Parte 30 Deceso

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Jamás creí que Isaac llegaría a perder la compostura de esa manera, respiraba agitadamente, su tez se había tornado rojiza, y la mano que sostiene la jeringa temblaba sin ningún disimulo mientras que en la habitación de había sembrado un aura sepulcral.

Nadie parecía capaz de mover un solo dedo o siquiera hablar, hasta el momento en que un rugido proveniente de fuera nos sacó a todos de dicho trance.

Aún no se callaba el rugido cuando un sonido aún más terrible retumbó en mis tímpanos, al girar note como Isaac clavaba la aguja en el cuello de Lucía y vaciaba el contenido de esta mientras que ella gritaba de dolor.

— Tardaron más de lo que creí — dijo Isaac.

Owen se lanzó a una velocidad descomunal sobre Isaac, este no logró reaccionar sino hasta después de que Owen le había arrebatado la aguja y lo había arrojado con toda su fuerza contra la pared. Pude escuchar el sonido de su espalda crujir seguido por la sangre que brotó de la boca de Isaac, el impacto fue tan terrible que le causó graves daños internos, si no recibe atención inmediata seguramente moriría hoy mismo.

— Nada mal niño — dijo Isaac entre jadeos.

Owen se arrodilló junto a Lucía quien respiraba de forma arrítmica y se retorcía de dolor.

— ¡¿Cómo lo detenemos?! — gritó Owen furioso.

— No se puede, ella morirá aquí y después los matará a todos.

— Estás muerto sin nosotros y lo sabes — dije con firmeza.

— No me importa en lo absoluto que sea hoy de mi — dijo Isaac con dificultad.

— Entonces te pudrirás aquí.

Isaac me miró fijamente pero después posó sus ojos sobre Owen.

— Oye mocoso ¿Creías que no me daría cuenta de que eres portador del Daemonium? — dijo Isaac.

— Y que, si lo soy, eso ya no tiene importancia — respondió Owen iracundo.

— Cada uno de ustedes es más idiota que el otro, creí que eras lo que había esperado todos estos años, pero solo fuiste una enorme decepción.

— ¿De qué está hablando? — preguntó Juan.

— Pude completar las pruebas con lo poco que tenía ¿Saben de qué me enteré? Accipire es imparable, no hay nada que alguien pueda hacer para matarlos a todos mucho menos para curarlos.

— Mis padres ¡Tú lo prometiste! monstruo, demonio — gritó Alina a la vez que estallaba en llanto.

— Deja de berrear estúpida, yo no fui quién los mató, recuérdame quién fue — dijo Isaac desafiante.

Alina no dijo nada a continuación, solo se desplomó sobre el piso como si su espíritu hubiera abandonado su cuerpo en ese mismo instante.

— Yamileth saquemos a todos de aquí, ya no tenemos nada que hacer en este lugar — dijo Owen a la vez que le daba la espalda a Isaac.

— Déjenlos levantarse, este lugar ya se jodio de todas formas — dijo Yamileth fríamente.

Juan no tardó en ponerse de pie, pero Alina no parecía poder mover siquiera un músculo.

— ¿Señora que hacemos con el bulto? — dijo uno de los hombres.

— Cárguenla, no sean holgazanes.

La última broma de la naturalezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora