Han pasado dos meses desde que pasó la noche con Katniss. La ve seguido, no tanto como le gustaría pero al menos tiene la dicha de observarla cada cierto tiempo. Esta radiante últimamente, ha cogido algo de peso, lo que le sienta de maravillas porque luego de los Juegos estaba muy delgada.
No hablan de esa noche, en realidad no hablan y punto. Sus conversaciones son una serie de preguntas que responden con monosílabos. Por eso le sorprende que esa tarde este en la puerta de su casa. Con su pelo recogido en una trenza y la mirada llena de un sentimiento que el panadero no alcanza a reconocer.
— Katniss — él está sorprendido y ella solo rie a carcajadas — ¿Has venido hasta aquí a reírte en mi puerta? — esta sorprendido y algo enojado pero su risa le devuelve algo de la vida que había perdido desde que estuvieron juntos.
— Estas completamente blanco Mellark — ronrie la castaña acariciando su rostro para quitar la harina que tenia por estar horneando pan— ¿Puedo pasar? — lo observa, y él sabe que no le negaría nada a esos ojos grises.
— Entra— le deja espacio para que pase — para tu información... estaba descargando mi ansiedad.
— Hoy es el anuncio... quería verlo contigo — estaba claro que era el anuncio por eso él amasaba y por eso ella estaba en su casa, hablándole.
Se quedaron en la cocina. El hornea y ella solo lo mira, embelezada. A veces abre la boca y él espera que diga algo pero enseguida ella se cierra y mira al piso, preocupada.
La televisión se enciende a las ocho en punto. Cada uno tiene una taza de chocolate y unas rodajas de pan recién hecho. Se sientan en el sofá y ven a Caesar presentar la ceremonia de apertura de sobres que se realiza cada veinticinco años. Katniss está palida y Peeta se pregunta si es solo por lo que pudiese ocurrir con el Quarter Quell o si es que algo oculta.
Snow hace su aparición. Un niño le enseña una bandeja, en ella un sobre con el sello de Panem. El presidente abre la carta sin apuro, expectante, malévolo. Recita las palabras y a medida que suelta cada una de ellas con su boca de serpiente, Peeta palidece de la misma forma que Katniss.
Como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros mas fuertes son rivales para el poder del Capitolio, los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores.
El panadero mira a su acompañante, ella ya esta en pie. Una lagrima solitaria desciende por su mejilla y le dedica una mirada triste antes de salir disparada hacia la puerta. Peeta la sigue, pero su pierna no es muy hábil para correr. Va detrás de ella, corre intentando no perderla de vista y a los 10 minutos sabe exactamente a donde va. Ya no tiene la necesidad de correr. Camina lento pero seguro, atravesando la Veta. Algunos curiosos han salido de sus casas y al verlo cubren sus bocas, ahogan quejidos de angustia. El doce tiene tres vencedores, dos hombres y una mujer. Eso lo deja todo claro, Katniss esta obligada a volver a la arena.
La vieja casa de los Everdeen no se compara en nada a la casa de la Aldea, pero se ve acogedora. Peeta tantea la puerta y entra. Katniss esta en un rincón abrazada a la cazadora de su padre meciéndose aferrada a sus rodillas. Él quiere reconfortarla pero antes es preciso que encienda la chimenea o morirán de hipotermia. Busca lo necesario y unos diez minutos después el calor de la chimenea atrae a Katniss hasta su lado. No dice nada, simplemente apoya su cabeza en su hombro y toma su mano, con fuerza.
— Katniss — empieza a decirle, ya no soporta el silencio — yo te protegeré ante todo...
— Peeta... no puedes ir a la arena ¿entiendes? — sus ojos se encuentran y Katniss ya no llora, en su lugar, las orbes grises irradian determinación.
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Es lo que hacemos
Фанфик¿Qué hubiera ocurrido si el bebé fuera real? Un giro a la historia que tanto amamos.