Capítulo V
"En medio de una pesadilla"
No era posible. No podía serlo para ella. Se encontraba en medio de aquella realidad que tanto anhelaba que fuesen irreal para ella. Su tío, esa mañana, le recordaba una vez más que ese día se convertiría en la esposa de aquel escocés que se veía obligado a contraer matrimonio con ella. Y después de todo, él había conseguido lo que se había planteado para aquella temporada, a pesar de su negativa. Y no era para menos que se sintiese tan frustrada, siendo sabedora que aquella elección la había conseguido ella al subirse al carruaje de lord Albert O'Dubgaill.
Ella se había puesto en bandeja de plata y su tío había conseguido lo que deseaba. Como siempre desde que ella tenía memoria. De eso no le quedaba la menor duda. Durante toda su vida, estando a su cuidado, su tío siempre había conseguido lo que ambicionaba. Excluyéndola. Aislándola. Aún siendo ella la dueña de aquel lugar que había heredado de su padre.
Y siendo mujer, debía atenerse a lo que sucediese en ese mundo de hombre. Aquel único plan que había realizado le había fallado.
— Dios, dame fuerzas para sobrellevar esta terrible pesadilla... Me encuentro en la merced de mi tío y su avaricia de siempre querer más... Aún me pregunto si en realidad era hermano de mi padre...
No podía quitarse esa idea de que en pocas horas ella iba a casarse. ¿Acaso podía haber una desgracia peor que aquella en ese instante?
Aquel día sería su funeral. Pero no iba a permitirse verse acongojada ni desvanecida. Ella era fuerte. Y siempre lo sería.
En poco tiempo iba a casarse con un caballero al que su tío consideraba perfecto para ella. Y nadie más que ella conocía a la perfección la razón. Finalmente conseguiría una manera para quedarse con su dinero. Y no estaba dispuesto de que alguien más arruinase su plan... Ni la negativa de ella misma...
Ni siquiera su propia opinión... ¿Desde cuándo la opinión de una mujer valía en un mundo de hombre? Él era su tutor, y sólo él tenía la verdad absoluta en sus manos.
— ¿Alguien ha logrado lanzarte el anzuelo y atarte? ¿o realmente te han amenazado de tal manera que te has acobardado?— le expresó su primo James con una sonrisa pícara y burlona, al entrar a la biblioteca de su propiedad y interrumpirlo, al mismo tiempo que cruzaba los brazos y se recostaba de la pared—. ¿No me dirás que permitirás un matrimonio a la fuerza para evitar un duelo?
— Hola James...—le respondió en un tono áspero, mientras lo miraba seriamente—. Ya veo que te has enterado...¡Burlate de mi desgracia y disfruta de mi prematuro funeral!...
— He venido solo a darte ánimos...
—¿No te parece que deberías estar con tu esposa en vez de estar aquí para darme esa clase de ánimos?
— Ciertamente... Pero éste es un momento que jamás pensé que vería tan pronto... ¡Y heme aquí visitando al mal humorado de mi querido primo!
— ¿Me harás ver como tu bufón de circo justamente hoy?
— Querido Albert... Simplemente es que después de enterarme sobre todo lo que te ha llevado a comprometerte tan pronto con una señorita, me tiene anonadado. Y he venido con Annette a tu boda. No podía dejarte solo justamente este día.
— Había decidido que fuese una boda privada sin casi invitados... No me apetece esta unión, pero he de imaginar que mi hermana o mi abuela te informaron.
— Sí... Fue Judith. Ella me pidió que viniera a verte. Temía por tu bienestar a entender que en este momento necesitabas alguien con quien desahogarte.
— Entiendo...—se bebió aquel vaso de coñac que se había servido, mientras intentaba olvidar que en poco minuto debía asistir a la iglesia donde se realizaría aquella boda— Y he de imaginar que te explicó que toda mi desgracia se debe a esa insensata señorita que se le ocurrió subirse a mi carruaje la noche que decidí ir solo a un baile de temporada, en vez de elegir a otro.
— Cualquiera podría pensar por tu irritación que la señorita Browman es espantosa, en vez de ser una hermosa mujer... Y que te han atado a la peor pesadilla que un hombre como tú podría querer.
— Me encuentro en medio de una pesadilla... ¡No lo olvides!... Pero, no es porque sea ella espantosa. Realmente me da igual si es hermosa. Simplemente no deseaba casarme y ella acabó con toda esa expectativa...Por lo que si vas a celebrar por mi prematuro funeral, es mejor que bebas junto conmigo. O no digas nada más...
— No hables así... La vida te puede hacer cambiar de parecer...— dijo para animarlo, mientras se acercaba a su primo, para tomar asiento en el sillón que se encontraba al frente suyo.
— ¡Si, por supuesto!— expresó con cierto sarcasmo.
—Ve eso como algo positivo. Además, de que quizá la vida te tenga un motivo razonable de por qué la colocó en tu camino.
— No empieces con tu filosofía... Esa todo te sirvió a ti. ¿O es que has olvidado, que de pronto, se te dio por ser un buen samaritano cuando te ofreciste en ayudar a Annette?
— Al principio la odiaba... No soportaba cruzarme con ella. Y era un sentimiento mutuo. Pero, la vida me hizo ver por qué la había cruzado en mi vida... Y no me arrepiento. Ella llegó a mi vida también para salvarme y ser todo lo que soy...
Albert sonrió con altanería y prepotencia. Sabía que su historia jamás sería como la de su primo. Jamás podría amar a Jocelyn. Ella había arremetido con todos sus metas y eso nunca se lo perdonaría.
— Deja que terminé de lamentarme de mi terrible realidad con un poco de dignidad...—dijo al terminarse de beber aquella copa y ponerse de pie—. Con tu permiso. Iré a caminar el poco tiempo que me queda en este lugar.
Jocelyn, lejos de allí, volvía a sentirse melancólica y molesta con la vida, mientras se miraba al espejo. El presente de repente se desvaneció. Extrañaba a su padre. ¿Por qué él había tenido que morir siendo ella tan joven?
*****************************************************************************
Muchas gracias por su apoyo. Sus votos y comentarios. Aquí les dejo un nuevo capítulo.
ESTÁS LEYENDO
Un Corazón Inalcanzable ( 3er libro)
Historical FictionLord Albert O'Dubgaill jamás pensó que su vida podía cambiar de la manera que había ocurrido cuando aquella joven dama irrumpió su vida al subirse a su carruaje, fingiendo que había sido una simple equivocación. Para después escuchar su súplica de q...