cap 52 "Fiesta de mascaras"

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  El avión arribo en Atenas a las nueve de la mañana, luego de diez largas horas de viaje. Becky, mi cuarentona profesora de literatura y mi compañero, Arthur, estaban encantados con Grecia, no veían la hora de llegar a Santorini.
Por mi lado, yo estaba neutro, intentaba disfrutar del viaje gratis que me había ganado; pero la soledad y el vació en el pecho no me dejaban sola, no podía ser feliz sin Donghae.

  Dimos varias vueltas en el Aeropuerto Internacional de Atenas hasta poder encontrar la puerta G y subir al último avión que nos llevaría hasta Santorini.
Becky y Arthur comentaban sobre los ajustados horarios que nos aguardaban mientras que yo tomaba asiento en el pequeño avión.
Según lo que había oído, esa misma noche teníamos una fiesta de mascaras. Como bienvenida a la gran semana de vacaciones que pasaríamos.
Arthur- diecinueve años, gay e origen Italiano- me ofrece un caramelo de miel, lo tomo con timidez, el sonríe levemente.

-Deberías disfrutar de esto, es un regalo que Dios nos ha dado- Me consuela Arthur, palmeando suavemente mi muslo derecho- Deja el pasado atrás y mira hacia adelante.

Asentí levemente, no podía hacer más que eso.

  Santorini... la maravilla del mundo. No podía ser más bello. Las casas eran como cabañas blancas metidas dentro de las montañas, el cristalino mar mediterráneo brillaba ante la plena luz del sol.
Todo era tan pintoresco y bello, como un cuento de hadas del siglo XV.

El hotel estaba ubicado en lo más alto de una de las cierras o montañas.
Cada uno tenía su habitación privada, por lo que cuando los tres pisamos el hotel, nos separamos en distintos camino. Yo lo primero que hice fue dirigirme a mi habitación y darme una fría ducha, limpiándome después de largas horas de viaje.
Cuando el reloj marco las 14:00 me digne a bajar almorzar, comí una rápida ensalada mientras miraba por la televisión las últimas noticias del desastroso desfile de moda de New York.
Por mis costados, todos los organizadores pasaban con la decoración para la gran fiesta de marcaras de esa noche.

  Suspire hondo, lo último que quería era una fiesta.

Por alguna odiosa razón, cualquier ocasión en la que podía llegar a divertirme me recordaba a Donghae.

  Entonces volvía a deprimirme y a querer morir.
El último e-mail que recibí de Tania fue hace un mes y hace dos que abandone córdoba.

  El viaje a Santorini se había pospuesto mucho tiempo y eso alargo mi sufrimiento aun más.
Dos meses de oscuridad y melancolía, odio y tristeza. Y ese vacío interior que jamás se iría.
Al final la tarde paso rápidamente, yo me la pase en la playa leyendo mi novela romántica, intentado olvidar el hecho de que cada vez me alejaba mas de Donghae.

  Suspire hondo, conteniendo las lágrimas, me levante de la arena y sacudí mi trasero. Luego me volví a la habitación, lista para bañarme y prepararme para la gran fiesta.

Me vestí con un vestido largo negro, simple pero muy elegante.
Deje mi largo y lacio cabello suelto, acomode con ganchos algunos mechones rebeldes de cabello. No me maquillaje, solo me coloque la gran máscara negra. Ocultaba perfectamente mis ojos y con ellos mi sufrimiento, dolor y angustia. Casi parecía una muchacha terminantemente normal.

Mi puerta fue golpeada dos veces, Arthur. Tome mi bolso con rapidez y me calce los tacones de un tirón, me acomode el cabello y abrí la puerta con una gran sonrisa fingida.

-¿Lista?- Pregunto estrechándome un brazo.

-Lista- Tome su mano con seguridad.

Se sentía bien tomar la mano de Arthur y saber que ni en un millón de años estaríamos juntos, compartíamos distintas sexualidades y yo respetaba al cien por ciento su decisión.
Arthur y yo habíamos compartido el último mes juntos ya que Lillie viajo a Turquía por tres meses, el me escucho en los peores momentos y estaba agradecida que sea así.

Bajamos al baile agarrados de la mano, a Becky a varios pasos nuestros por delante.
La fiesta era como un gran laberinto de personas, donde no sabes quién es quién pero aun así todos te miran como si te conocieran hace años y tuvieran el derecho a juzgarte.
Se creen superiores, tales como yo hace unos meses atrás. Todo parece tan perfecto cuando te crees superior, cuando en realidad lo unico que haces es construir tu propio fin. Poco a poco.

Aunque ahora mi vida es peor, estoy sumergida en un pozo sin salida. Donde mis gritos ahogados, son ignorados y sumergidos en el más mortífero silencio. Los cortes en mi cuerpo me recuerdan diariamente que he cometido la peor decisión al abandonar  córdoba.

  Arthur me lleva a la pista central del baile, donde giramos en círculos en la sincronía de la música.
El mira disimuladamente a las demás universitarias y critica sus atuendos, yo no lo escucho por lo que menos me interesa en este momento son las personas enmascaradas que bailan a nuestro alrededor.
Arthur se retira con brusquedad, yo levanto mi cabeza algo confundida.

-¡Esa perra trae mi misma mascara!- Chilla y se pone a correr hasta la muchacha de rizos rojos.

Yo me quedo quieta en el centro de la fiesta, sola.
Miro a mis alrededores sin saber exactamente qué hacer. ¿Me marcho? ¿Debo quedarme? ¿O simplemente me voy a mi habitación a llorar por Donghae?

  La última opción es la mejor, por lo que decido marcharme pero es entonces cuando alguien me toma de la muñeca con fuerza. Girándome hasta el.

Cuando giro la vista y me encuentro con esos bellos ojos escondidos detrás del antifaz. Mi corazón reacciona antes que mi cerebro, ya que comienza a latir con más fuerza que nunca antes.
El pecho comienza dolerme. Me quedo mirando a esos ojos por varios segundos, sin poder creérmelo.
Viste un smoking negro, totalmente elegante. Detrás del antifaz negro que lo cubre, sus ojos cafés brillan con más resplandor que nunca.
Sus ojeras se pueden distinguir fácilmente pero aun así noto el destello de felicidad en su mirada. Y su inconfundible cabello, bien peinado sobre su cabeza.
Me quedo inmóvil mirándolo, mirando a Donghae.


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