Parte 14 No quiero vivir

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Nos costó bastante hacer entender a Juan la condición de Owen, incluso en muchos momentos creyó que tratábamos de tomarle el pelo, pero tras escuchar la historia de Owen, ver la manera en que sus heridas sanaban y el hecho de que seguía vivo tras un disparo en el corazón lo obligaron a aceptar la realidad.

— Entonces, ¿Crees que exista la manera de ayudarla? — dijo Owen mientras se ponía vendajes.

— No lo sé, tu caso es algo único, nunca había escuchado de algo similar. — respondió Juan

— ¿Entonces se puede hacer? ¿o no? — pregunte.

— No lo sé, podríamos intentarlo, pero habría que identificar la fuente de la mutación de Owen para tratar de fabricar un fármaco y no tenemos el equipo — afirmo Juan.

— Pero alguien lo tiene ¿no es así? — dijo Owen.

— Existe un lugar que tal vez aun siga de pie —

—¿Cual? — pregunte emocionada.

— El centro nacional de virología avanzada.

— Así que el CENAVA eh ¿Crees que haya otro lugar? — pegunto Owen.

— Lo dudo, si hay algún laboratorio que tiene lo que necesitamos ese es el CENAVA.

Me puse de pie de inmediato y comencé a reunir todas las provisiones y mochilas en un solo punto, los chicos me gritaban, pero la emoción no me dejaba escucharlos hasta que Owen se acercó y me detuvo.

— ¿Qué haces? no tenemos tiempo que perder — dije.

— Sofía el CENAVA se encuentra en la capital eso está a dos semanas caminando.

— Usemos los autos.

— Aun así, serian dos o tres días, a Lucia le quedan horas.

— No lo acepto.

— De que hablas, esto no es algo que puedas detener por capricho.

No le respondí.

Comencé a revolver la mochila de Juan y saqué el frasco que contenía el antídoto junto con una jeringa la cual procedí a llenar con la substancia.

— Sofía eso no servirá de nada, el virus a avanzado demasiado — me dijo Juan.

Haciendo caso omiso a Juan me dirigí a Lucia, sé muy bien que su estado es crítico y que esa inyección no la sanaría como por arte de magia, pero cuando se la inyectaron a Owen este perdió su capacidad para sanar al igual que la fuerza de sus piernas. De alguna manera el antídoto lo había regresado por un momento a su estado anterior a la enfermedad y si funcionaba igual con Lucia, tal vez nos daría el tiempo de llevarla a la capital.

Me acerque al cuerpo de Lucia y coloque mis dedos en su cuello para tomarle el pulso era muy débil, pero seguía ahí, su corazón aun latía. Tome la jeringa y se la inyecte directo en la carótida.

Juan y Owen se encontraban a mi lado, los tres estábamos expectantes de lo que sea que fuera a pasar.

Ya habían pasado varios minutos desde que se inyecte el antídoto, pero aun nada había pasado.

— Te dije que ya era muy tarde, lo lamento — me dijo Juan mientras habría los brazos tratando de abrazarme.

— Aun no es seguro — dije apartándolo.

— ¿Qué esperas que pase? — pregunto Owen.

— No lo sé, pero no tenemos nada que perder.

La última broma de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora