Capítulo IV
— Es un completo idiota...— susurró, mientras se detenía cerca de un rincón del Hyde Park. Se encontraba inquieta en aquella ciudad de Londres, sabiendo aquel futuro que se le avecinaba encima.
Un sonido pronto la devolvió a la realidad de aquel momento.
En cuanto los ojos de Jocelyn se conectaron con la atónita mirada de aquel caballero, no pudo apártalos. Parecía una de esas pesadillas de las que uno siempre se despierta con una sensación de alivio al saber que algo tan espantoso no ocurrirá jamás. Sin embargo, aquello no era una pesadilla. Y no podía despertar de aquella situación tan desfavorable. Si la vida no le hubiese hecho todo aquello que le había impuesto, posiblemente podría haberse divertido al haberla encontrada allí.
Pero para lord Albert O'Dubgaill ya nada podía ser gracioso.
— ¿Ahora me sigue?— dijo molesto al verle allí, en aquel lugar.
— No tendría por qué hacerlo. Aunque por lo visto usted sí...
— Realmente no tendría por qué seguirle... Sólo que las reuniones suelen asfixiarme un poco. Y últimamente he ido a tantas reuniones por un compromiso que se me ha impuesto por obligación.
— Debió rehusarse a aceptar.... Y marcharse a su maravillosa propiedad cuidando de que alguien pudiera arruinar su fabulosa vida de caballero.
— ¿O evitar que una señorita insolente se subiera a mi carruaje? Debí poner en sobre aviso a su tío y a su primo. Posiblemente me hubiese evitado tanto dolores de cabeza.— expresó con una sonrisa pícara y fría.
— ¿Pretende burlarse de mí?... ¿De mi desgracia? ¿Por qué aceptó?
— No le entiendo, señorita... ¿Preferiría que se hiciese saber que su primo me desafió en un duelo?... ¿Y que alguno de los dos saliera herido? ¿Se sentiría tan a gusto de verse como la mujer por quien arriesgue mi vida?
— ¡¿Qué?!... ¿De qué me está hablando?
— Usted muy bien lo sabe...— dijo sin medir su enojo, mientras la observaba alejarse sin poder defenderse.
Jocelyn regresó a su propiedad envuelta de tantos pensamientos que la dejaron ensimismada. Ella era la culpable. ¿Cómo podía negarse de aquella realidad?
Se sentó en el tocador de su habitación, mirando aquel vestido que había llegado en la mañana. Su ajuar de novia. Su vestido fúnebre, por lo que aquello le hizo salir de su ensimismamiento. Reflejada en el espejo del tocador que tenía ante sí, se recordó que no había otra salida, más que asumir con dignidad toda aquella realidad.
— Has estado mirándote en ese espejo sin ver nada durante los últimos cinco minutos. No hay otra salida... Y él se convertirá en tu marido. Uno que te odiara el resto de su vida.
Jocelyn hizo un gesto que hacía ver su desilusión. ¿Había habido realmente una conversación amena entre ellos que le hiciese ver que podían tener un mejor futuro?
Sin duda, era más fácil decirlo que creer aquella posibilidad.
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Un Corazón Inalcanzable ( 3er libro)
Ficção HistóricaLord Albert O'Dubgaill jamás pensó que su vida podía cambiar de la manera que había ocurrido cuando aquella joven dama irrumpió su vida al subirse a su carruaje, fingiendo que había sido una simple equivocación. Para después escuchar su súplica de q...