Todas las tardes a los niños del orfanato se les permitía salir a divertirse en el pueblo con la condición de que regresaran antes del ocaso del sol. Emily siempre visitaba la pradera del peñasco, le gustaba sentir la brisa del mar en su rostro mientras escribía.
El sol pronto comenzó a despedirse y el océano se tiñó de un rojizo intenso al igual que la pradera. La niña aún permanecía escribiendo pero al notar el crepúsculo se detuvo y se recostó mirando hacia el cielo; por un segundo pensó que ya era hora de irse, pero luego no le importó, total, seguramente nadie se daría cuenta que haría falta su presencia en la cena. Emily esperaría la noche en el peñasco porque estaba segura que desde allí al fin podría ver una estrella fugaz.
Con forme el tiempo pasó, el atardecer rojizo se transformó en naranja, luego en violeta y en un abrir y cerrar de ojos la oscuridad envolvió el ambiente.
Emily se sentía tan sola que podía oír los latidos de su propio corazón; se oían lentos y pausados, ella suponía que era por la profunda tristeza que le invadía por sentir que no encajaba en ningún lado.
Su mirada se perdió por un momento en la espesura de la pradera que era iluminada por miles de luciérnagas, las lágrimas de la pequeña fluían con el tenue viento que se deslizaba por el altozano.
-Mamá, papá, los extraño mucho...si tan sólo hubiera una persona que me quisiera, su ausencia no dolería tanto...
Cuando Emily volvió a ver hacia el cielo una estrella fugaz se deslizó por la oscuridad y rápidamente cerró los ojos y sintió una fuerte ráfaga de viento que la envolvió. Todas las hojas que había escrito salieron volando.
"si encuentro una estrella fugaz...¿podré ser felíz?..."
"¿será que algún día alguien me querrá?"
"Tengo mucho miedo que después de todo, eso no suceda"
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Un deseo a las estrellas
Short StoryUna estrella fugaz se deslizó por el manto estelar salpicado de estrellas. Al fin había llegado lo que Emily pedía todos los días antes de dormir: dejar de ser invisible por lo menos para una sola persona y esa persona era Lahatiel. Él, le enseñó...