Capítulo II

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Capítulo II

Lady Jocelyn Browman había respirado profundamente al entrar en aquel lugar que de pronto se había convertido en su prisión. Odiando ser quien era. Sabiendo lo lejos que estaba su oportunidad de ser feliz, como sus padres lo habían sido. O ella recordaba. Cuando tan solo era una niña de doce años.


Ahora se encontraba bajo los cuidados de su arrogante tío paterno. Un hombre tan soberbio y frío que pretendía una vida para ella, tan lejos a esa vida que tuvieron sus padres. Y ella solo tenía que limitarse a guardar silencio. Ella estaba lejos a encontrar la felicidad. Cuando era aquel hombre quien pretendía ser quien debía hacerlo, sin consultarle en absoluto su opinión. Alegando que era su deber por ser su tutor. Una soñadora como ella, tenía prohibido encontrar su sueño. Un matrimonio por amor. Subió las escaleras que le llevaba a su habitación, sintiendo la mirada del mayordomo de su tío como un reproche al verla llegar sin su tutor. Guardando silencio. Recordándose que pronto tendría que asumir las consecuencias y lo inútil que era hablar con su tío. Él jamás le prestaba atención. Siempre era lo que él deseaba. Lo que él quería... Lo que él pensaba. Nunca lo que ella anhelaba.


Aquella noche, ella deseó ser una humilde mujer, que aquella heredera en que se había convertido a causa de su padre.


A la mañana siguiente, lord Albert O'Dubgaill fingió que no había ocurrido nada la noche anterior. Se dispuso a tomar el desayuno con la normalidad con la que siempre lo había hecho en Londres. Encontrándose, cuantas invitaciones o tarjetas de presentación, uno se pudiese imaginar. Era como si todo Londres desease su presencia. Y no era tonto el motivo. Era el primo del futuro duque de Devonshire. Y su presencia, al igual que la de su primo, era una de las más esperadas.


En otro lugar...


— Esta mañana le he enviado a tu futuro prometido una invitación... Debido a lo que te atreviste hacer anoche... Hacernos ver como unos completos hazmerreír.— le dijo con cierto cinismo aquel hombre a Jocelyn.

— Haga lo que más le plazca.

— Cuando veas a tu futuro esposo en frente de ti, tal vez cambies tu actitud infantil. Es un hombre proveniente de las familias más ricas de Inglaterra.— le informó su primo, quien se encontraba presente, mientras desayunaban.

— Ni que fuese familiar del rey de Inglaterra o del archiduque de Austria.—expresó secamente, mostrando un completo desinterés que a su tío y a su primo irritó.

— Te pareces tanto a tu padre... Tal testarudo al escuchar un consejo. Pero a diferencia de él, tú si me obedecerás.


Jocelyn dejó de comer, se levantó de la mesa después de excusarse y se dispuso a subir a su habitación. Su vida era un completo infierno. Y nada había cambiado, gracias a que me había tenido que subirse al carruaje equivocado.


Al de aquel odioso caballero que había tenido la "gentileza" de regresarla a su triste realidad.


— ¡Idiota!... ¡Es un idiota, sea quien sea, ese hombre que pretende ser mi prometido!— dijo, al estar llorando boca abajo en su cama.


Lejos de allí, después de desayunar, lord Albert O'Dubgaill había decidido recorrer Hyde Park a caballo. Esa mañana se había prometido que esperaría a que su familia llegará a Londres para decidir asistir a un baile de sociedad. O al menos su primo James, porque lo menos que quería convertirse era en el candidato adecuado para cada solterona de aquel lugar. O que lo involucraran en un escándalo en el que no había tenido absolutamente nada que ver. Ya le bastaba lo ocurrido del día anterior.


¡Dios le librase de otro momento como ese!


— ¿Lord O'Dubgaill?— dijo alguien que recien llegaba a aquel lugar, en el instante que él se había dispuesto a regresar a casa.

— ¿Quién es usted?

— Gilbert Browman.— expresó aquel hombre deteniéndose en frente de Albert.


Lord Albert le miró con sorpresa. Cuando pensaba que había acabado con la pesadilla Browman, aparecía otro integrante de aquella peculiar familia. Alzó una ceja, mientras pensaba: << Otro Browman. ¡Maravilloso! ¿Qué querrá este?>>


— Usted dirá en qué puedo servirle...— expresó fríamente, con su habitual tono de voz cuando alguien no le simpatizaba.

— He escuchado que mi prima recurrió anoche a su ayuda... Alguien informó a mi familia que fue su carruaje el que se detuvo en nuestra propiedad. Quería asegurarme si los rumores son ciertos... Entenderá, mi padre había propuesto un digno compromiso para mi prima. Pero ahora, su prometido no desea dicha unión. Y todo porque muchos de los presentes aseguran que vieron a mi prima subirse en su carruaje... Y otros, que la vieron bajar de su coche sin compañía de su doncella. Y ahora su reputación está en juego... Entenderá mi preocupación. Usted es un ilustre caballero... Y más cuando James Cavendish es su primo.


<< ¡Perfecto! ¿Y para colmo, ahora se me acusa de enmasillar la reputación de una respetable dama?...>>, pensó, mientras fingía una sonrisa en su rostro.


— ¿Insinuá que he soy el culpable de dicho rumores?

— Solo insinuó que por el honor de mi prima usted debe responder... Ella es joven y quizá se deslumbró a conocerlo, sin medir las consecuencias de sus actos.

— ¡No he puesto ni un dedo sobre su prima, si pretende acusarme de eso!— se quejó, mirándolo con indignación.

— Simplemente estoy haciéndole ver que debe responder... O tendré que retarlo a un duelo... El honor de mi familia está en juego por lo que usted hizo anoche.

— Anoche no hice nada más que llevar a su prima a su propiedad, al ver que pretendía irse caminando bajo la oscuridad de Londres.—lo fulminó con la mirada—. ¿Valía la integridad de su prima tan poco para no ser un buen samaritano que la llevase de regreso a su propiedad cuando le suplicó mi ayuda?

— Lo vale... Por eso me encuentro aquí.




Un Corazón Inalcanzable ( 3er libro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora