Insano.

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No soy nadie, ni quiero serlo en esta madrugada que me está sentando de pena. Al menos así puedo rabiar, sobre esta paradoja de desangrarme sin crucifixión. Hay sombras envolviendo la habitación, dibujando a contra luz una esperpéntica figura que extiende las palmas antes de tocarlas y avivar las llamas de la desesperanza. Lleva espinas incrustadas, espinas que hablan de una semifelicidad truncada y del ocaso de una vida rota que apenas llega a la treintena. Si entorno los ojos puedo verla hace unas semanas, desafiando a la muerte. Pero de eso ya no queda nada y yo soy parte de su nada.

Menos Pena, Morena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora