Válgame, señora mía.

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Tiro de la soga con la que lentamente acaricio la fragilidad de tu cuello. Delineo con saliva el crucifijo del que te pendes para preservar la inocencia interrumpida de tus manos sobre mi pecho. Se te llena la boca de poesía barata y filmes de bajo presupuesto rodados en mi entrepierna.
La fingida intensidad me devora por dentro. ¡Qué pesado eres, tío!
Tiro de arsénico mientras te beso.

Me niego a frotar las manchas de sangre del salpicadero.

Menos Pena, Morena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora