaginarlas con aquellos altísimos zapatos, con aquellos zapatos y el conjunto negro que le había visto de lencería.
«Oh, dios» dijo para sus adentros. Se removió en el asiento, imaginar aquello no era nada bueno, nada bueno para su entrepierna.
-peter –lo llamó ella.
-Oh, perdona. Verás... -que difícil era, jamás le había costado nada pedirle salir a alguien, quizás era porque la gente se le acercaba, y estaba el echo de que no solía invitar a mucha gente a cenar- bueno, he pensado que quizás... podríamos salir a cenar... juntos.
-Yo... no se que decir.
-Podrías probar diciendo «si»
lali agachó la cabeza, y suspiró.
-No me parece buena idea. Siempre acabamos pelando.
-No tenemos porque acabar así, somos adultos, sabemos comportarnos.
-Ya...
-¿Entonces?
-No se que ponerme.
-Pues te has comprado muchas cosas.
-Pero es que no me he duchado ni nada.
-Es temprano, puedo esperar.
-No se, es que...
-¡Deja de ponerme excusas! –se quejó peter.
-Yo...
-Mira lali, quería ser amable, he pensado que salir a cenar nos ayudaría conocernos, podemos pasar un buen rato juntos, tanto fuera como dentro de la cama, y te lo quería demostrar, pero si me pones excusas no consigo nada.
peter se levantó del sofá, y caminó con decisión hasta la puerta.
-peter...
-lali, son las seis de la tarde. A las ocho y media saldré de mi casa, si quieres venir conmigo, te espero en la puerta, si no estás, estaré en el bar de abajo un rato. Luego me iré, te dejo en las manos la decisión... -abrió la puerta de la calle- ¿Qué otra opción me queda? –preguntó para si mismo riendo irónicamente- espero que vengas –añadió.
Luego la puerta se cerró y volvió a dejarla sola y aturdida.  

Jugando con fuego#laliterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora