Parte 1 Estoy viva

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Es curioso cómo pasan las cosas, un día puedes estar viendo por la ventana pensando en una infinidad de simplicidades pero que para ti son lo más importante del mundo y un día después estas corriendo por un callejón sintiendo como el terror se apodera de cada una de las fibras de tus músculos mientras tu perseguidor está cada vez más cerca.

¿Qué fue lo que pasó?

Me es difícil explicarlo, de hecho, nadie está completamente seguro de que pasó, todo fue muy rápido. No soy la indicada para responder esa pregunta solo sé que en unos días la humanidad se fue a la mierda, la misma humanidad que dominó los mares y los cielos la misma que dominó el mundo y llegó a creer que mandaba sobre todas las cosas, pero aun así todos murieron tan rápido.

Al principio todos decían que estaríamos bien, que solo era una epidemia como cualquier otra y sería fácil de curar. Yo ya no creo en eso, dejé de creer en eso en el momento que vi a mi madre recién fallecida arrancarle la piel de la garganta a mi padre que lloraba a su muerte solo para después posar sus ojos sobre mí.

Nada tenía sentido.

Aun no logro dormir, al menos no sin recordarme corriendo por ese callejón huyendo de mi propia madre o al menos lo que solía ser mi madre, pero no solo era mi madre eran todos, todos los que habían estado en cama, nuestros familiares y amigos todos los que habían sido víctimas de la pandemia ahora estaban de pie, pero no de la forma en que todos hubieran querido.

Sigo aquí, aún estoy dentro de él auto desvalijado en el que dormí anoche sigo usando la misma ropa andrajosa y mi cabello sigue despeinado y sucio aún estoy viva.

— Buenos días Sofía — me digo a mi misma en voz alta.

Levantó lentamente la cabeza para ver que no haya nadie cerca, pero si hay alguien o algo más bien dicho, se mueve lentamente sin rumbo fijo alejándose del auto, de haber despertado unos minutos antes me lo habría topado justo a mi lado y habría tenido problemas no es que me cueste matar a uno solo el problema es el ruido lo último que quiero es atraer un cúmulo de ellos, no tengo tantas balas y perdí mi cuchillo hace dos noches lo deje clavado en el pecho de aquel joven que trató de atacarme.

No puedes fiarte de nadie hoy en día los vivos son más peligrosos que los muertos por eso los evito. Existen muchos poblados lugares donde la vida parece prosperar de nuevo, donde la gente compra y vende, pero es una falsedad esos lugares no son más que madrigueras de lobos.

Tal vez yo fui la que me busqué problemas, una chica de 19 años no puede poner un pie dentro de esos lugares si va sola, después de todo mi cuerpo vale 3 kg de carne la hora, o al menos eso me dijo el sujeto que me vendió la lata de sopa de verduras, parecía un buen hombre, cuando me vio no trató de retenerme ni llamó a sus compañeros, sino que me atendió lo más rápido que pudo y me despido pero no sin advertirme del peligro antes.

El problema vino después, a la salida del poblado un viento me arrancó la capucha que traía dejando mi cabeza al descubierto por un instante, la coloque en mi cabeza lo más rápido que pude y rece porque nadie me hubiera visto, que ingenua fui.

Un joven alto y delgaducho corrió hacia mí, no me detuve a preguntar, cuando lo tuve a medio metro le clavé mi cuchillo en las costillas, el grito que emitió me desgarró los tímpanos y alarmó a todos los del pueblucho.

— ¡Mierda! — exclamé.

No tenía tiempo que perder tenía que huir de ahí pero mi cuchillo quedó trabado.

— Lo clave en su maldita costilla, con un demonio sal — era en vano ese cuchillo no iría a ningún lado, cuando escuche el primer disparo solté el mango y corrí al bosque, no quedaba lejos.

200 metros, seguían disparando creo que son idiotas los van a atraer.

100 metros, una bala impactó el suelo junto a mi pie derecho.

— Estos cabrones no me quieren viva, ya casi ya casi — el bosque estaba justo frente a mí.

Lo había logrado, me adentre en el follaje, pero las balas aún continuaban, seguí corriendo con rumbo a la autopista hasta que deje de oír disparos, camine unas horas más hasta encontrar una camioneta familiar que aún conservaba sus cerraduras y vidrios intactos.

— Que suerte.

Entre a ella cerré las puertas me cubrí completamente con una sábana y me dispuse a dormir.

Llevo dos días en este auto, pero la verdad no me importa es el lugar más cómodo en el que he dormido en 4 meses.

— Dime Sofí cual es el plan para hoy, tal vez dormir toda la tarde... de nuevo.

Ya me era costumbre hablar sola, era necesario para mí, necesitaba escuchar una voz, aunque solo fuera la mía o podría volverme completamente loca, si es que no lo estaba aún.

Tome mi mochila y vacíe mis provisiones en el asiento me quedaban dos latas de comida y litro y medio de agua, guarde las cosas en la mochila y sonreí sarcásticamente.

— Hoy no moriré, al menos de hambre.

Salí del auto y me dispuse a revisar el resto de los coches, no pensé encontrar nada ya que todos parecían haber sido saqueados, pero no perdía nada con intentarlo por lo menos así me mantendría ocupada, uno por uno fui revisando los autos como pensé nada, hasta que di con una mochila debajo del asiento de un Tsuru rojo.

— Bien.

Tomé la mochila y la abrí, pero no contenía nada importante, era solo ropa había un par de blusas y una falda corta, quien sea que haya empacado esto no estaba pensando en sobrevivir, analice la ropa y voltee a ver la mía. Llevaba un pantalón tan roto que parecía solo un pedazo de tela sobre mis piernas y una blusa que llevaba tanto tiempo sucia que no recordaba cuál era su color, me quede parada 10 segundos mirando aquellas prendas y comparándolas con las mías no lo pensé mucho y me desnude.

Hace mucho que no usaba algo así, limpio y bonito, continúe revisando autos, encontré un par de termos vacíos una lata de quien sabe qué y una caja con aspirinas, fue un buen botín sobre todo por las aspirinas, me eche mi mochila al hombro y camine de regreso a la camioneta.

Parecía que este día terminaría sin sorpresas, pero algo no andaba bien sentía un malestar algo en mi pecho que me decía que estuviera atenta, escuche un ruido cerca de los árboles, pero no un ruido como el que hacen "ellos" más bien parecía alguien ocultándose, saque el arma de mi mochila y continué mi camino, pero la presencia no se iba tal vez estaba paranoica, pero estaba segura que alguien me seguía. Apresure el paso aun cuando pase la camioneta que fue mi cama no me detuve, el viento comenzaba a soplar y el sol amenazaba con ocultarse, comenzaba a hacer frío ¿En qué demonios estaba pensando al ponerme esto? Se me hielan las piernas.

Pase de trotar a correr hasta ocultarme detrás de un auto, amartille mi arma y espere a que mi perseguidor se pusiera a tiro. Lo sentía de nuevo, el miedo.

Estaba temblando y comencé a llorar, ya estaba harta de esto ya estaba harta de esconderme, de ocultarme y de temerle a las personas, quería acabar con todo, pero no podía tenía que vivir se lo debía a alguien.

Escuche pasos, se acercaba, pero no podía verlo.

— Miserable sal — susurré.

Pero había algo más algo que me tomo por los hombros y emitía gruñidos ahogados, giré y paté al engendro, antes de que se levantara y se abalanzara sobre mí le dispare en medio de los ojos, cayó ya sin vida, sonreí todo estaba bien de nuevo, pero esa alegría me duró medio segundo había alguien detrás de mí podía ver su sombra, lo había olvidado y ese error me costara muy caro. Gire y lo patee con toda mi fuerza en las costillas haciendo que el sujeto se doblara de dolor, apunte mi arma a su cabeza, pero antes de presionar el gatillo me la arrebató de las manos, fue algo muy rápido ni siquiera sé cómo lo hizo, antes de que pudiera siquiera gritar me golpeó la cabeza con la culata de la pistola y caí al suelo.

Todo se desvaneció.


Fin de la Parte 1


La última broma de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora