Un Corazón Inalcanzable
(By: Adriana Rangel)
Prólogo
Temporada de Londres. Primavera de 1822
Lord Albert O'Dubgaill no podía con aquella consternación que sentía. Su tranquilidad había sido irrumpida a causa de aquella señorita que había entrado a su carruaje, fingiendo que había sido una simple equivocación. Para después escuchar su súplica de que no la delatara, al ver que un par de caballeros iban en su búsqueda, cuando repentinamente él había decidido no acudir a aquel baile y había pedido a su cochero que regresara a su propiedad en Piccadilly. Siendo el primero de su familia que había llegado a Londres debido al inicio de aquella nueva temporada.
Y era inaudito que aquello le estuviese ocurriendo a él, siendo un escoces de las tierras altas que había procurado alejarse de los escándalos o los costilleos que pudiese ocurrir en aquellas temporadas que se abrían ante sus ojos cada año.
Además, de una cosa estaba claro: "No era un buen indicio ser un buen samaritano". Ya había sido testigo de cómo su primo James Cavendish, había terminado aquella primera vez que lo había sido.
- Por favor, señor... No me delate... Se lo suplico.
-Deme una buena razón y no lo haré.-dijo sin ocultar su irritación.
- Estoy huyendo...
-Eso me ha quedado perfectamente claro, señorita. Sólo que no pretendo ser su cómplice. Al menos que me dé una explicación creíble.
- No quiero entrar en ese baile... No quiero ser presentada en sociedad esta temporada.
- ¿Tan mal sería que le consiguieran un pretendiente?- expresó con una sonrisa burlona.
- No soy un títere... Y debería encontrarme aún en duelo.
- ¿Quién es usted?- preguntó con interés al saber que aquella señorita se encontraba en duelo.
- ¿Le ayudaría saber mi nombre?-le espetó con seriedad.
- Tendría la maravillosa oportunidad de no ser elegida por mí esta temporada, si se me presentara la oportunidad.-le expresó con ironía y seriedad.
- De igual forma encontraré la manera de arruinar el propósito de mi tío y de mi primo. Sólo le pido que no me delate en este instante... Si lo logro, le aseguro que no volverá a saber de mí... No necesita saber mi nombre.
-Por supuesto que sí...-alzó una ceja- Y está en su mano la decisión final de si quiere realmente que le ayude o le delate.- expresó al ver a aquellos caballeros pasar cerca de su carruaje, cuando estaba dispuesto a pedirle a su cochero que se detuviera si ella no colaboraba.
- Usted es...
- Su nombre...-hizo un gesto que le hacía evidente que detendría su carruaje en ese preciso instante y la pondría en evidencia, comprometiéndose a sí mismo. Algo que sería una pesadilla para sí misma. Porque aunque no sabía quién era aquel caballero, al su tío ni a su primo, les importaría comprometerla con él.
Lord Albert O'Dubgaill estaba a punto de darle la orden a su cochero de que se detuviera en ese preciso momento. Todo aquello era una completa pesadilla para un hombre como él. Por años había seguido los pasos de su primo James, aunque no con la arrogancia de los Cavendish. Simplemente él lo hacía con delicadeza o con una elegante diplomacia que había hecho ver a cada señorita con edad casamentera que él era un hombre con un corazón inalcanzable.
No era de extrañar que muchas de sus amistades le consideraban un idiota cuando él empezaba a burlarse al ver como sus buenos amigos caían tras los encantos de una hermosa señorita. En vez de ser uno de ellos.
Incluso James había resultado recibir un poco de su habituales comentarios cuando tenía en frente a un buen amigo que había dejado atrás la soltería.
- Te han cazado finalmente... Y yo que juraba que eras un hombre que había llegado a la conclusión de que jamás te casarías.
- Definitivamente me encontraba equivocado...-le miró fijamente, sin inmutarse en lo que sabía que su primo pensaba de sí mismo-. La vida da giros inesperados que uno no espera. Quizás me entiendas cuando seas el afortunado de que alguien quiera cambiar tu vida...
- No creo que sea accesible para las que pretendan cazarme...
- Ya te veré caer...- expresó con una sonrisa burlona-. Y nadie más que tú serás el responsable del golpe que te darás cuando menos lo esperas...-miró hacia donde se encontraba Annette con Judith, jugando con su pequeña hija Alondra.
James Cavendish sabía perfectamente qué era negarse a ser cazado, y serlo, cuando menos lo había esperado. Conocer a Annette le había cambiado la vida por completo, cuando él mismo huía de las ataduras. Y cualquier sentimiento que le llevase a "amar a alguien".
Sin embargo, para Albert O'Dubgaill era algo que simplemente no tenía sentido. Cada temporada era lo mismo. Y sí solía ir a algún baile, era porque su adorable hermana se lo pedía, cuando sus padres no podían acompañarles. Ella era una señorita casamentera. Y no era bueno perder el tiempo, cuando sabía que si llegaba a los veintitrés años, si aún haberse casado, sería vista como una solterona.
Pero esa noche había sido diferente. Judith aún no había llegado a Londres, al encontrarse en el condado de Devonshire junto a su amiga inseparable, quien se encontraba de nuevo en la dulce espera.
- Dígame, ¿quién es? O realmente cumpliré mis palabras.
- No... No puedo decírselo.
- Pues yo no pienso volverme su cómplice...-expresó apunto de dar la orden, sin embargo, ella le detuvo- ¿Ha cambiado de parecer?- expresó seriamente. Mirándola fijamente a los ojos, dándole a entender que hablaba seriamente.
- Soy lady Jocelyn Browman.
- ¿Browman? ¿ Es usted acaso la hija de coronel Darren Browman?
- Sí...
- No sabía que había fallecido.
- Fue una muerte repentina... Murió hace dos meses al caer de su caballo...
- Mi sentido pésame... Tuve el honor de conocerle, al ser presentados por lady Elinor Palmer.
- ¿No me delatará?
- Creo que ya hemos salido de la propiedad lord Dashwood.
-Gracias...-expresó apenada. Sin embargo, al mirar la cara de aquel caballero, comprendió, que no había gracias que valiera.
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Un Corazón Inalcanzable ( 3er libro)
Ficção HistóricaLord Albert O'Dubgaill jamás pensó que su vida podía cambiar de la manera que había ocurrido cuando aquella joven dama irrumpió su vida al subirse a su carruaje, fingiendo que había sido una simple equivocación. Para después escuchar su súplica de q...