Capítulo 7

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Son las cinco y media de la mañana cuando mi despertador empieza a sonar. No pueden imaginar mi alegría por haber dormido tan sólo dos horas, pero, cuando mi jefa dice todo el día, se refiere desde que sale el primer rayo de Sol hasta que se esconde.

Me dirijo al baño y decido darme una ducha de agua fría para intentar despertarme, lo cual no logro, y me visto con mi ropa de misión: un enterizo negro pegado al cuerpo muy flexible. Me coloco un cinturón especial gris que tiene lugar para colocar dos pistolas, cinco granadas (de humo, olor... no llevo de las explosivas), mi celular (en caso de emergencia) y un par de porta-navajas.

Me calzo unas botas oscuras y me abrigo con un sobretodo marrón claro, que más que para no tener frío es para cubrir mi traje, y salgo de la habitación tratando hacer el menor ruido posible. Los pasillos están, obviamente, vacíos, después de todo son las seis de la mañana, y, aprovechando eso, camino rápidamente hacia la cocina. Una vez allí, me escabullo por la puerta de servicio.

Inesperadamente, tan sólo hay un único guardia vigilando esa entrada, el cual me mira extrañado y alza una ceja.

—Es que hoy llegan mis padres... de viaje... sí, de viaje y prometí que los iría a buscar al aeropuerto —invento y le sonrió.

Él parece tragarse la excusa y asiente. Me despido con la mano y sigo mi recorrido. Estoy a punto de liberarme por completo, cuando veo al príncipe Jules venir hacia mí. Él, al verme, alza una ceja y se acerca.

—¿Puedo preguntar qué hace saliendo del castillo tan temprano? —pregunta con cierto deje de burla.

—Usted puede preguntar, pero yo puedo elegir responder —contesto de la misma manera. Él se ríe, una risa forzada y sarcástica.

—¡Qué graciosa! —murmura sarcástico

—Lo sé —respondo confiada—. Además, yo también podría preguntarle por qué es que vuelve tan tarde... o debería decir temprano. —Una idea cruza mi mente—. ¿Acaso... usted fue a un bar...? ¡O mejor aún! ¡Un club de strippers! —se sonroja levemente—. ¡No me lo puedo creer! —En realidad, sí puedo y es muy divertido.— ¿Me pregunto qué pensará la prensa si se enterara? —Sonrío malvada y él bufa.

Empieza a caminar de vuelta al palacio, pero no sin antes chocar mi hombro con el suyo y susurrar:

—Prepárate, porque el lunes haré que te arrepientas de haber venido a Heyen —y se va.

Una sonrisa victoriosa aparece en mi rostro: he ganado esta discusión.

***

A unas pocas calles del castillo encuentro a Fred, uno de los choferes de la agencia, esperándome junto al auto negro. Al verme, me sonríe educado y yo le respondo de la misma forma. Me abre la puerta trasera, entro y él la cierra tras de mí.

—Por poco y creí que te habías quedado dormida. Eso sí que hubiera sido una sorpresa, Hale —ríe Tiffany, una simpática joven pelirroja de unos veintisiete años especializada en bombas, que está sentada en la parte trasera, como yo.

El auto arranca.

—¡Sí, claro, Miller! Hale llegando tarde... como si fuera posible —contesta Mason, un hombre castaño de la misma edad que Tiffany. Es uno de los jefes del departamento de investigación, creo. Él ocupa el lugar del copiloto.

Protegiendo a la Familia RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora