Capítulo IX
"Huyendo de lo inevitable"
Una semana en aquel lugar había sido desagradable no tan solo para Jocelyn, sino para el mismísimo Albert, quien había tenido que compartir aquella misma habitación con su esposa, por capricho de su abuela. Un hombre como él había tenido que aprender lo que se sentía acostarse en aquel frío suelo, a pesar de las almohadas y sábanas que colocaba. No toleraba la simple idea de tener que compartir también la misma cama. Aquello era inaudito e intolerable. Y lo único que podía hacer debido a que era un caballero, era darle toda aquella cama a Jocelyn y sólo entrar cuando realmente era hora de dormir y tomar una ducha.
Del resto prefería estar lo más lejos de aquella mujer desagradable que jamás toleraría ni perdonaría.
Una de esa mañana la observó cabalgar por aquellas tierras de Edimburgo, tras los consejos de su abuela, debido a que una dama también podía divertirse no tan solo bordando o leyendo un buen libro. Expresándole, al mismo tiempo, aquellos viejos tiempo cuando era ella quien cabalgaba por aquellas tierras escocesas junto a su amado esposo.
Albert esbozó una sonrisa de fastidio. Estaba claro que era una invitación de que él debería acompañarla a cabalgar también.
Algo de lo que él no estaba dispuesto a cambiar de parecer. Preferiría lanzarse por los riscos de Salisbury Crags. Aquella idea se le había hecho ideal. Sin embargo, aquella idea se le había ocurrido una vez a la esposa de su primo James. Y realmente él no quería copiar el mismo ejemplo.
— Realmente eres irritante...—le había acusado su abuela.
— No sé por qué se sorprende... Jamás he pretendido ser diferente o cambiar de parecer...
— Eres un tonto arrogante... Tarde o temprano verás lo equivocado que has estado al comportarte de esa forma tan fría con tu esposa. Y espero que no sea tan tarde para que te arrepientas de tu gran error.
— No creo que me arrepienta algún día. No hay nada de qué arrepentirme...— sonrió un poco con indiferencia y frialdad.
Vio por última vez a Jocelyn y comprendió que lo mejor era alejarse de allí.
Y fue algo que siguió repitiéndose, día a día, mientras él se ocupaba en ser aquel hombre frío e indiferente. Y luego decidió que lo mejor era regresar a Carlisle. Donde nadie más le diría cómo debía llevar a su vida.
Londres.... Un año después.
En Londres una nueva la temporada reunía a la alta sociedad con sus habituales eventos. Judith al no ver a su primo ni a Annette le preocupó un poco. Era consciente que ellos habían sido padres al llegar a finales de noviembre del año pasado. Sin embargo, encontrarse con aquella carta que había recibido del abuelo de James había sido un balde de agua fría para su ser. Su mejor amiga de la infancia se había enfermado de escarlatina y se debatía entre la vida y la muerte. James estaba con ella, esperando lo peor. Mientras que el duque de Devonshire se encontraba con sus nietos y la nodriza de ellos en su propiedad de Londres.
— ¡Oh por Dios! ¡Oh por Dios! ¡Annette!—colocó una mano en su boca, mientras temblaba a causa de la inquietud que le producía aquella terrible noticia.
Se sentó en su sillón al sentir que las piernas ya no les respondían. Sintiéndose preocupada también por James.
— ¡Pobre James!
Había deseado dejar Londres y viajar al condado de Devonshire. Pero sabía que allí no sería de mucha ayuda. Y más bien se convertiría en un estorbo. Era mejor dejar aquellos bailes de sociedad para otro momento. Aunque quizás para el año siguiente sería un absurdo. Sería considerada una solterona, al tener veintitrés años. Respiró hondo ignorado aquel egoísta pensamiento. Se puso de pie y decidió dirigirse a la propiedad del duque de Devonshire y ayudarlo un poco. Grosvenor Square no quedaba lejos de donde ella se encontraba.
Informó a Albert y a su joven esposa, el motivo de por qué no asistiría a los demás eventos sociales de aquella nueva temporada. Se lamentó por no poder hacerles compañía, aunque comprendía que quizás era momento de que se llevaran bien estando solos. Aunque era consciente que su matrimonio no había comenzado con buen pie. Y una temporada como aquella le recordaba el por qué.
Cuando se marchó. Albert no pudo ocultar aquella nueva irritación. Había procurado evitar la compañía de su esposa, después de regresar a su propiedad, luego de haberse encontrado en Edimburgo. Y lo peor de todo, era saber que Jocelyn se había ganado la confianza de Judith, de su madre y de su abuela. ¿Podía ser peor?
Sí, se recordó que hasta Annette había congeniado con ella y se habían hecho muy buenas amigas. Por lo que para Jocelyn había sido duro saber que se encontraba enferma y no poder hacer nada. Sólo orar por ella.
Tras la ausencia de su hermana, intentó continuar unos días más en Londres. Pero al encontrarse en uno de sus paseos matutinos por el Hyde Park, al tío de Jocelyn, comprendió que era momento de regresar a Carlisle. Simplemente le bastó ver aquella sonrisa falsa en su rostro para comprender que seguiría con sus intenciones de buscar un aliado para conseguir aquella herencia que le pertenecía a Jocelyn.
— Es mejor que regresemos a Escocia... Nada nos obliga a continuar en este lugar. Simplemente había venido para estar con mi hermana.— le informó a Jocelyn cuando entró en su propiedad de Piccadilly.
Y siguió su camino, sin dar explicación.
Jocelyn respiró hondo y comprendió que sus días de felicidad habían acabado. Regresaría a su prisión de Carlisle. Y pronto, a aquella soledad que últimamente le acompañaba cuando Albert se marchaba, dejándola completamente sola.
Sus ojos se llenaban de nuevo de lágrimas. Contenerlas no podía, aun cuando deseaba hacerse la fuerte antes de que Albert la viera llorando.
— Quería quedarme un poco más para así saber cómo seguía Annette... Me hubiese gustado servir de ayuda. Ser útil...
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Holaaaaaa de nuevo... Una vez más muchísimas gracias por su paciencia, apoyo, lecturas, votos, comentarios.... No se imaginan como me ayudan y me animan a escribir. Gracias de corazón. Sé que muchas dirán: Ya ha pasado un año y él sigue igual. Les informó que preparen sus pañitos para el siguiente capítulo.... Shhhhhhh....
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Un Corazón Inalcanzable ( 3er libro)
Ficção HistóricaLord Albert O'Dubgaill jamás pensó que su vida podía cambiar de la manera que había ocurrido cuando aquella joven dama irrumpió su vida al subirse a su carruaje, fingiendo que había sido una simple equivocación. Para después escuchar su súplica de q...