¿Quienes son ustedes?

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Fuimos a dormir cada cuál a su habitación y en medio del sueño me despertaron unos fuertes gritos.

-No llores pequeña, mamá esta aquí. Nooooooo!

Desperté enseguida y corrí hasta ella. Entre a la habitación con fuerzas lo que provocó que despertara de ese sueño. Se sentó en la cama llena de sudor y comenzó a mirar el suelo durante un largo tiempo. Mire su pálido rostro y no aguante las ganas de abrazarla. De inmediato me rechazó con un empujón, mire su rostro y fue la primera vez en la vida que vi esa mirada de terror. Ella tenía miedo de mi...

-Siana... Lamento haberte sorprendido.

Ella simplemente no respondió, no dijo absolutamente nada. Sólo se levantó y camino hasta el baño. Permanecí sentado allí esperando por ella. Quería hablarle, fingir seguir siendo un simple doctor y ayudar a la mujer que amo.

-Doctor...
-¿Te encuentras bien?

Salió con la cabeza baja y se acercó a mi lado. Tomo asiento y comenzó a hablar con mucho cuidado, muy despacio. Sus manos temblaban y seguía el dolor y el miedo en su mirada. Su pelo un poco despeinado y su respiración alterada, eso sin mencionar el sudor en su piel.

-Tengo miedo... Tengo miedo de todos. Quiero saber donde están mis padres. Donde esta mi hermano, yo quiero saber quienes son esas personas que me trajeron aquí. ¿Quien eres tu? ¿Porque me permites entrar a tu casa donde vive tu hija?

Mis labios comenzaron a temblar y mis piernas se movían sin control. Comencé a mover mis dedos y mirar el suelo. Quería decirle todo, pero mi mayor temor era hacerle daño.

-Siana tu caso me interesa mucho, tu pérdida de memoria es algo muy serio, pero la recuperación depende de ti. Esas personas quieren ayudarte.

-¿Conoces el nombre de Ed?

-No. Mentí algo asustado.

-¿Porque la niña llamó Ed a tu mascota?
-Yo... Yo no lo sé señorita. Intento de ayudarte espero que lo permitas.

Me levanté con el corazón en la mano y disimule hasta salir de la habitación. Me sudaban las manos y mi corazón estaba agitándose cada vez más. Nunca pensé que sería tan difícil.

~Siana PV~

Tenía dolores de cabeza constantemente. Mi cuerpo dolía y me molestaban las piernas al caminar.
Nada de lo que sucedía tenía sentido. Nadie deja entrar a una desconocida a su casa. Mi sueño... casi no recuerdo que había en el. Recuerdo una niña llorar y decir mi nombre, pero había alguien mas. Aaahg! Mi cabeza duele más cuando intento pensar esas cosas. Bajé lentamente por las escaleras con temor a tanta oscuridad. Tocar las paredes me hacia sentir en un ambiente familiar. Era una casa hermosa y me encantaría vivir en ella. Me senté en el cómodo sofá y allí quede profundamente dormida. Unos rayos de sol que daban justamente a mi blanco rostro me despertaron. Había un apetecible desayuno a mi lado y una notita.

-Buenos días señorita. Alimentese bien, iremos al hospital en la tarde.

Tenía tanta hambre, pero sólo quería despertar de aquella pesadilla. Quería imaginar que nada de lo que sucedía era real y que aún seguía en esa incómoda cama de hospital. Camine por la casa llena de curiosidad. Salí al jardín donde se encontraba el hermoso perro que no tardó un segundo en correr hacia mis brazos y llenarme de cariños.

-Hola pequeño ¿Quieres salir?

El perro ladro fuertemente lo que me indicó que era un si definitivo. Subí las escaleras y busque en el gran armario su Correa, pero no sabía donde estaba nada. Mire la placa del collar que traía y llame al número que se encontraba allí. Quizás el doctor me diría donde se encontraba, sonó varias veces y sentí la vibración cerca. En una pequeña mesa había un delicado cajón con muchas cosas. Habían prendas, cartas, un sobre con algunas fotos y un celular vibrando. Lo tome en mis manos y tenía Su cristal roto. Apenas se notaba la foto que tenía de fondo. Eran las piernas de una mujer, era una hermosa foto de una mujer de lado mostrando su pancita. Pero el cristal roto me impedía ver la mitad de su cuerpo. No alcanzaba a ver su rostro o el fondo. El celular estaba manchado y el terror me obligó a tirarlo en el cajón. Salí con el perro en mis brazos y caminamos hasta una tienda cercana a comprar una cadena. Un joven muy guapo corrió hasta mi lado, su cara fue tenebrosa, como si hubiera visto un fantasma. Di dos pasos atrás y el joven grito mi nombre.

-¡Siana! No lo puedo creer. Estas bien, estas... Estas viva...
-Señor... Lo siento, pero no se quien eres.

Mi cabeza comenzó a doler fuerte y mis piernas comenzaron a temblar nuevamente. Caí al suelo y toda la oscuridad vino sobre mi...

Tres lunas atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora