Capítulo 7 (POV Mica)

61 2 0
                                    

Pensaba mucho en preguntas que no podía responder, es decir, preguntas filosóficas, y en ese instante tengo miles para hacerme, pero a diferencia de cuando me surgen cotidianamente, en ese momento me irritaban más.

Salí corriendo por el pasillo hacia la nada misma, sabía, pero no sabía lo que buscaba. Al llegar al último piso, agotada, transpirada, pero no rendida, no pude contenerme de pie y me desplome contra el piso. Quede acostada por un largo plazo, sin sentir, sin mirar, sin saber lo que pasaba a mi alrededor.

-¿Vas a llorar?- me pregunté a mi misma- ¿Serás tan cobarde como siempre?- mi autoestima cada vez disminuía más.

Y con esas ultimas preguntas, liberé gotas de mis ojos, detrás de ellos parecía que habían dejado abierta una canilla, mis cachetes se enrojecían e iba perdiendo el poco aire que me quedaba, no era asmática, ni era común que el aire me faltara. En esta situación hubiese deseado morirme, pero estaba cumpliendo mi sueño, viajar al pasado.

Grité muy, pero muy fuerte, nadie me había escuchado y aunque no me hubiese gustado que por mi escandalo me echaran del hotel, me hubiese agradado que aunque sea alguien pudiera percibir mi dolor, ya que me sentía más sola que nunca.

-Hola- dije carraspeando- ¿Qué es esa de allá?

El señor me señaló el plato que yo preguntaba y le afirmé que era ese del cual quería saber.

-Tarta de pascualina acompañada con una ensalada hecha por el chef de nuestra magnifica cocina argentina- explicó como obviándolo.

-Ah- fingí tener interés por lo que me decía, pero no logré actuarlo bien- quiero un poco por favor.

Luego de que me sirva lo pedido, me ubique en una de las mesas que creo que la gente ni notaba que estaban allí, dado que nadie las ocupaba. Acomodé mi bandeja y fui a servirme jugo en la mesa de las bebidas.

Me asombró que no haya venido Clara, pero no quise ir a preguntar, ya que ella debería estar descansando.

-¿Puedo sentarme?-me pregunto al parecer un dulce chico.

-Si, por supuesto- contesté tartamudeando.

-Me sorprende lo grande que es este hotel, y no llegan a haber más de, asi por decir, a simple vista, cien mesas- miraba para los costados.

Afirmé mientras me metía el pedazo de pascualina en la boca.

-No estás acompañado de nadie- me animé a interrogarle, pensé en que la pregunta tenía sentido, ya que parecía un chico de mi edad.

-La verdad, es que nadie me puede acompañar- susurró.

Inmediatamente pensé en un niño abandonado desde muy chico, esas situaciones me partían el corazón en miles de pedazos, por lo tanto intenté cambiar de tema, pero él lo hizo primero:

-¿Cómo te llamás?

-Micaela. No me gusta que me llamen por mi nombre completo, parece que me están retando, decime Mica o Cucki.

- Jaja, Cucki- soltó una risa muy tierna- me llamo Paul, igual que a vos, no me gusta que me llamen por mi nombre completo, por lo tanto me dicen Qui.

-¿Cuántos años tenés?- yo ya empezaba a hablar con más confianza.

-Soy muy viejo- bromeó- tengo diez y siete.

Me sorprendí al escuchar el número, tenía tantos como yo.

-Entonces supongo que yo también soy vieja- respondí tratando de jugar como él, pero no me salió- los diez y siete también son mios.

Paul era muy rubio, y tenía los ojos demasiados celestes, esa mirada que poseía te enamoraba, me gustaba su actitud hasta donde lo había conocido, me parecía un chico bueno. El tenía defectos, como todos, pero algunos sobresalían, era albino y cuando te miraba fijo sus ojos se desviaban, pero si él no me lo contaba, ni me daba cuenta.

-¿Sabés algo?-me susurró- gracias

-¿Por qué?- volví a susurrar como el, pensando que era un chiste.

-Porque no te asustaste de mi- sonrió.

-¿Por qué tendría que hacerlo?- me puse tensa.

-Porque chicas lindas como vos cuando yo me acerco me miran con cara rara, como pensando que soy alguien de otro mundo, tan solo por ser diferente- lamentó

Sabía que estas conversaciones siempre tocaban algún punto débil, por eso decidí hablarle de otra cosa.

-¿Qué te trajo hasta acá?- cambié de tema, sin siquiera responderle al agradecimiento.

-Con sinceridad, no se bien que me trajo hasta acá, tal vez la atracción por vos- pensó antes de seguir hablando- no pude evitar seguirte cuando saliste del aula de matemática, te esperé en la puerta del baño un largo tiempo y al ver que no salías decidí entrar al toilette de mujeres, pues ahí fue cuando el espejo me tragó.

Me quede mirándolo fijamente, no era posible, ¿Quién era?

No todos los sueños se cumplen a la perfecciónWhere stories live. Discover now