Completamente sola en este mundo

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-Edward...
-Shh pequeña. No digas nada o me mataras antes de tiempo.
Le di un pequeño golpe para que no volviera a decir semejante tontería y me acosté en su hombro por una larga y triste hora. Luego Marc fue por mis cosas y Edward me pidió que fuera con él. Me dijo que no debía preocuparme y que nos veríamos un día sí y otro no. Solo para que me fuera acostumbrando. Esa noche la luna se vía triste. Parecía sentir el mismo dolor que había en mí. Fue una noche muy larga junto a Marc. Quien en varias ocasiones entro a mi habitación a ver si todo estaba bien. Yo había perdido el apetito, las ganas de hablar e incluso había perdido la sonrisa que siempre mantenía en mí.
Así llego la mañana que tanto había esperado durante la noche. Le había pedido a Marc que me llevara a ver a Edward. Quería pasar todo el día con él. Justamente 24 horas, para luego comenzar a vivir una tortura sin él. Llegue a su casa y salí corriendo a sus brazos, esa mañana el brillo en sus ojos era impecable, el lucia tan hermoso. De repente llego Alex con una hermosa niña en brazos. Contemple el rostro de aquella hermosa niña de unos 2 años que se quedó mirándome unos segundos y luego sonrió. Alex la paso a mis brazos y la abrace con delicadeza.
-Saluda a Isabel. Dijo Edward.
-¿Isabel? Es un nombre hermoso para una chica hermosa.
Me miro con una hermosa sonrisa y me dio un beso en la mejilla. Y susurro en mi oído.
-Siana es aún más hermoso.
Sonreí muy avergonzada. Ese día me mantuve a su lado cada segundo. Se despidió de Alex y de Isabel. Nos fuimos a acampar a aquel lago en el que habíamos estado aquella triste noche. Nos sentamos en el muelle y comenzamos a hablar durante mucho tiempo. Eran aproximadamente las 11 de la noche cuando comenzamos a sentir sueño. Él se acostó en mis piernas.
-Siana ¿Puedo descansar aquí?
-Claro que si Edward.
Beso mi mejilla y me abrazo con mucha fuerza. Se acostó en mis piernas y dijo:
-A veces las personas vienen con un propósito en esta vida. Cuando me vaya no quiero que llores, quiero que seas igual de feliz como yo lo fui. Recuerda que mi propósito en esta vida fue curar tu corazón y protegerte. Regalarle a Alex lo más preciado en nuestras vidas. Aunque me hubiera gustado poder verte ser mama, ver a mi niña casarse.
Dio un bostezo y susurro.
-Descansare unos cinco minutos...
Pero el mintió. Aquella noche luego de cinco minutos Edward no despertó. Sus cinco minutos fueron para toda la eternidad. Dejo en mí el más fuerte dolor. Comencé a gritar y a llorar mientras lo abrazaba con fuerzas. Le roge que se quedara que aguantara un poco más. Que aún no era hora y que no estaba preparada, pero aun así el no volvió a mí. Se fue completamente de mis brazos y no importo cuanto le suplicara me dejo completamente sola. Como si su misión hubiera sido completada, aun cuando se fue dejándome vacía.
En ese momento entendí que muchas personas se van, la mayoría no dice nada, ni un adiós. Casi nunca se nota cuando esa persona no está, pero cuando esa persona realmente es importante, todas esas sonrisas, ese sentimiento de felicidad desaparece, un pequeño dolor en el pecho y las lágrimas bajan sin control. No es fácil ver como las cosas cambian así de repente. Simplemente sonreiré ocultando mis lágrimas y mi dolor, con la ilusión de volverlo a ver, aún sabiendo que no será así.
Esa noche Marc me llevo a su casa en sus brazos. Llore al punto de quedarme dormida, al punto de sentir que las lágrimas ya no me saldrían. No entendía porque tenía Dios que llevarse a mi pedazo de vida, de aliento.

Tres lunas atrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora